Por Víctor Hugo Moreno // Fotos: José Miguel Méndez Mayo 11, 2018

Para algunos es un referente intelectual, académico y político. Para otros, no tanto. Su figura dentro del Frente Amplio (FA) genera sentimientos encontrados: lo respetan, pero algunos lo observan como un actor lejano a la contingencia diaria, a las decisiones que se deben tomar más allá de las ideas. Sin embargo, cada vez que el sociólogo, fundador de la SurDa en los 90, toma la palabra, los jóvenes y novatos frenteamplistas se dan el tiempo para oírlo. Su voz no pasa inadvertida.

Por estos días Carlos Ruiz ha debido cambiar su oficina como director de la Facultad de Sociología de la Universidad de Chile, por algún café de la Plaza Ñuñoa. Su escuela está tomada por el naciente movimiento universitario feminista. Un fenómeno que cree debe ser tomado en cuenta como las nuevas demandas del siglo XXI, que van dejando atrás la vieja dicotomía de la izquierda de la lucha de clases. “Hoy las luchas de la mujer están a la vanguardia de las luchas por la emancipación humana. Tenemos que apoyarlas sin titubeos en esa marcha histórica”, escribió en su cuenta de Twitter el pasado miércoles. Un tema que desborda la entrevista que el director de la fundación Nodo XXI concedió a QP, en la cual analiza el rol que ha cumplido, hasta ahora, el Frente Amplio en la escena política nacional: su presente, pasado y futuro. Ruiz apunta y lanza sus dardos.

 

 

interior

 

—¿Cuál es la primera sensación que le deja el debut del FA en las grandes ligas a dos meses de su masivo ingreso al Parlamento?

—El FA está experimentando un paso bastante lógico de aclimatación a una representación y una capacidad de negociación institucional que no tenía antes. El problema es que una cosa es interpretar y recoger el malestar y otra cosa es conducirlo hacia un punto constructivo que redunde en una capacidad de introducir transformaciones: eso son 20 pisos más. Si la bancada que tiene es o no la ideal para eso, ahí hubo sufragio universal y no podemos meternos en ese análisis. Lo que sí me preocupa —y no es sólo un tema del FA, sino que es algo general de la política—, es que tengamos una bancada que, aunque las fuerzas de anclaje tengan mayor capacidad de representación que lo que teníamos antaño, tenga menos capacidad de procesamiento político y esté más dedicada al espectáculo. Entramos en un momento en que se debe redefinir la política, cuáles son los límites de la política y eso significa que se debe ampliar la capacidad de representación de intereses, pero también de procesamiento de diferencias legítimas y a eso tiene que contribuir el Frente Amplio.

—¿El FA apunta en ese camino de redirección de la política?

—Yo sigo comprometido con que el Frente Amplio es eso: es la promesa histórica de ese cambio. Pero por otro lado lo viejo se resiste a morir y te reclaman adhesión a los términos de confrontación que eran propios del Sí y el No, del debate Estado/Mercado, cuando hoy tienes una sociedad chilena discutiendo hasta dónde llegan las libertades, hasta dónde puede o no meterse el Estado, qué es la autonomía individual, qué se puede mercantilizar, qué no. Todo eso forma parte de una capacidad de debate y procesamiento legítimo de conflicto. Y ese tiene que ser el desafío sobre todo de las fuerzas nuevas como el Frente Amplio. Otras fuerzas de la derecha, como Evópoli, están jugando a esto, pero no se lo están tomando en serio, y están apuntando al ofertón, y el problema no sólo es el qué, sino el cómo se van a procesar todas estas diferencias legítimas que existen en la sociedad.

—¿Y el FA se lo está tomando en serio?

—Hay una disputa respecto de si el FA será la fuerza capaz de realizar o no esa tarea histórica. La historia lo juzgará. Pero creo que hay también fuerzas que dentro del FA caen en el espectáculo, en la tentación del espectáculo; pero también hay otras fuerzas que están planteando la forma de encontrar una manera de deliberación legítima en que la sociedad chilena se pueda plantear —racionalmente— cómo va a construir su futuro.

—Veamos algunos acontecimientos concretos dentro del FA: La selfie de algunos diputados con Evo Morales ad portas de los alegatos en La Haya; Flor Motuda ofreciendo mar a Bolivia, y por otro a Vlado Mirosevic en La Haya defendiendo la posición del Estado.

—Ese es uno de varios casos. El FA es una fuerza que aún tiene dificultades de articulación, y negarlo sería un absurdo muy grande. En lo que describes tienes a dos representantes en las antípodas de un conflicto que tiene centrada toda la atención: Flor y Vlado, y es un fenómeno que se reitera y en eso fueron claros algunos de los diputados de la bancada en llamar, primero, a tener una discusión interna, lo que no significa que después no puedas expresar una diferencia. No estamos por construir un proyecto dictatorial con una sola voz en común. Pero ojo, lo de La Haya se hizo sin deliberación y buscando cámaras, y eso es nocivo. A quienes más respeto en el FA son a los que vienen realmente de la experiencia de construcción de fuerzas, que saben lo que es la dificultad de construir un consenso, entre asambleas, partidos, núcleo, bancadas, en lo que sea en el propósito de construir una oposición constructiva. Respeto a figuras como Boric, Jackson, Crispi, y el mismo Sharp, por supuesto Camila Rojas: ellos saben lo que es lidiar con fuerzas y es distinto exprimir la prominencia del espectáculo, en donde el individualismo es mucho mayor.

“Beatriz Sánchez jugó un papel muy importante en la maduración de las instancias del Frente Amplio (...) El FA necesita a Beatriz Sánchez más de lo que ellos piensan”

—¿Hay incomodidad con personajes como Flor Motuda o Pamela Jiles?

—Uno puede siempre tratar de culpar a alguien de un fenómeno, pero el fondo es por qué la política chilena queda tan atrapada en este tipo de disyuntivas. Insisto: es un problema de debilidad del Frente Amplio de procesar sus diferencias.

—¿Por qué aún no se logra tener esa estructura para procesar las diferencias? Desde el llamado “caso Mayol” se viene escuchando el mismo diagnóstico, pero pareciera ser que sólo se queda en eso...

—El tema pasa más allá de Flor Motuda o Pamela Jiles. El dilema de fondo en el FA, si lo mides con la historia, es si quedará atrapado en las formas más deterioradas de la política que son propias de la etapa de la decadencia del siglo político anterior que se ahogó en una suma de carreras individuales exageradas que termina matando a la Concertación, o seremos la fuerza de la construcción de nuevas formas de subjetividad política que permitan repensar las fórmulas de construcción de partidos, de su relación con las organizaciones sociales. Es ahí donde siempre he dicho que hay una izquierda del siglo XX que está muy agotada. La gran pregunta es si seremos capaces de construir la nueva izquierda del siglo XXI o somos una izquierda que es expresión de los siglos de decadencia y los malestares y que ahora sólo se expresan en versión espectáculo.

—Analicemos otros eventos donde el FA ha debido mostrar qué es: las comisiones. Se generó ahí un desencuentro sobre si era o no conveniente participar.

—Estoy de acuerdo con la actitud que tomaron Boric, Jorge Sharp, Vlado y otros. Volvemos a lo mismo. Lo que haya que plantear que se haga en los espacios que correspondan y no vamos a caer en el juego de que la única forma de alineamiento que hay en Chile son los términos en que se construyó la transición: el Sí y el No, derecha/Concertación. Esa es la anulación completa del FA que no es capaz de irrumpir en la capacidad de ampliar los moldes de la política. No podemos caer en la idea de reventar a todo evento lo que haga este gobierno.

—¿Cómo pueden convivir las diferentes almas que hay dentro del FA?

—Son dos meses recién, y el FA no es sólo bancada. Las bases tanto políticas como sociales empiezan a apretar a sus representantes. El FA debe demostrarle a la sociedad que sus representantes no operan con la libertad individual de arrancarse con los tarros. No es una carrera de proyecciones individuales la que se establece en el Parlamento, sino que hay un compromiso con una ciudadanía que está movilizada, y que es activa.

—¿En qué etapa está el FA en su desarrollo hoy?

—Todavía el FA se construye como una expresión de la crisis de la política y precede a un momento que viene de una muy intensa reorganización de la política. Vamos a vivir un cambio de siglas constante, un cambio de personajes todavía por mucho tiempo que colindará con el vértigo, y que nos complicarán aún más los análisis. Esos procesos seguirán, hoy la crisis de la política está demandando una nueva reorganización y, en ese curso, el propio FA cambiará, más de una vez, de fisonomía.

—Dentro de la construcción de una oposición, ¿será posible reunir a un solo gran bloque abarque desde el FA, la ex NM e incluso la DC?

—El tema pasa por articularse en torno a políticas concretas. La posibilidad de que coincidamos en educación, cuando en la última década no hemos coincidido, depende sobre qué podemos discutir. Te podría decir que el ex ministro Nicolás Eyzaguirre es mucho más parecido a Varela que a lo que hemos planteado nosotros.

—¿Pueden existir elementos comunes que los unan, por ejemplo, la gratuidad?

—Piñera está empujando este sistema. Ellos son los principales beneficiarios de esa fórmula que instaló la Concertación. No estoy de acuerdo con este sistema de gratuidad y entiendo que la mayoría del FA tampoco lo está. La gratuidad se empujó en una dirección opuesta a la construcción de una educación pública y de calidad que los movimientos plantearon en la calle.

“Hoy la crisis de la política está demandando una nueva reorganización y, en ese curso, el propio Frente Amplio cambiará, más de una vez, de fisonomía”.

—¿Cuáles son los temas que el FA debe tener presentes como prioridades que va marcando esta nueva sociedad?

—El FA no tiene aún la capacidad de determinar la agenda a ese nivel. Ahora sí puede incidir en las crisis y en los desequilibrios de resolución, que son dos cosas distintas, pero no puede pautear la agenda, independiente de que presente uno que otro proyecto puntual. El problema del ajuste de las instituciones ante una sociedad que ha cambiado es el gran dilema, porque es un lugar común decir que la sociedad chilena cambió, pero después cuando tenemos que ajustar las instituciones a ese cambio, todos echan pie atrás. Y como esas instituciones son las que deben analizar la diversidad cultural como, por ejemplo, las demandas de la diversidad sexual que antes eran inaudibles y que aparecen ahora, no tendrán la capacidad para procesar estos asuntos. Si la política no tiene esa capacidad, se va a producir un desborde de la política y eso es calle.

—¿Puede volver el escenario de 2011?

—Tiene que verse. Pero ojo, incluso la calle puede desbordar al propio FA; depende de la capacidad que tenga el FA de procesar esas demandas. Una bancada que no se puede mandar sola, sin dar respuestas y explicaciones a sus anclajes sociales sobre lo que significa estar en el nudo de las transformaciones de la sociedad chilena más recientes; de lo contrario, si se anclan en otro tipo de dicotomías de “los ochenta”, eso les pasará una cuenta, una factura.

—¿Qué le falta aún al FA para cuajar en una estructura más sólida?

—El FA necesita seguir elaborando los términos de unidad política para proyectar la nueva etapa. En estos cuatro años habría que construir algunas certezas al respecto, porque, si no vamos a seguir en un particularismo de las demandas. Si el FA no llega a las próximas elecciones con estos elementos medianamente configurados será atrapado en la decadencia de las fuerzas políticas.

—En cuanto a los liderazgos, ¿qué importancia tienen para el conglomerado, y en ese plano, qué rol ha tenido Beatriz Sánchez en esta etapa?

—Creo que Bea jugó un papel muy importante en la maduración de las instancias del FA. Esto se hizo con una actitud inteligente de ir respetando los ritmos de maduración del FA;  en eso ella fue vital. Yo la he estado conminando para que continúe en ese proceso, porque en este rato me parece que todavía su capacidad de articulación es determinante. Todavía este proceso no es delegable en una institucionalidad. Ahora, en la medida que esa institucionalidad se articule, los liderazgos pueden ir rotando, pero mientras no pase eso, ella es fundamental. El FA necesita a Beatriz Sánchez más de lo que ellos mismos piensan.

—¿Ve un nuevo Piñera en estos primeros meses de gobierno?

—Entró con una intención nueva. Ahora habrá que ver los límites que tenga. Piñera no es Napoleón y tiene que jugar en los límites de su propia coalición, que es un conglomerado con dilemas y en proceso de transformación.

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