Por Vicente Undurraga // Foto: Agenciauno Mayo 11, 2018

Reinas indiscutidas del cierre perimetral en Chile, las vallas papales —o antipapales, según el inolvidable lapsus de un periodista noventero— se llaman así porque las fuerzas de orden y seguridad las ocuparon para contener a las muchedumbres cuando, en el tenebroso año de 1987, vino Karol Wojtyla, aka Juan Pablo II. En enero pasado vino Francisco y también las usaron, pero por la baja convocatoria habrían bastado esas cintas con que demarcan las colas en bancos y financieras. Ahora será el alto clero chileno el que deberá enfrentar vallas papales en Roma. ¿Saldrá de pie? Dios quiera que no.

Celebramos sin matices ni pizca de ironía la decisión del presidente Piñera de retirar las vallas que rodeaban La Moneda por la Plaza de la Constitución, la de la Ciudadanía, Morandé y Teatinos. Con su decisión, Su Excelencia acortó los trayectos del ciudadano de a pie que se desplaza por el barrio cívico y aligeró significativamente la visual para el turista que gusta de mirar el palacio otrora bombardeado.

En materia de gestos expresivos, Piñera es mucho más que un puñado de tics. El cierre del Penal Cordillera dio cuenta de la tasación conveniente que le da al factor simbólico. Símbolos e ideales no son ajenos al radar de Piñera, no son indiferentes al capitalismo. Le son consustanciales, más bien. En esa línea (creo) fue que el filósofo Roberto Torretti dijo en una entrevista que pude hacerle el 2008: “He hallado siempre tan ridículo hablar del materialismo de la sociedad moderna. Materialistas somos los asalariados que queremos usar la plata para gastarla en cosas que, como vivimos en un mundo material, tendrán que ser materiales. Pero el capitalista está movido puramente por fines ideales: el número”. Y la imagen, podríamos añadir. Por ejemplo, la imagen de una Moneda despejada. Abierta. Pública. Civil. Aunque no sea cierto.

"A no alarmarse: el palacio no ha quedado desprotegido. Al revés, la cantidad de carabineros de civil que lo merodean es superllamativa”.

A no alarmarse: el palacio no ha quedado desprotegido. Al revés, la cantidad de carabineros de civil que lo merodean es superllamativa. Yo creo que es deliberado. Lo que llevan es, más que una tenida civil, un uniforme alternativo: terno negro estrecho, camisa blanca estrecha, pelito engominado y un cablecito en espiral que les entra por la oreja con información de seguridad perimetral. El enrejamiento de la casa de gobierno vino con la Concertación y en tiempos de Bachelet se hizo permanente. Por mucha que fuera la inminencia de Andha Chile, los rebeldes secundarios u otros convidados de piedra del gobierno, no fue una buena idea dejar inamovibles esas vallas.

Hoy la ciudad ganó. El exterior de La Moneda parecía estacionamiento de circo. Y ya que decimos circo, ¿cómo soslayar el numerito que Axel Kaiser ofreció la semana pasada entrevistando a Vargas Llosa? No tanto por la premisa que intentó proferir (hay dictaduras que sí y dictaduras que no), sino por la salida que buscó darle cuando el nobel le dijo: “Yo esa pregunta no te la acepto”, candidata a transformarse en frase célebre y moneda corriente de nuestra habla y humor, como el “Por qué no te callas” o el celebérrimo “Después te explico”. El momento en que realmente Kaiser con su chaqueta roja dio jugo a raudales fue cuando en vez de callar y buscar una salida piola, si la hubiere, dijo que esa era la reacción que esperaba, entrampándose en las vallas de su propia e inverosímil cerrazón.

En el prontuario y en el estudio psicoanalítico chileno las vallas debieran ocupar un lugar de relevancia: somos una sociedad vallapapalizada, llena de restricciones moralistas, pequeñeces intelectuales, estrecheces financieras y rejas mentales. Pero sería una miopía analizar las vallas papales únicamente según sus alcances simbólicos, sicológicos o sicóticos. Hay que atender a su materialidad, a lo real. Las vallas son como los cucuruchos arzobispales: blancas y huecas, intimidan y constriñen. Se ensartan unas en otras para generar cercos, pero cada tanto las vemos descontextualizadas: cuántas veces una valla ha quedado atravesada en el capó de un zorrillo o en el parabrisas de un guanaco o bajo una micro policial. También se las usa para enrielar a los transantiaguinos en los paraderos o como improvisados mesones para la venta ambulante o para tapar algún hoyo en la vereda (un evento, como les llaman).

No exageraría quien relacionara la abundancia de vallas y rejas en la dulce patria con la tendencia de las autoridades y la sociedad chilena en general a ver y tratar al grueso de la población como ganado. De vallas papales metafóricas, si nos fijamos bien, está lleno este país. Lo último y más impresionante son los “preuniversitarios” preescolares. Capacitaciones para que niños de tres añitos pesquen cupo en algún colegio anhelado. Demasiada confianza en la carrera, la clase, los puntajes, lo medible. Si es por eso, mejor creer en la probabilística. Como el hombre del chiste que es detenido con una bomba en un avión. Interrogado, declara que lo hace por su propia seguridad: es improbable que en un avión dos personas lleven una bomba.

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