Por Por Paula Gallardo // Ilustración portada: Vicente Martí // Foto: AGENCIAUNO Abril 20, 2018

Una serie de réplicas del terremoto del 27 de febrero recibieron al recién asumido presidente Sebastián Piñera el 11 de marzo de 2010. Un día después, el 12, con equipo completo se desplazó a una nublada Constitución para iniciar una gira de dos días a la zona más dañada por el sismo. El sentido de urgencia se podía palpar: flanqueado por su equipo, el mandatario anunciaba dos proyectos de ley, un bono marzo para familias vulnerables y el plan de reconstrucción y financiamiento para enfrentar la catástrofe.

Ambos proyectos se convertirían en ley en menos de dos meses y marcarían el ritmo de lo que vendría después, con el presidente encarnando una versión extrema del 24/7, urgiendo la entrega de soluciones, grabando en la memoria la famosa imagen de las parkas rojas. También era la época de la sobreexposición presidencial.

Fueron los años de frases como el “gobierno de los mejores”, “a los delincuentes se les acabó la fiesta” y “en 20 días hemos hecho más que otros en 20 años”, sin contar con los lapsus linguae de sus intervenciones, más conocidos como “piñericosas”.

Ocho años después, un mandatario con más canas pareciera tomarse las cosas a otro ritmo, activo en redes sociales, cómodo en formatos como los matinales de televisión e interviniendo en casos puntuales con frases certeras y estudiadas cuando el tema lo amerita y siempre apuntando a la necesidad de acuerdos.

Es así como el video de él jugando con sus nietos horas antes de asumir el mando el mes pasado reemplazó a la imagen del pendrive que entregó a sus ministros con las tareas a realizar en 2010, y con un registro prácticamente limpio de errores comunicacionales propios, ha logrado el control de la agenda frente a una ex Nueva Mayoría aún desarticulada, llevando la iniciativa en la instalación de temas: un discurso sin fisuras respecto de la contienda con Bolivia en La Haya; los cinco grandes acuerdos nacionales y con dos ya instalados (infancia y seguridad); la reforma a la ley de migración; el plan de mejoramiento institucional del Sename y el proyecto que aumenta la gratuidad al 70% de los alumnos más vulnerables de los Centros de Formación Técnica e Institutos Profesionales.

“Decidimos salir de la lógica confrontacional y de comparar estadísticamente quién lleva la delantera en materia de proyectos presentados. No queremos cometer el error de apresurarnos, no estamos legislando para la Nueva Mayoría. Estamos jugando de local. Lo principal es mantener el control de la agenda”, señala una alta fuente de gobierno.

El libreto parece estar dando resultados. El repliegue del presidente, abandonando la postura de comentarista de primera línea —una de las críticas más recurrentes en el período 2010-2014—, su intervención en temas críticos, como por ejemplo, al zanjar la posición del Ejecutivo frente a las indicaciones en materia de identidad de género y la rápida reacción para rectificar errores, como al retroceder en la propuesta inicial del directorio de TVN para dar espacio a la paridad de sus integrantes, le han permitido ir construyendo una imagen de madurez que han reconocido diversos analistas.

Este esquema permitió que en el segundo consejo de gabinete luego de asumir, se pudiese realizar un buen balance de la instalación, avalado por una aprobación gubernamental de 60% según la última encuesta Cadem, y de 49% según Adimark.

“Quedan 47 meses para gobernar”, habría señalado el mandatario en esa instancia, ratificando la estrategia de no dejarse llevar por la premura.

foto interior

 

 

Un libreto bien estudiado

Una de las falencias de la administración Bachelet —señalada una y otra vez por el entonces oficialismo— apuntó a las dificultades para “comunicar” las políticas que se estaban implementando.

Así, pareciera ser que el propio Piñera no sólo tomó nota de su experiencia en 2010-2014, sino también de las de su antecesora en el mando: no basta con comunicar, hay que saber cómo hacerlo.

Uno de los factores que han facilitado la puesta en escena comunicacional y la implementación del programa de gobierno tiene que ver con quienes integran el equipo político del mandatario: Andrés Chadwick, Cecilia Pérez, Cristián Larroulet, Gonzalo Blumel y Claudio Alvarado le acompañaron en la administración anterior y se mantuvieron en su mayoría trabajando juntos en Avanza Chile. “Hay conocimiento y sintonía”, señalan fuentes de gobierno, lo que ha facilitado la coordinación.

Una de las falencias de la administración Bachelet apuntó a las dificultades para “comunicar” las políticas que se estaban implementando.

A ellos se han sumado —también desde la etapa de Avanza Chile— Magdalena Díaz (ex jefa de gabinete de Cecilia Morel) y desde marzo el sociólogo Jorge Selume y el periodista Christian Rendic.

Según señalan en La Moneda, la mecánica de trabajo está bien estructurada. El lunes se desarrolla el Comité Político (Interior, Segegob, Segpres, Hacienda más Desarrollo Social como innovación); luego el Comité ampliado con los presidentes de Chile Vamos y en la tarde las reuniones con los jefes de bancada. Miércoles y jueves se realizan reuniones de coordinación internas en las que Secom es clave: es desde donde salen los lineamientos políticos y las bajadas comunicacionales, y en ellas participan el presidente y el Segundo Piso.

“Nosotros definimos un modelo de gestión en el que nos enfocaríamos en los compromisos de campaña y en las bajadas de temas prioritarios. A los ministerios se les indicó en qué enfocarse (si eran temas administrativos o legislativos) y según eso se coordinan los equipos con insumos técnico-políticos y las bajadas comunicacionales. Aquí nadie se va por la libre”, explican en el gobierno.

Con todo y pese a la importancia de la aceitada relación del mandatario con su equipo político, cercanos a Piñera no dudan en señalar que su propia actitud ha cambiado, que está más reposado, menos ansioso, y que en ello, el ministro del Interior, Andrés Chadwick, ha sido muy relevante.

“La relación entre ellos es muy estrecha. Varias veces durante el día el ministro va a la oficina del presidente a resolver temas. Es quien mejor lo capta”, señalan en Palacio.

Desde fuera, el cambio es bien evaluado por los analistas.

Para el cientista político de la Universidad Central, Marco Moreno, este cambio en Piñera “busca crear un ethos o relato de un gobierno de centroderecha: la idea de un gobierno ordenado, que tiene control sobre la agenda, que ofrece gobernabilidad”, señala, esquema en el que Andrés Chadwick y el jefe de asesores del llamado Segundo Piso, Cristián Larroulet, cumplen roles complementarios: el primero como el guardián de la política concreta, pragmática, y el segundo, como el guardián de la doctrina.

Con todo, en un esquema en el que el presidente está menos expuesto, los errores de los ministros serán más visibles, acota Cristóbal Bellolio (UAI): “Los exabruptos de su gabinete hacen que, en comparación, Piñera aparezca mucho más maduro”. Sin ir más lejos, se ha comenzado a instalar el concepto de “varelicosas”, en alusión a los errores comunicacionales del ministro de Educación, Gerardo Varela.

Bajo esa lógica, Roberto Izikson, de Cadem, apunta a que el Ejecutivo deberá ser cuidadoso con las expectativas que se han instalado en la ciudadanía. Esto, porque hasta ahora los temas impulsados tienen respaldo transversal, por lo que la verdadera “prueba” para el Ejecutivo será cuando se pongan sobre la mesa temas más complejos, como la reforma de pensiones o una política concreta para resolver la crisis en La Araucanía, más allá de desplazar mayor contingente policial.

 

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Segundo consejo de gabinete de la administración Piñera,  11 abril 2018.

 

El factor “ministros”

Pese al buen balance de la instalación, hubo un dejo amargo en el brindis con agua del consejo de gabinete.

Ese mismo día aparecieron las declaraciones del presidente del Senado, Carlos Montes (PS) enrostrando la “sequía legislativa” del Ejecutivo. Y aunque la frase fue rechazada por el oficialismo, varias reuniones de coordinación con dirigentes de Chile Vamos se dieron ese mismo día para afinar una aceleración de la agenda.

Efectivamente, la ansiedad por la falta de grandes anuncios legislativos comenzó a cundir en forma soterrada en el oficialismo. “La instalación ha sido correcta. Ahora queremos ver al gobierno con los pies en el barro”, señalan desde Chile Vamos, dando cuenta del fin del “mes de gracia” de la instalación.

En un esquema en el que el presidente está menos expuesto, los errores de los ministros serán más visibles, acota Cristóbal Bellolio: “Los exabruptos de su gabinete hacen que, en comparación, Piñera aparezca más maduro”.

Algunas críticas se concentran en el desempeño del ministro de Economía, José Ramón Valente, a quien se cuestionó haberse enfrascado en un debate mediático con el ex ministro de Hacienda Nicolás Eyzaguirre por la corrección del déficit estructural en la administración anterior, en circunstancias —indican— que “habríamos esperado que sus primeras declaraciones apuntaran a una agenda procrecimiento y a destrabar proyectos. No vemos todavía el empuje que requiere su cartera”, explican desde Chile Vamos.

Aseguran que no ha construido relación con los partidos, que se le ve poco activo en el Congreso y que todavía “es muy técnico, del cuerpo B de El Mercurio”, señalan.

El ministro de Obras Públicas, Juan Andrés Fontaine, también está en la mira porque las expectativas son altas. “Esperábamos que se hubiese tirado carne a la parrilla, porque Obras Públicas debe tener el mismo rol dinamizador del gobierno de Ricardo Lagos en materia de concesiones”, afirman en el oficialismo, considerando que la centroderecha es afín a la concesión de obras de infraestructura sociales.

Y pese a que ambos ministros han anunciado agendas —pro inversión y de concesiones, respectivamente—, la calificación al debe de su desempeño se mantiene por un fenómeno al que se suman otras carteras y que contrasta con la estrategia presidencial: las salidas de libreto.

Los protagonistas han sido varios: el ya mencionado Gerardo Varela (Educación) que le restó importancia a la demanda ciudadana de eliminar el lucro en educación, se enfrascó en un debate por las motivaciones de las marchas estudiantiles y tuvo una poco feliz alocución sobre el uso de preservativos por parte de sus hijos en el contexto de aumento en el contagio del sida; su par de Salud, Emilio Santelices, que tuvo que corregir su lectura por las cifras de esa misma enfermedad en Chile; Valente sobre la recuperación del prestigio del INE, olvidando el fracaso del censo de 2012; Fontaine y su evaluación positiva del taco de Semana Santa como una señal de las oportunidades y libertades de las personas; y del ministro de Justicia, Hernán Larraín, que en un contexto que consideraba “privado” (ante una audiencia de más de 100 personas) calificaba a todos los jueces como de izquierda.

Es que la lógica dicta que cuando un entorno funciona relativamente ordenado, los factores disruptivos son más visibles. O fusibles si viene al caso.

La Moneda ha hecho hincapié a sus ministros en que sean cuidadosos con lo que dicen y el contexto en que lo dicen, a fin de evitar desviar la atención en explicaciones que distraigan la agenda.

Con apenas un mes, se asume que las salidas de libreto son posibles, aunque evitables, pero son funcionales, porque las críticas se centran en los ministros, sin arriesgar el capital político presidencial.

Cuánta tolerancia habrá en el Ejecutivo, es algo que está por verse.

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