Por Víctor Hugo Moreno Marzo 1, 2018

Fueron cuatro días de retiro, una especie de claustro voluntario que vivieron a fines de marzo 100 jóvenes militantes comunistas —los más novatos de 14 años— en la retirada localidad de Colliguay, comuna de Quilpué. Los comunistas lo llaman campamento de formación. Es en esa instancia, que se realizó a fines de enero, en la que los aspirantes a llevar consigo la bandera de la hoz y el martillo deben interiorizarse de la cultura y el significado de ser comunista. Es la iniciación para un largo camino de reflexión sobre la razón y sentido que tiene la militancia. Ser comunista/marxista no es para cualquiera. Hay que ganarse un puesto.

Las jornadas de trabajo se dividen en dos áreas: prácticas y teóricas. En las primeras se desarrollan diversas actividades que van desde la actividad física —pues una parte importante para ser comunista es la promoción de la vida sana— hasta talleres acerca de cómo realizar propaganda política. En tanto, lo teórico se centra en el debate sobre la obra de Marx, Engels y otros autores. Pero en esta oportunidad también hubo espacio para el análisis de la contingencia interna con la visita de la ministra secretaria general de gobierno, Paula Narváez (PS), quien expuso lo que significa en la práctica ser gobierno, relatándoles a los jóvenes comunistas los avances en derechos sociales que se habrían alcanzado durante el mandato de Michelle Bachelet. Narváez estuvo toda la mañana del sábado 27 de enero compartiendo y respondiendo las inquisitivas preguntas de los presentes. Una de las razones de su presencia era explicarles a las nuevas generaciones por qué el Partido Comunista formó parte de la Nueva Mayoría y del gobierno.

 

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Poco después de recuperada la democracia —en 1996— fue la primera vez que el Partido Comunista, en ese entonces liderado por Gladys Marín, planteó formalmente a la Concertación la idea de formar una alianza democrática más amplia que los incluyera, pero que avanzara hacia transformaciones más profundas. Sin embargo, el portazo vino de inmediato, y sin matices desde las filas de la Democracia Cristiana, como recuerda Juan Andrés Lagos.

“La Concertación sabía que sin nosotros no podía volver al gobierno. Eso nos dio la posibilidad de poner sobre la mesa las demandas históricas del PC” (Daniel Jadue, Alcalde de Recoleta)

—El año 96, luego de una ardua reflexión, el PC hizo un pronunciamiento político y una propuesta que después se abrió camino. Allí se propuso un acuerdo nacional por cambios democráticos en temas como el sistema electoral, reforma laboral, verdad y justicia, entre otros, sobre la base de generar una convergencia que tuviera expresión electoral y que permitiera superar el riesgo de una derechización del país en el traslado del poder desde la dictadura hacia la democracia, que estaba generando una lógica de crecimiento electoral a la derecha. Nuestro planteamiento era mover el eje y evitar algo que ocurrió después: que la derecha llegara al poder. En ese momento, todos los partidos de la Concertación, salvo la DC, estuvieron de acuerdo. Fueron descarnadamente claros en decir que no iban a dar este paso, porque eso significaría romper los acuerdos políticos con la derecha— explica el ex secretario general del PC.

Tuvieron que pasar varios años y algunos hitos para que finalmente esa idea de gran alianza progresista tomara forma en 2013 bajo al amparo de la figura de Bachelet y con la derecha ya asentada en el poder. Ante ese nuevo contexto político y social, no quedó otro camino que fundar un conglomerado único en el mundo que reuniera en una misma casa común a democratacristianos con comunistas, y ya no sólo para firmar pactos electorales por omisión como había sido hasta ese entonces, sino derechamente para formar gobierno. El experimento era en serio y tenía un objetivo claro: recuperar el poder. Nacía así la Nueva Mayoría.

—Es importante para Chile que dos partidos que doctrinariamente se han enfrentado duramente (DC/PC) hayan entrado a una misma coalición, con un mismo programa de gobierno y con una misma presidenta. Y eso se explica porque desde los dos partidos se llegó a la conclusión de que para generar una gobernabilidad transformadora, ambos eran necesarios— dice Lagos en torno a la relevancia del proceso que permitió la creación de la Nueva Mayoría.

Quien también analiza el ingreso del PC en la coalición es el actual alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, quien destaca la impronta que logró introducir su partido en el proceso de transformaciones sociales.

—La Concertación sabía que sin nosotros no podía volver al gobierno. Eso nos dio la posibilidad de poner sobre la mesa las demandas históricas del PC. Si me preguntan, ¿la Nueva Mayoría es la Concertación más el PC? digo no, porque la voluntad política de cambios nunca estuvo en la Concertación. La diferencia fuimos nosotros junto a la Izquierda Ciudadana y el MAS—.

Jadue apunta, además, que desde un primer minuto se tuvo claro que la lucha dentro de la Nueva Mayoría iba a estar dada por la pugna entre los sectores conservadores o restauradores del proceso concertacionista y los transformadores aburridos de la inercia y el freno hacia los cambios profundos que, dice, pedía la sociedad.

—Nosotros planteamos un objetivo claro, sabiendo que iban a estar en disputa los sectores más conservadores con lo más reformistas, sabíamos que era indispensable dar este paso táctico para profundizar en materias que se estaban postergando por demasiado tiempo, como acabar con el binominal y avanzar en una reforma educacional y tributaria. A pesar de la derrota electoral, los objetivos del PC se cumplieron durante el paso por el gobierno. Lo que se ha hecho, por ejemplo, en lo referente a la cobertura en jardines infantiles con la calidad a escala mundial, no tiene parangón en la historia de Chile—explica Jadue.

Pese a los positivos balances, el paso del PC por el gobierno no estuvo ajeno a dificultades, tensiones y malos ratos. El partido se sintió plenamente cómodo en el llamado primer tiempo de Bachelet, con Rodrigo Peñailillo y Alberto Arenas como protagonistas; sin embargo, el golpe de timón que dio la mandataria con el arribo de Jorge Burgos y Rodrigo Valdés los complicó, porque veían como los viejos fantasmas de la Concertación trepaban nuevamente hacia el concepto del realismo, aunque al final se le agregara “sin renuncia”. Fue el momento de mayores dudas en torno a la determinación adoptada de ser gobierno, pues el alma conservadora se tomaba el mando. Las reformas corrían peligro, al menos en su plan original. Y eso pasó con la reforma tributaria que no los dejó conformes, menos ante las resoluciones que se tomaron en la llamada “cocina” del Senado, en la cual los comunistas no tuvieron voz ni voto. Eso fue un golpe. Pero desde la mirada pragmática de su doctrina y férrea disciplina siguieron adelante y buscaron instalar sus propios matices para el logro de las reformas.

 

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Durante el período estival las filas del PC han estado revueltas. En enero elaboraron un documento de 30 páginas que analiza su participación en el gobierno en estos cuatro años. Un proceso de reflexión que resume lo debatido en el comité central realizado ese mes. Pero también, han profundizado críticas hacia el actuar de sus socios de la Nueva Mayoría y del mismo gobierno, tanto en materia internacional como en el desenlace de la llamada operación Huracán. En el PC —a poco terminar la vida activa del conglomerado — ya actúan con mayor libertad. Por ello, han arremetido en contra del canciller Heraldo Muñoz, acusando al gobierno de defender una inminente injerencia de Estados Unidos en Venezuela. Así también reciben en su sede a la machi Francisca Linconao para que hable ante la prensa en Santiago sobre el montaje, del que dice haber sido víctima para inculparla en el asesinato del matrimonio Luchsinger-Mackay. A una semana del fin, el PC incomoda.

El PC se sintió plenamente cómodo en el llamado primer tiempo de Bachelet, con Peñailillo y Arenas como protagonistas, pero la llegada Burgos y Valdés fue un duro golpe.

Pese a esa actitud algo más confrontacional con sus socios, en el partido miran el futuro con un único camino posible: la convergencia entre los actores de la centroizquierda, sin exclusiones, pero en la ruta de la defensa y profundización de los procesos de cambios iniciados durante el gobierno de Bachelet. Por ello, a la casona de Vicuña Mackenna durante estas últimas semanas han llegado los dirigentes del Frente Amplio para aunar posturas en esa búsqueda de la convergencia. Y, según explica Juan Andrés Lagos, tan mal no les ha ido:

—Estamos en bilaterales con las distintas fuerzas del Frente Amplio y en general no tenemos una posición absolutamente concordante, pero hay sentido de que puede comenzar a desarrollarse en distintos niveles. Hay un espacio. Porque si todas estas fuerzas van fragmentadas, incluida la DC y nosotros, en las elecciones de gobernadores regionales la derecha puede ganar en todas. Estamos buscando ese entendimiento, y no nos ha ido mal—comenta.

El PC aprovecha el letargo de sus socios del PPD, PS, PR, DC para comenzar a liderar un nuevo proceso sin nombre, pero que apunte hacia esa convergencia de la izquierda.

Pero hay otros temas que les preocupan, sobre todo a las Juventudes Comunistas (JJ. CC), y es la recuperación de la identidad comunista en el movimiento de masas. Dentro de las JJ. CC. hay conciencia de que es un tema importante para el devenir del partido y de la izquierda, sobre todo pensando en recuperar el liderazgo que por mucho tiempo tuvo el partido, tanto en el movimiento obrero como en el estudiantil. El presidente de la “J”, Camilo Sánchez, lo explica:

—El debate será sobre cómo podemos aportar a que las organizaciones de masas tengan poder por sí mismas, y tenemos que colaborar en ello como Juventudes Comunistas. En los últimos años hemos tenido un movimiento estudiantil que no se sintió protagonista en un momento en que las reformas que se discutían eran sus propias demandas. Necesitamos un movimiento estudiantil que se sienta más protagonista. Las conducciones del movimiento estudiantil no pusieron en primera línea la convergencia con los movimientos sociales.

Este fin de semana la JJ. CC. realizará un pleno de su comité central, en el cual abordarán las líneas de acción que deben seguir en torno a la relación con los movimientos sociales y cómo recuperar, entre otras cosas, la creatividad en la exposición de sus demandas. Además, analizarán la importancia de la convergencia con miras a los próximos procesos de elecciones, pues, según enfatiza Sánchez, a ese proceso no se puede llegar dispersos.

 

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Marcos Barraza fue el primer ministro comunista en llegar a La Moneda desde la Unidad Popular. Su arribo a Palacio, en 2015, a la cartera de Desarrollo Social, fue un gesto concreto de Bachelet a los comunistas. Fue el ministro que lideró la consulta indígena para el proceso constituyente, y también quien alertó desde un primer minuto que la operación Huracán no era más que una operación mediática. Incomodó, pero siempre contó con la venía de la presidenta, casi sin matices.

Barraza destaca los avances que consiguió en su gestión, destacando la creación de la Subsecretaria de la Niñez y la Ley de Inclusión laboral.

—Mi partido contribuyó sin dobleces a sacar una agenda que le cambió la cara al país, apoyando la conducción de la presidenta Bachelet. Las reformas que les cambian la vida a las personas no serían posibles sin la voluntad política de ella.

Respecto a la tesis —que el mismo PC detalla en el documento emanado del comité central de enero— sobre el revés que significó el concepto de realismo y la moderación de la agenda, Barraza afirma que pese a ese momento de dudas, al final el proceso reformista siguió adelante.

—Como ministro siento que pudimos mantener las lógicas iniciales en la gran mayoría de los temas y que, pese a los desajustes que se produjeron en algunos momentos, las metas y logros salieron a flote. Haber podido crear el Registro Social de Hogares; implementar la nueva metodología multidimensional en la Casen y actualizar los parámetros de consumo para la medición de pobreza por ingresos; articular una agenda legislativa de corte social y  transformadora, en medio de un vendaval de críticas por las reformas estructurales del gobierno significó trabajo riguroso y exigente, así como capacidad de diálogo con las fuerzas políticas. No dudamos ni un minuto en que había que seguir adelante cualquiera fuera el escenario, que en política siempre es cambiante— enfatiza.

Con todo, y pese a las diferencias, los comunistas están optimistas después de su paso por el gobierno de la Nueva Mayoría y ,más aún, ahora intentan liderar un nuevo proceso de unidad apenas el 11 de marzo se ponga fin al contrato firmado en 2013 con Bachelet como testigo principal. Para los comunistas, sin unidad la izquierda nuevamente será vencida.

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