Por Víctor Hugo Moreno // Fotos: Sergio López Marzo 22, 2018

Juan Ignacio Latorre (RD, 39 años) aún no se contagia de algunos vicios que tiene el Parlamento: es casi el único senador que se mantuvo incólume las dos horas y media que duró la sesión del martes pasado, en donde se discutían dos proyectos de ley: las horas de educación física en los colegios, y los despidos de docentes en colegios municipales. Latorre sólo escucha las intervenciones de sus colegas, no interviene. Y no se mueve de su escritorio, a diferencia de la mayoría de los otros senadores que aprovechan el tiempo para ir a la cafetería, para conversar con los periodistas que caminan por los pasillos o simplemente para irse a sus casas antes de la hora de cierre. El nuevo senador cumple con los rituales, aunque no con todos: antes de la sesión lo llaman para tomarse la foto oficial y le ofrecen una corbata, pero la rechaza. Algo que no transa es su vestimenta semiformal; sobria, pero jamás con corbata.

“Nosotros, al menos un sector del Frente Amplio, no queremos entrar en política para ser testimoniales, queremos gobernar Chile. Y para eso necesitamos mayorías sociales y políticas”

Latorre nació en una familia política. Su padre fue director de la Corfo en Valparaíso y siempre el tema estuvo sobre la mesa. La enseñanza básica la realizó en un colegio con número en la comuna de La Reina y no precisamente porque sus padres no tuvieran los recursos para pagarle uno particular, sino que por una opción ideológica: para que él y su hermana un año mayor aprendieran lo que significa estudiar en un colegio público. Para la enseñanza media, sus padres decidieron trasladarlo a un colegio particular, para enfrentar con mayor preparación la Prueba de Aptitud Académica.

Desde adolescente su interés estuvo en los temas sociales. Se acercó a los jesuitas y aprovechó de reafirmar su fe católica: se bautizó y confirmó. Una carta de los provinciales de la orden de América Latina escrita el año 1998 fue una lectura que lo marcó en su interés por el mundo social, el que mantuvo sin mezclarlo con lo político hasta muchos años después, en 2013, cuando encontró un domicilio en Revolución Democrática. Pese a que por su línea biográfica podría haber ido directo hacia la Democracia Cristiana (católico, trabajo en lo social y comunitario), el rol de la DC en el golpe militar fue un impedimento insalvable. Además que nunca pudo encajar con el proyecto de la Concertación por la aceptación del modelo neoliberal. El año 2008 partió a España a estudiar un magíster en Políticas Sociales y Gestión y un doctorado en Economía Social que aún no termina y que ahora con su rol de senador parece aún más lejano.

Ya de vuelta en Chile en 2011 vio cómo surgía un movimiento social inédito. Y eso lo alentó a buscar un lugar desde la política. Las figuras de Camila Vallejo y Giorgio Jackson captaron su atención, pero la primera era comunista, partido que considera algo atrasado, por lo que lo motivó más la figura del entonces dirigente de la FEUC. Se acercó a él y comenzó a trabajar en el proyecto que en 2012 se convertiría en RD. Para Latorre  era un proyecto democrático, sin vicios y con renovación. Su militancia siempre transitó por un bajo perfil, más bien abocado a la formación política, además de que nunca dejó su rol de investigador y docente en la Universidad Alberto Hurtado. Pero sin buscarlo, se le presentó la opción de postular al Senado.

Latorre se saltó todos los cargos previos de quien postula a una senaduría, para convertirse en el único representante del naciente Frente Amplio en el hemiciclo de la Cámara Alta luego de conseguir el quinto cupo que daba la Región de Valparaíso. Pero afirma que este logro aún no significa nada. El gran triunfo para él sería que el Frente llegue el gobierno. Esa es su gran obsesión.

 

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—¿Se podrá llegar a tener una educación pública de calidad para que a los estudiantes no les pase lo de usted que tuvo que emigrar de un colegio con número a uno pagado para asegurar un mejor futuro?

—Es la pelea que daremos, tenemos que ir hacia allá. Nos hemos demorado mucho como sociedad. Se ha ido acrecentando la segregación, tenemos que poner la educación pública como estándar de calidad para todos, porque la segregación que existe dejó fuera de la reforma al 7% de colegios pagados, tenemos que ir avanzando.

—La gente hoy prefiere pagar, si es que puede, por la educación de sus hijos, ¿cómo se cambia ese fenómeno?

“Evo Morales, más allá de La Haya, es un referente para la izquierda latinoamericana.”

—Eso es parte del cambio cultural neoliberal que se impuso en la ciudadanía tanto en dictadura como en democracia y que ha ido alimentando el llamado contrato neoliberal. Ese es el desafío del Frente Amplio: superar ese contrato de derechos sociales. Tenemos mucha pega, pero hay que ir hacia allá. En Europa, en países capitalistas, los colegios públicos son de calidad, te toca ir al colegio del barrio y no hay diferencias. Eso es posible igual en sociedades capitalistas, lo que pasa es que en Chile estamos en una sociedad muy neoliberal.

—¿Qué lo motivó a entrar a RD?

—Era un espacio nuevo, en construcción, gente joven, bien preparada, y con un liderazgo de Giorgio a quien le puse fichas: dije este cabro me convence, le compro. Empecé a ver que se acercaban no puros universitarios, gente de la Católica que era un temor que tenía. Me pareció un espacio atractivo y de deliberación democrática

—Pero ideológicamente, ¿qué le atraía de RD?

—Ideológicamente todavía no estaba muy definido, lo cual para mí era muy interesante, no venían con un manifiesto, era todo en construcción.

—¿Y cómo surge su candidatura  al Senado?

—Yo estaba a cargo de la formación política de RD y me tocó organizar el congreso de 2016 donde decidimos levantar el Frente Amplio como tercera fuerza, y nosotros de alguna manera liderar ese espacio. Se venía el 2017 y decidimos que había que levantar una carta presidencial competitiva y salir a disputar todos los espacios. Yo me sentí muy corresponsable para empujar este proceso. Estuve mucho tiempo ese año preguntándole a mucha gente si quería ser candidato a diputado o senador, y muchos me decían que era complejo, muchos peros que eran muy normales y miedos de mucha gente valiosa,y un día me hago la pregunta yo mismo. Hablé con Giorgio y me dijo que me tenía que hacer mi espacio, que había harta gente con hambre. Yo me puse a disposición donde me tocara.

—En una de las primeras entrevistas que dio en TV luego del triunfo parecía sorprendido, poco convencido de que había llegado al Senado.

—Fue intenso, vino una vorágine de medios y cosas a las que no estaba acostumbrado, sobre todo en enero. Fui asimilando todo con la idea de no marearme. Es un senador, no hemos ganado nada. Hemos conseguido poco, yo quiero que el Frente Amplio llegue para quedarse, pero no sólo para administrar el boliche, o reemplazar a los viejos, queremos cambiar las cosas, salud, pensiones, y ahí cuando ganemos eso voy a estar contento.

—¿Cómo se ha ido acostumbrando al trabajo de senador en estas dos primeras semanas?

—Me llamó la atención y me dio mucha rabia un proyecto que en teoría parecía supersimple, de bajar la velocidad de 60 a 50 km/h en zonas urbanas. Se pone en tabla y se perdió, porque muchos colegas de la centroizquierda no estaban en la sala y ganó la derecha y no se aprobó el artículo. Eso ayuda al desprestigio del Congreso. Yo sé que vengo a una institución muy desprestigiada, lo tengo clarísimo. Por ahora, quiero estar un tiempo observando harto, antes de intervenir que, además, es bien para la galería, nadie te escucha, no tienen mucha relevancia las intervenciones, muchos conversan, miran sus celulares. Me parece que es poco serio. Además, dan cinco minutos para hablar, algunos se toman todo ese tiempo y repiten las ideas. Es bien desordenado el trabajo. Se escuchan poco, no tengo la ansiedad de hablar tampoco, para escucharme yo mismo.

 

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—¿Se siente más representante de RD o del FA en el Senado?

—De ambos, RD es parte del FA y tiene una responsabilidad enorme de que esto no sea una moda, sino un proyecto sostenible. No debemos quedarnos pegados en peleas chicas, fragmentarnos en peleas por la prensa, o que surjan intereses individuales, caudillismos. No debemos desperfilar el proyecto colectivo.

—Pero puede que contrasten las posturas de RD y el FA en algún proyecto.

—Puede que se dé el caso que RD tenga una postura y el FA otra, pero la ruta de todos sigue siendo el programa presidencial de Beatriz Sánchez.

—¿Cómo ha sido el proceso de construcción del FA en este año de vida?

—Ha sido un proceso bien participativo, muchos técnicos y se levantó un programa presidencial ambicioso, que nos unió. Luego vino un año electoral, negociando listas parlamentarias con buen resultado. Cualquiera de estas cosas pudo haber quebrado al Frente, sin embargo, no pasó.

—Si bien hay líneas generales que comparten, como el programa, ¿cómo van a ir resolviendo temas más específicos dada la diversidad de fuerzas que existen en el FA?

—Vamos a ir viendo, hemos aprendido de la experiencia del Frente Amplio uruguayo. Con RD estuvimos viajando permanentemente a Uruguay. Y una de las cosas que aprendimos de ellos, que son fuerzas más diversas que acá, y nos decían que hay que poner en el centro lo que nos une. Podemos tener diferencias sobre Venezuela y Cuba, pero hay que poner lo que nos une.

—¿Cómo se construye ahora la oposición dentro de este nuevo progresismo que se puede estar formando entre ustedes, la ex Nueva Mayoría y quizás también la DC?

—Habrá mucho diálogo político acá en el Parlamento. No creo que actuemos en bloque, no vamos a actuar todos juntos.

—¿Ve un buen ánimo de los actores a fin de generar un acercamiento para cohesionar a una oposición que compita en las próximas elecciones?

—Veo ciertas personas con esa disposición, mientras que otras están más reticentes. También en el FA hay algunos más abiertos al diálogo con otras fuerzas y otros más en la trinchera. Yo creo que el tenor de la oposición lo irá marcando el mismo gobierno. Si va al choque, se encontrará con un tenor más duro. Hay que ir pavimentando el camino para acuerdos más amplios. Entendemos que lo que hoy es el Frente Amplio no es suficiente para gobernar Chile, si nos conformamos con eso, nos quedamos en una oposición testimonial, pero que sigue siendo minoría. Nosotros, al menos un sector del FA, no queremos entrar en política para ser testimoniales, queremos gobernar Chile y para eso necesitamos mayorías sociales y políticas. El FA debe ampliarse e ir madurando.

—¿Ha logrado madurar bien el FA?

—Todavía nos falta a todos experiencia política. Imagínate que nuestros diputados más avezados tienen 30 años. Pero hemos ido ganando esa experiencia, vemos lo que hace Jorge Sharp en Valparaíso, él es un referente de la nueva izquierda chilena.

—¿Chile debe o no dar mar con soberanía a Bolivia?

—Lo que se dice es que Bachelet con Morales estuvieron cerca de firmar un acuerdo, pero finalmente no se concretó y todo terminó mal, y Evo tampoco lo ha hecho muy bien; ha politizado el tema. Él también está usando el caso para su beneficio electoral, y en ese sentido tira el tejo pasado, y es parte del espectáculo político.

—¿Qué le pareció que el FA no haya estado en La Moneda viendo los alegatos, y la selfie de algunos diputados con Evo Morales en el cambio de mando?

—Son dos cosas: la invitación nos llegó a última hora y decidimos no ir, pero no en una parada de que estamos apoyando a Bolivia ni nada, sino que no nos gustó la forma. Y la selfie es otra cosa, a mí me preguntaron informalmente si podría juntarme con Evo y dije que no había problemas. Para muchos de nosotros Evo es un referente importante de la izquierda. El vicepresidente García Linera para muchos de nosotros es un referente intelectual. Evo, más allá de La Haya, es un referente para la izquierda latinoamericana.

—¿Y por qué no se reunió?

—Finalmente, hubo problemas de agenda y no se dio. Pero insisto, nosotros en el FA estamos por buscar una salida a la mediterraneidad de Bolivia, hay que buscar el mecanismo. No hemos definido el cómo, pero sí estamos de acuerdo con eso, aunque sea impopular hoy plantearlo.

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