Por Cecilia González Diciembre 7, 2015

A Gastón Gómez no le sorprendió que lo invitaran a ser parte del Consejo Ciudadano de Observadores del proceso constituyente que convocó Michelle Bachelet. Días atrás, desde el gobierno ya habían sondeado su voluntad de sumarse al proyecto, y aunque no les había dado una respuesta concreta, su trayectoria como abogado y profesor de Derecho Constitucional lo hacían suponer que podía ser considerado en una iniciativa como esta.

“He participado en prácticamente todas las plataformas constitucionales donde ha habido algún debate público sobre esta materia, de manera que sentía que había una posibilidad de que me pudieran llamar”, dice el abogado, quien se tomó algunas horas para pensarlo, pero ese mismo día dijo que sí.

Convencido de que el debate constitucional ya está instalado, Gómez ha sido uno de sus participantes más multifacéticos. Es miembro del consejo directivo de #TuConstitución, la plataforma creada por la fundación de Ricardo Lagos que busca incentivar la participación ciudadana en la discusión constitucional; fue organizador de las discusiones que el año pasado reunieron por dos meses en el seno del CEP a un grupo transversal de 30 profesores de derecho para debatir en torno a la necesidad de reformar la Constitución, conversaciones que derivaron en el libro “Diálogos constitucionales”; y es parte del grupo de expertos que trabajan en la propuesta constitucional de Chile Vamos. Cercano a RN, también es miembro de los directorios del Consejo Nacional de Televisión y del Museo de la Memoria.

Gaston Gomez

¿Cómo se tomó el nombramiento de la presidenta?

—Como un desafío interesante, pero con una gran responsabilidad. Quieres que la gente pueda confiar en que vas a hacer un buen trabajo, conjuntamente con desempeñarse bien en todo lo otro que estás haciendo. E inevitablemente, con algo de temor a la inmensidad que significa trabajar un año en esto y porque la opinión pública va a estimar si esto se hace bien o se hace mal. No es fácil.

—El jueves pasado el Consejo se reunió por primera vez, ¿cuál fue su primera impresión del equipo?

—Es un equipo que reúne transversalmente distintas experiencias de vida, estilos, trabajo, dedicaciones, posiciones políticas –me imagino que religiosas también, pero todavía no hemos hablado de eso–, pero debo decir que es un equipo que representa de alguna manera una cierta idiosincrasia plural y diversa del país, aunque debo enfatizar que el grupo no tiene nada que representar, porque nadie representa a nadie en ningún sentido.

Esa es la mayor crítica que se ha hecho al consejo, tanto en la derecha como en la izquierda. Que no representa a nadie.

—Es una crítica absurda, porque el grupo no pretende ser representativo de nada, sólo de expresar una cierta diversidad que el país tiene, nada más. Podrían haber 20 personas más iguales o 10 menos, no habría en rigor ninguna diferencia porque no es representatividad lo que se busca, la representatividad es una cuestión bastante técnica.

Desde que Bachelet dio a conocer el proyecto Constitucional en su sector ha existido el temor a que el proceso sea imparcial. Desde ahí nace en parte la necesidad de fiscalizar el proceso. ¿Para eso no se necesita representatividad?

—No, porque no se pretendía que fuera un grupo que fiscalizara al gobierno o que fiscalizara la Constitución. Simplemente que tuviera una expresividad en relación a la sociedad de Chile, y que pudiese tener un punto de vista serio, imparcial, en algunos momentos técnicos sobre el proceso constituyente.

Es un grupo bastante variopinto… 

—Probablemente hay actividades, profesiones, dedicaciones, experiencias que a uno le parece más o menos vinculada para revisar un proceso constituyente, pero a mí me ha sorprendido que las personas que uno cree que no tenían la expertise necesaria para pronunciarse dieron su punto de vista y actuaron con mucha seriedad.

¿Y se necesita expertise para hacer un trabajo como este?

—Es bueno que las haya, aunque no todos tienen que tenerla. Lo que se va a juzgar es un proceso constituyente en tanto a su transparencia, seriedad, imparcialidad, independencia, correcto gasto público… cualquier ciudadano del país puede juzgar esas cosas. Pero es bueno que haya un cierto lenguaje técnico. El consejo es una buena combinación de expertos y no expertos.

¿Qué es imparcialidad en un proceso como este?

Imparcialidad significa que el Estado y el presupuesto público no sean usados para impulsar una determinada posición respecto de lo que el país requiere en una cuestión constitucional. El debate constitucional es un debate muy serio, que abarca a toda la sociedad política, y no se pueden usar ni lo recursos ni la estructura pública para impulsar una sola visión. Usar los recursos públicos para impulsar una sola alternativa es jugar con los dados marcados.

Es cierto que hay cierta vaguedad general sobre los límites del Consejo, porque se trata de una institución que no había existido hasta ahora en el país, pero yo creo que con el correr del tiempo van a ir definiéndose las cosas y se irá formando una práctica acerca de cómo desarrollar nuestro trabajo

En la opinión pública existe confusión respecto de cuál va a ser el rol del consejo. ¿Cuál es el alcance de sus facultades?

—Nosotros podemos verificar y dar testimonio de todo lo que observemos durante este proceso. Observar con seriedad, auscultar en profundidad la imparcialidad de la campaña que el gobierno lleve a cabo y la correcta inversión de los gastos públicos. E imagino que el gobierno tendrá el suficiente talento para permitir que se cumpla este mandato, para lo cual tiene que abrir todas las posibilidades para que nosotros podamos emitir un juicio con total seriedad, como veedores y ministros de fe. Tengo la esperanza fundada de que si el gobierno ha creado una comisión de esta naturaleza es porque le va a prestar todo el apoyo que merece.

Porque no son un órgano fiscalizador, propiamente tal, pero tampoco son una comisión consultiva

—Por eso yo prefiero decir veedor y ministro de fe, y para cumplir las dos cosas se requiere que el gobierno hable con total transparencia sobre todo lo que está haciendo, que lo ponga arriba de la mesa para que podamos debatirlo con seriedad. Es cierto que hay cierta vaguedad general sobre los límites del Consejo, porque se trata de una institución que no había existido hasta ahora en el país, pero yo creo que con el correr del tiempo van a ir definiéndose las cosas y se irá formando una práctica acerca de cómo desarrollar nuestro trabajo. Y yo creo que el gobierno, tal como lo ha prometido, no va a poner ningún obstáculo para esto.

“Tengo la impresión de que tenemos que hacer algo pronto y serio por revisar nuestro régimen presidencial”

—En la reunión que tuvieron ya hubo un desacuerdo importante respecto del eslogan que se va a utilizar en la campaña, aunque encontraron una solución en conjunto. ¿Es un buen augurio?

—Si. Hubo una discusión porque algunos creimos que el slogan “nueva constitución” como cierre de los spots televisivos era indirectamente apoyar el punto de vista constitucional del gobierno. Después de una discusión franca acordamos por unanimidad proponer “por una Constitución debatida en democracia”. Todo esto demuestra que al menos en los inicios hay una gran disposición de llegar a acuerdos y diálogos entre todos los consejeros.

También hubo tensiones con el gobierno…

—Creo que el gobierno tendrá que entender que este es un proceso complejo y que hay que dar todas las garantías, y que si cito a un consejo para que este opine y el consejo opina que aquí hay algo del todo apropiado, dé las medidas para corregirlo. No veo qué otro sentido puede tener convocar a un consejo de esta naturaleza. No me haría sentido que el Consejo haga observaciones y el gobierno no las tome. En la reunión se hicieron muchas observaciones y me pareció que el gobierno las acogió casi todas, con muy buena voluntad y disposición a corregir. De manera de que yo estoy esperanzado de que se adopten las decisiones correctas.

¿Cuál cree que serán los principales desafíos que tienen de aquí al próximo año?

—Es una tarea larga, mantener la intensidad y la intención de trabajar de todos los consejeros durante un año, con todas las cargas que tiene cada uno no será fácil. Van a haber momentos de tensión, pero se tendrá que buscar la forma de solucionarlos. También creo que realizar una labor en terreno lo suficientemente eficiente y eficaz, que no sea solamente revisar las campañas que a uno le presenten en un escritorio, sino que los cabildos y los debates públicos que se producen a nivel municipal o provincial en todo el país es una tremenda tarea, de manera que hay desafíos muy significativos.

¿Qué le dice a las personas que creen que el Consejo no va a ser más que testimonial?

—Yo entiendo que la opinión pública tenga razones para ser escéptica y entiendo cuáles son esas razones: algunas se vinculan a diferencias políticas, otras se vinculan con el contenido de las decisiones que el gobierno ha tomado en esta materia, otras se pueden explicar porque no comparten la integración o la identidad de quienes participan en el consejo y por último por una sensación general de sospecha de los poderes públicos hoy día, muy extendida. Yo entiendo eso y lo acepto, pero creo que la única forma que podemos superarlo es dando prueba concretas de que tenemos la disposición de hacer las cosas bien, de trabajar con seriedad, mancomunadamente y que con el tiempo se irá viendo si lo hacemos, no hay mucho más que yo pueda prometer.

¿Está de acuerdo con el diagnóstico de que hay que cambiar la Constitución? 

—Hoy día en el espectro hay todo tipo de usos de frases y palabras que tienden a ocultar lo que verdaderamente constituiría un debate constitucional genuinamente. Decir “Chile necesita una nueva Constitución” sin decir para qué ni cuáles son esos contenidos, pareciera ser una cosa absurda. Y por otro lado, están lo que piensan que la Constitución no hay que discutirla ni cambiarle ninguna coma, como si la cuestión constitucional no fuese algo que admite revisiones. A mi juicio las dos posiciones son equivocadas.

Si tú convocas a una asamblea constituyente, convocas a un poder soberano y si convocas un poder soberano, quiere decir que no puede haber otro poder soberano. Todos los poderes públicos tendrían que renunciar, ¿lo que están pidiendo es que la presidenta renuncie?

¿Qué es lo correcto entonces?

—Soy de la opinión de que la cuestión constitucional está instalada y de que la Constitución actual, aun cuando tiene muy buenas instituciones, ya es parte del debate, por lo que me parece importante entrar a ese debate. Ahora, si el debate constitucional es un árbol de pascua donde cada uno pone lo que le gustaría, yo creo que hay cosas que no debemos modificar, otras que podríamos modificar y hay otras que yo abogo que modifiquemos.

¿Por ejemplo?

—Sobre lo que hay que modificar, tengo la impresión de que tenemos que hacer algo pronto y serio por revisar nuestro régimen presidencial. Lo que podríamos modificar, el quórum de las leyes o la preservación de algunas instituciones, como el Consejo de Seguridad Nacional, son cosas que se pueden discutir. Y donde me parece que no debiéramos innovar es en el conjunto de derechos fundamentales que contempla la Constitución, que me parece una buena definición, aunque perfeccionable desde luego. Hace falta un debate de contenidos, aunque también es importante discutir la forma. Por eso me parece que si queremos llevar a cabo esta discusión de la seriedad el Congreso Nacional es el mejor mecanismo para hacerlo.

¿Esa es su opción dentro de los cuatro mecanismos que definió la presidenta?

—No sólo me parece el mejor, es lo que dice la Constitución. Ahora, si el Congreso es inteligente, si es dúctil y si quiere entender los tiempos, va a implementar un procedimiento que permita mayor incidencia ciudadana. Y en definitiva, por último que sea el país el que se pronuncie a través de un plebiscito.

Pero en la ciudadanía hay mucha desconfianza en el Congreso.

—Pretender tener algún tipo de discusión constitucional sin tener ningún tipo de representatividad me parece sencillamente un ejercicio de fascismo intelectual. Si alguien cree que vamos a discutir esto en sucesivos estadios nacionales, eso no va a pasar nunca seriamente. Inevitablemente vas a tener que buscar alguna forma de representatividad democrática, y el parlamento hoy, mañana y siempre ha sido la institución que lleva 200 años haciendo funcionar a este país ininterrumpidamente. Puede que algunos parlamentarios estén perseguidos, puede que haya algunos problemas de transparencia, pero no  creo que ponga un manto sobre la labor del parlamento.

¿Qué piensa de la opción de conformar una Asamblea Constituyente?

—No la entiendo muy bien. No sé lo que significa una asamblea constituyente, según lo que he oído de algunos expertos que hablan de ello.  La gente habla de la asamblea constituyente pero no sabe qué es lo que está propuesto. Yo te pregunto una sola cosa. ¿Quién convocaría la asamblea constituyente? ¿La presidenta? Nadie sabe. ¿El congreso? No tiene facultades para hacer eso. La presidenta tampoco. ¿Entonces quién convocaría una asamblea constituyente? ¿Cómo elegimos una asamblea constituyente? ¿Conforme a qué reglas? Nadie sabe. Si tú convocas a una asamblea constituyente, convocas a un poder soberano y si convocas un poder soberano, quiere decir que no puede haber otro poder soberano. Todos los poderes públicos tendrían que renunciar, ¿lo que están pidiendo es que la presidenta renuncie? Eso es una asamblea constituyente, un poder que no tiene reglas.

 

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