Por Juan Andrés Quezada Mayo 20, 2015

El influyente lobbista lograba extender sus redes a niveles nunca antes vistos: dos ministros, el presidente de la Cámara, Marco Antonio Núñez; su hijo Carlos Correa como jefe interino de la Secom; y las principales empresas del país haciendo fila para contratar sus servicios.

A mediados de abril, Enrique Correa (69 años) tenía lista la operación que podía dar un respiro a la mayor crisis del gobierno. Desde su consultora de lobby y comunicación estratégica, Imaginacción, y junto a su asesor Juan Carvajal, prepararon en detalle las declaraciones a la prensa que daría en esos días el ex jefe del Servicio de Impuestos Internos, Ricardo Escobar. Entonces el abogado lanzó su tesis de que los casos de financiamiento irregular de la política no son delito, ni electoral, ni tributario, por lo que el SII no tendría razón de querellarse.

El informe de Escobar circuló como una tabla de salvación a la cual se aferraron en el comité político de La Moneda y también en las oficinas de Penta y SQM. El argumento jurídico no era del todo desinteresado: el ex director del SII es socio del estudio Bofill Escobar Abogados, que defiende a ejecutivos de Penta y a Julio Ponce Lerou de SQM. Pero además, Imaginacción a través de su Departamento de Asuntos Públicos, lleva las cuentas de ambas empresas investigadas por recibir boletas ideológicamente falsas.

Con la jugada, Correa lograba, fiel a su estilo, equilibrar varios intereses: por una parte, ayudar a los clientes de su consultora, pero, por otra, mostrar una salida al ex ministro Rodrigo Peñailillo, con quien había logrado estrechar lazos en los últimos años y era su principal contacto en el gabinete. Sin embargo, a diferencia de otras de sus exitosas gestiones reservadas, esta vez el plan fracasó. El SII finalmente se vio presionado por la fiscalía a querellarse en algunos casos y la presidenta Michelle Bachelet resolvió remover a todo su equipo político.

En cualquier caso, en Imaginacción el balance frente al nuevo gabinete fue más de dulce que agraz: si bien Correa lamentó en privado la caída del titular del Interior -de quien valoraba su trayectoria meritocrática y apostaba que podría levantarse como una carta presidencial en algunos años más-, del mismo modo celebró la llegada de dos hombres de su máxima confianza a La Moneda: los nuevos ministros de la Segpres, Jorge Insunza (PPD), y de la Segegob, Marcelo Díaz (PS).  El primero fue gerente de Comunicación Estratégica de Imaginacción entre 2011 y 2013, el segundo es considerado un “hijo político” de Correa, ya que éste lo ayudó a forjar su carrera desde inicios de los 90.

De un momento a otro el influyente lobbista, y uno de los fundadores de la Concertación, lograba extender sus redes a niveles nunca antes vistos: dos ministros en el comité político; la nueva presidenta del PS, Isabel Allende, con quien tiene contacto permanente; el nuevo presidente de la Cámara de Diputados, Marco Antonio Núñez (PPD), otro de sus discípulos; su hijo Carlos Correa como jefe interino de la Secretaría de Comunicaciones, Secom; y las principales empresas del país haciendo fila para contratar sus servicios. Y tal vez lo más importante: su discurso de vieja guardia concertacionista, que había repetido el 2014 respecto a la necesidad de diálogo y que era errónea la lectura de que la sociedad chilena giró hacia la izquierda, al parecer al fin había permeado en La Moneda. “En una democracia hay un solo modo de construir reformas profundas y duraderas: a través de grandes acuerdos”, señaló en noviembre a Qué Pasa.

PUENTES AL BACHELETISMO
Hubo momentos difíciles. Varios recuerdan hace diez años -el 2005- cuando tras ser forzado a renunciar al PS por oponerse al royalty minero, decidió apoyar la fallida candidatura presidencial de la DC Soledad Alvear frente a Bachelet. Su opción perdió y la actual presidenta lo puso en una libreta negra de la cual le ha costado esfuerzo salir. De hecho, hasta el día de hoy nunca ha logrado ganarse del todo la confianza de ella. Pero sí ha conseguido influir en su círculo más cercano. Un paso clave fue el que dio en febrero de 2012 cuando, en coordinación con Rodrigo Peñailillo, conformó un grupo de trabajo para hacer frente a lo que podía convertirse en el mayor problema de la candidatura de Bachelet: la investigación judicial por las víctimas del 27/F. El equipo, en que trabajó a nombre de Imaginacción el actual ministro Insunza, contactó abogados penalistas, diseñó una estrategia comunicacional, y asesoró al ex subsecretario del Interior, Patricio Rosende, para evitar que el caso escalara. El propio Correa dio entrevistas defendiendo a Bachelet y criticando al gobierno de Sebastián Piñera.

El 2013 hizo otro gesto bien mirado en el bacheletismo: en la senatorial Santiago Oriente decidió apoyar a su ex compañero del MAPU Carlos Montes, en vez de a su aliada Soledad Alvear. Un asunto que aún resiente la ex senadora, pese a que el entonces consultor y hoy gerente de Imaginacción, Moisés Valenzuela (DC), se tomó unos meses libres para ser su jefe de campaña.

Fue ese año cuando el hijo de Correa, el ingeniero Carlos Correa Bau, mientras era gerente de Asuntos Públicos de Imaginacción, paralelamente comenzó a colaborar con un equipo secreto de asesoría estratégica al comando de Bachelet. El grupo que integraban Álvaro Elizalde, Paula Walker y Robinson Pérez definía mensajes y giros en el curso de la campaña, como si se debía salir a buscar a los votantes de ME-O o de Parisi. La labor de Correa fue bien evaluada y Paula Walker lo invitó a ser su segundo en la Secom. No obstante, tanto en La Moneda como en Imaginacción dicen que él levantó una “muralla china” entre sus labores como asesor presidencial y la empresa de su padre y que son respetuosos con sus respectivos trabajos.

Así las cosas, los principales canales con La Moneda son los dos nuevos ministros. Desde que asumió la Segpres, Jorge Insunza ha debido dar varias veces explicaciones respecto a su vínculo con Correa, afirmando que en la consultora él trabajaba en Comunicación Estratégica -que ve posicionamiento de marca y manejo de crisis-y no en Asuntos Públicos, que es la sección que realiza lobby frente  a las autoridades. Aunque funcionan en la misma oficina de avenida Providencia con La Concepción, se trata de dos empresas con diferente RUT, gerentes, y listado de clientes. Si Insunza tiene un vínculo y lealtad profesional con Correa, el nuevo vocero de gobierno, Marcelo Díaz, tiene una deuda personal.

En el gobierno de Patricio Aylwin, cuando todos los ministros de La Moneda llevaron políticos experimentados a trabajar a sus respectivas cartera -Jorge Burgos fue jefe de gabinete de Enrique Krauss y Zarko Luksic de Edgardo Boeninger-, Enrique Correa, como ministro secretario general de Gobierno, sorprendió sumando como asesor clave de su staff a Marcelo Díaz, que era estudiante de Derecho de la Universidad de La República y se destacaba como dirigente de las Juventudes Socialistas. Luego Correa lo impulsó para que se fuera a perfeccionar al extranjero, donde cursó un máster en la Universidad Complutense de Madrid, y a su regreso, en el gobierno de Ricardo Lagos, lo respaldó para que asumiera en un alto cargo como director de planificación de Cancillería. Díaz no tardó en tomar vuelo propio siendo dos veces diputado con primera mayoría en La Serena y luego embajador del gobierno de Bachelet en Argentina.

Otro de sus hombres de confianza al interior del gabinete es el ministro de Energía, Máximo Pacheco, quien también transitó del MAPU al Partido Socialista: fue comentado el encuentro que tuvieron el año pasado durante un foro en el zócalo de Icare, cuando el ministro decidió quedarse especialmente para escuchar la exposición de Correa. “Me quedo a escuchar a mi asesor. Todo lo que aprendí de política, lo aprendí de Enrique Correa”, señaló en esa ocasión.

INTERESES PÚBLICOS, INTERESES PRIVADOS
“A Dios y a la política no se les cobra”, es una frase que acuña Enrique Correa. Si bien su numerosa lista de clientes privados, que maneja bajo estricta reserva, es la envidia de las otras agencias de lobby, Correa dedica gran parte de su tiempo a asesorar de forma gratuita a organismos sin fines de lucro y dar consejos a políticos. Conocidas son sus consultorías a la Iglesia Católica, de la que es cercano por su pasado de seminarista, o los contratos pro bono de Imaginacción con organismos como la Teletón, el Hogar de Cristo, Educación 2020 y el MAC.

Desde hace años integra el consejo directivo de la Fundación Salvador Allende, al punto que reuniones del directorio se han hecho en la oficina de Imaginacción. Su cercanía con la ex primera dama Hortensia Bussi se traspasó a su hija Isabel Allende. Correa ha apuntalado la carrera política de la senadora, la asesora en sus estrategias y entrevistas, y conversan frecuentemente por teléfono. Incluso Correa se la jugó públicamente porque ella llegara a la presidencia del PS, desmarcándose, en una difícil decisión, de sus amigos más cercanos, José Miguel Insulza y José Antonio Viera-Gallo, que apostaron por la opción de Camilo Escalona.

Y aunque por decisión estratégica de privilegiar a los privados, Imaginacción no asesora a ningún ministerio, no es raro que autoridades consulten y estén atentas a la opinión del ex ministro socialista en los más diversos temas. Quienes conocen a Correa, señalan que él vive en permanente dualidad de combinar su trabajo con la empresa privada -hoy las crisis de Penta y SQM son los asuntos prioritarios de su agenda-, y su interés por lo público, por intervenir en los debates nacionales y velar por la buena marcha del gobierno y el legado de la Concertación. Cuánto peso real tiene su palabra en el gobierno es un misterio del que pocos tienen la respuesta. Y él se encarga manejando los silencios de alimentar el mito en torno a su figura y a su poder.

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