Por Sebastián Rivas, desde Chicago Abril 1, 2015

© Drew Reynolds

"Con limitarse a su dolor y a dar una respuesta emocional y no racional eligió un camino que ya no rinde como antes. Hoy en Chile lo racional está recuperando su lugar, estamos pidiendo explicaciones. Bachelet dio una respuesta emocional: estoy dolida"

La escena ocurrió el sábado pasado en Boston, en el cierre del encuentro Políticas Públicas Chile, en la Universidad de Harvard. Cuando José Miguel Insulza, el secretario general de la OEA, inició la presentación final del evento, le dedicó una anécdota al expositor que había estado justo antes que él: Marco Enríquez-Ominami. La historia tenía como protagonista a Salvador Allende, y contaba que, antes de ser electo en 1970, él solía bromear con sus amigos, a raíz de sus tres postulaciones presidenciales previas, que su epitafio diría: “Aquí yace Salvador Allende, futuro presidente de Chile”.

48 horas después, el lunes y en la Universidad de Chicago -casa de los Chicago boys y donde expuso en un foro convocado por la organización Latin America(n) Matters-, Enríquez-Ominami confirma que ya tiene decidido que irá por su tercer intento de llegar a La Moneda. “Seré candidato en 2017”, plantea, con dos años de anticipación.

En este Marco 3.0 hay dos palabras que se asoman con cierta frecuencia: “racional” y “pragmático”. Habla de asamblea constituyente, pero de ser responsable con las promesas. Y además toma distancia de la presidenta Michelle Bachelet tras la polémica sobre los negocios de Caval. Su crítica es dura: afirma que está “paralizada”, dice que eso provoca un “bloqueo” en el país y advierte que, de no reaccionar, puede terminar comprometiendo al programa de reformas completo.

-En diciembre usted decía esto sobre Bachelet: “Veo a una presidenta mejor inspirada que en el primer periodo, menos conservadora, más progresista, la veo decidida”. ¿Sigue pensando lo mismo tras el caso Caval?

-Creo que Michelle Bachelet fue electa por sus banderas, y que ella logre o no logre empujarlas no significa que las banderas vayan a quedar botadas. Eso está pendiente.

-Pero entonces hay un problema.

-Evidentemente, hay un megaproblema. Hay una parálisis en Palacio. En las monarquías las biografías se vuelven más importantes que las ideologías. Piensa en el rey Juan Carlos, la reina de Inglaterra. Y ahora estamos en una monarquía: el hijo de la presidenta cometió un error ético, hoy día, además, bajo la sospecha de si fue legal o no. La presidenta está paralizada y eso es un problema para las banderas que yo apoyo. Quiero recordar algo: siempre mi apoyo fue a las banderas. Yo no voté por ella en segunda vuelta. Mi juicio de diciembre tiene un punto de quiebre, que es el caso Caval.

-¿Cuán grave es ese quiebre?

-Es demoledor cada día que pasa. Este país que es plural, que es distinto, espera de la voz principal una voz sobre la ética, la conducta, la decencia. Yo hubiera esperado que, más allá de todas las consideraciones psicológicas, ella le pidiera la renuncia a su hijo, y que tuviera un juicio de valor sobre ese tipo de negocios. A Marx le impactaba cómo en un mundo agrícola se producía la plusvalía del suelo. Y tienes un hijo socialista, de una presidenta socialista, que se hace una pasada de 2.500 millones de pesos, en un país donde hay 10% de problemas de vivienda, 30 mil familias en campamentos y donde se les ha dicho a las familias que no se las puede reubicar porque hay un problema de suelo.

-Pero usted señaló hace poco: “No podemos ser tan obstinados como para negar el papel actual de Bachelet como motor político para el cambio social”. ¿Cómo se conjugan esos reconocimientos con su crítica actual?

-Ella está perdiendo una oportunidad inmejorable para reconstruir el país. Con limitarse a su dolor y a dar una respuesta emocional y no racional eligió un camino que ya no rinde como antes. Hoy en Chile lo racional está recuperando su lugar, estamos pidiendo explicaciones. Bachelet dio una respuesta emocional: estoy dolida. Sí, pero uno quisiera la respuesta racional. Es la que echo de menos. La solución a esta parálisis está en ella.

-¿Le decepcionó Bachelet en estos tres meses con lo que pasó?

-Michelle Bachelet abrazó cuatro reformas que tenían un cuarto de siglo de deuda y las impulsó de manera serena y prudente. La tributaria, donde no me gustó el camino que eligió y donde va a recaudar un monto insuficiente. La reforma del fin de la selección, el lucro y el copago: aunque fueron incapaces de conectar eso en el discurso con calidad, fue un tremendo triunfo. Tercero, sistema electoral: no es un buen sistema electoral el que hay, pero el que había antes era obsceno. Y la cuarta, el Pacto de Unión Civil. Tengo una evaluación positiva de su impulso transformador y estoy preocupado de su parálisis, porque se pierde un tiempo valioso.

-¿La presidenta está perdiendo entonces esa oportunidad?

-Yo las banderas no las voy a dejar botadas. Me sentiré honrado, si ella no quiso o no pudo concretarlas, de retomarlas: ellas no comienzan ni terminan con Michelle Bachelet.

-En diciembre usted ofreció su “capital político” para apoyar el proceso. ¿No es contradictorio tomar distancia ahora, cuando Bachelet necesita más respaldo?

-Yo no tomo ninguna distancia de las banderas. La fundación que presido, el partido que fundé y mi liderazgo están a disposición de empujarlas. Y voy a pelear intensamente en medio de esta crisis para que Bachelet cumpla sus promesas. Me parece muy importante por el bien del país, para el 2018 y lo que venga después. Es fundamental que no perdamos este hecho histórico de una supermayoría en ambas cámaras. Es inédito, y por eso es doblemente importante que Michelle Bachelet desbloquee el país.


LAS FALLAS DE LA NUEVA MAYORÍA


-Durante 2014 se reunió con ministros, abrió la puerta a un pacto electoral con la Nueva Mayoría. ¿Qué pasa con todo eso ahora?

-La regla de las primarias abiertas para todos los cargos sigue siendo fundante, inevitable e irrenunciable para nosotros: primarias para todos los cargos, sin letra chica. No me imagino a un solo miembro de la Nueva Mayoría, a un solo hombre de centroizquierda que esté en contra de esta propuesta en el 2017. Si no, les puedo advertir que se va a repetir un escenario muy complejo para el progresismo: va a ganar la derecha.

-Uno de los puntos que se han criticado es la conducción política del gobierno, en especial la del ministro Rodrigo Peñailillo. ¿Cuál es su análisis?

-A mi juicio, acá hay dos fallas de la Nueva Mayoría, y que vienen de antes. Lo primero es que hay una promesa que no era cierta, pero ganó. La Nueva Mayoría convenció a los chilenos en 2013 de que el problema era Piñera. Yo lo vi en la calle: “Saquemos a Piñera, sacándolo se acaban los problemas”. Bueno, hoy se dan cuenta que el problema no era solamente Piñera: era él, pero también el neoliberalismo, la Constitución… En eso, Peñailillo está conduciendo sobre una economía política que se trazó el 2013. Era un pacto electoral y no programático. Peñailillo administra eso, con una DC que dice: “Sí, yo apoyé la educación pública y gratuita, pero no dije cómo”.

-Ignacio Walker, de hecho, salió a marcar diferencias en la reforma educacional…
-Ellos se anotaron un tremendo punto en 2014, cuando plantearon que dijeron que sí al fin de la exclusión, pero no al de la selección o al copago comprando colegios. En eso, yo reconozco que Walker tuvo una voz, pero habría que preguntarle por qué cuando en la campaña le preguntaban por el programa decía que había que confiar en Bachelet. Ambos, Peñailillo y Walker, hicieron trampa. Hicieron un juego que triunfó, pero que hoy tiene un costo: no haber tenido una campaña racional y haber hecho una campaña emocional contra Piñera.

-¿Cree que se necesita un cambio de gabinete?

-Yo soy un desilusionado de los cambios de gabinete. Los devaluó Piñera, que además devaluó la institución presidencial. Ahora dan lo mismo.

-¿Y qué haría si Bachelet lo llama a integrar el gabinete?

-Uno no construye confianzas desde el gabinete, las construye desde antes.

-¿Aceptaría?

-No hay forma humana, porque no la he visto, formalmente como político, nunca. En su primer período fui a dos comidas en Cerro Castillo como diputado y, además, como era díscolo me sentaban en el borde de la mesa. Intervine dos veces. Y eso es lo más íntimo que tuve con ella. Nunca he tenido una reunión política con Michelle Bachelet: nunca he conversado, nunca nos hemos escuchado. ¿Cómo vas a ser ministro de alguien a quien tú no conoces políticamente? La confusión es porque la he visto en la casa de mi abuela. Pero eso no es una reunión política.


“EN 2017 VOY A HACER UNA CAMPAÑA RACIONAL”


-¿Va a ser candidato presidencial en 2017?

-Seré candidato en 2017. Es lo que hemos acordado los progresistas.

-En 2009 tuvo apoyos desde la derecha liberal, como Paul Fontaine. En 2013 se fue más hacia la izquierda. ¿Qué Marco vamos a ver en dos años más?

-Un hombre pragmático.

-¿Es más pragmático ahora?

-Soy más pragmático. Yo soy de los que creen que el mercado en esto (muestra su celular Samsung Galaxy) es fantástico. O en la tarjeta prepago. Soy de los que creen que Chile requiere más Estado en energía, más Estado en el transporte público. Yo fui educado en la Francia de Mitterrand, que fue un presidente socialista que entendió perfecto lo importante del Estado y del mercado. No tengo ningún tormento: tengo empresa, pagué PPM, pagué facturas, tuve gerentes en cada una de las áreas.

-¿Qué pretende hacer entonces?

-Una campaña racional. El 2009 hice una campaña emocional y el 2013 hice una campaña racional. En 2017 yo creo que la campaña va a ser racional, programática, con muy poco espacio y tolerancia para las promesas infundadas. Tenemos que ser muy precisos con el país sobre qué reformas vamos a empujar, porque se está instalando una hiperinflación de las promesas de las campañas.

-Hay sectores que, justamente, lo acusan de populista.

-Eso va a ocurrir, porque es la manera de inhabilitarme. Pero les va a ir muy mal, porque el país les está diciendo a Piñera y a los conservadores que ellos son profundamente populistas y pobres en sus propuestas. Nosotros hemos actuado con convicciones y hemos hecho un programa. O sea, nuestras ideas son populares, no populistas. En 2009 eran todas consideradas contraculturales: gratuidad en la educación, matrimonio igualitario, primarias, reforma tributaria, nueva Constitución, no a HidroAysén… Es bien impresionante: tú haces un checklist del decálogo que funda mi candidatura, y todo era minoría. Y hoy todo es mayoría.

-Usted está impulsando la asamblea constituyente. Pero nunca se habla de qué se haría en esa asamblea.
-La Constitución es la casa común, y debe tener vigas. Una de esas vigas es la categorización de los derechos irrenunciables: salud, educación, jubilación. Derechos garantizados. Necesitas además organizar el poder, y necesitas instituciones para ello. Ese capítulo es el capítulo cuarto de gobierno, y yo estoy por refundarlo completamente. Estoy también por mantener algunos elementos: por ejemplo, el derecho de propiedad tiene su espacio, pero porque los chilenos quieran que se mantenga, no porque un teórico o un abogado lo diga.

-Los empresarios siempre reclaman que necesitan garantías y certezas.

-Bueno, las certezas jurídicas hoy día no las tienen. Yo les propongo entonces que si ya no confían en las instituciones, nos demos una oportunidad y convoquemos a una asamblea constituyente. Los empresarios, el sector productivo, requieren certezas jurídicas, y tienen razón. Pero con esta institucionalidad no se puede. Y yo estoy seguro que el gran empresariado chileno lo está empezando a comprender cada día más.

-¿Qué piensa de la iniciativa de Ricardo Lagos de crear una página para que las personas puedan “armar su Constitución”?

-La hice idéntica. Se llama “Constitución 2014”, fue una web que yo creé en 2012 y 2013. Llegaron miles de ideas. Me parece bien, sólo tengo una preocupación: si Ricardo Lagos va a repetir el esquema que le conozco, que es “Tráiganme sus ideas y después yo decido”, me parece que es desentenderse de lo que ha pasado en Chile. Me gustaría que aprovechara su voz para llamar a la asamblea constituyente. Si no, es lo que te digo: es “quiero escucharlos y después yo les voy a decir el camino”, como su reforma del 2005.

-¿Se ve compitiendo con él en 2017?

-Yo espero que Ricardo Lagos se inscriba en una gran primaria de centroizquierda. Y espero que José Miguel Insulza también lo haga.


SQM, CHILE 21 Y EL FINANCIAMIENTO


-Hace unos días se supo que la Fundación Chile 21, que dirige su padre, Carlos Ominami, recibió dineros de SQM mediante una suscripción. Ominami dijo que él puede garantizar que esos dineros no fueron a la campaña. ¿Pero cómo se enfrenta un escenario en que la desconfianza está instalada?

-Primero, con los hechos. Yo soy presidente de la Fundación Progresa. Creé una fundación: si considerara que Chile 21 era mi paraguas, probablemente habría estado allí. Nunca tuve un cargo en Chile 21, no hay un traspaso de dinero de Chile 21 a ninguna de mis campañas: lo afirmo taxativamente y desafío al que tenga pruebas a que vaya a la Fiscalía. Esos son los hechos. Pero atiendo que es mi padre, es una suscripción, son 300 millones de pesos... Por eso voy a ir más lejos: con Carlos Ominami no tenemos relación monetaria desde los 21 años. Carlos es Carlos, tendrá que asumir la respuesta que ha dado y confío en su honestidad.

-Milton Lee, ex tesorero del PS, declaró este lunes 30 por la arista SQM. Él trabajó en 2009 con candidatos al Parlamento que apoyaban su postulación presidencial. ¿Puede asegurar que no hay elementos irregulares de esos trabajos asociados a sus campañas?

-Lo conozco desde niño en el exilio y le tengo mucho afecto. Entiendo que hay servicios de la empresa de Lee rendidos ante el Servel por personas que fueron candidatos en la lista que me acompañó en 2009. Eso es normal y no están cuestionados. Su imprenta ha trabajado para muchas campañas de distintos sectores. Pero no trabajó con nosotros ni en las campañas presidenciales de 2009 ni en 2013, ni tampoco en las municipales de 2012, ni para las campañas del PRO. Puedo asegurar que no hay nada irregular en esos trabajos respecto a nuestra campaña. Espero que la Fiscalía siga haciendo su trabajo y despeje cualquier duda.

-¿Y puede garantizar que su financiamiento no vino de fuentes como SQM?

-Estoy en condiciones de asegurar que ni el PRO, ni la Fundación Progresa, ni mi productora Rivas y Rivas, ni yo mismo, ni parientes míos emitieron ni facturas ni boletas.

-Max Marambio fue su generalísimo en 2009. ¿También está en condiciones de asegurar que esa campaña se hizo bajo las reglas?

-¡Que nos registren, que nos investiguen! Yo no tengo problema. Estoy distanciado de Max Marambio. No nos vemos hace años. Pero él jugó un rol muy clave en 2009, fue muy valiente y puedo afirmar que no hay plata de la Arcis. He escuchado que recibo platas de SQM, Luksic, los gobiernos de Venezuela, Cuba, Bolivia, Francia, Argentina, Brasil… Nos han escrutado dos veces. Yo entiendo que hay una especie de desesperación, la gente te dice “no te creo”. Por eso yo estoy dispuesto a ir más allá.

-¿Es imposible hacer campaña hoy sin tocar las puertas de las empresas?

-Nosotros siempre hemos pedido plata a las empresas, siempre. Quiero ser claro en esto. A mí me dicen: “¿Tú has hablado con empresarios?”. Claro: con Bárbara Figueroa, con Cristián Cuevas, con Jaime Gajardo y con los empresarios. O sea, ¿alguien cree que es un delito que alguien que se preparó para la Presidencia de la República se junte con los grandes empresarios de Chile? Me junté y me voy a juntar, con los del retail, con los de la energía, con las mineras. Y siempre cuando me levanto, les digo: “Oiga, sé que ustedes aportan a todas las campañas: vayan al Servel”. Y siempre lo hago en la televisión y la radio: vayan a losprogresistas.cl. Hemos creado varias condiciones, sabiendo que no estamos en su radar, pero lo hago adrede.

-¿Y hace falta un reconocimiento de este escenario?

-En eso les ha faltado coraje a los políticos de decir: “Las reglas son éstas, yo juego dentro de las reglas”. Yo lo que propongo es que se compruebe toda la verdad, y reconocer que todas las campañas son un despelote, la mía incluida. Lo que me parece complicado es que se empiece a instalar la idea de que todos los que estuvieron en campañas son delincuentes, porque hay colaboradores que toman riesgos personales. Y te digo algo más: puedo decir, con mucho orgullo, que nosotros los progresistas nunca hemos vendido nuestra conciencia. Nunca. El problema de la UDI, que creó este sistema, es que ellos hoy tienen una duda instalada: ¿la UDI votó en conciencia o porque le pagaban un sueldo? Y esa duda es la que la sociedad chilena va a castigar.

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