Por Sebastián Rivas Diciembre 23, 2014

Hace tres semanas, el economista Ricardo González, encargado de la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), publicó  un documento con datos elaborados a partir del sondeo publicado en noviembre, apuntados en específico hacia el apoyo o rechazo a la forma en que Michelle Bachelet ha conducido el gobierno. La encuesta no había sido buena para la presidenta: al comparar con la encuesta previa de julio, su aprobación bajó de 50 a 38 puntos y el rechazo se elevó 14 puntos, hasta el 43%.

En esa línea, el nuevo documento de González presentó un dato revelador: entre quienes consideran que la educación debe ser la primera prioridad del país, el apoyo a Bachelet se desplomó en 26 puntos, alcanzando el 32%. El escenario se completa con otro dato: el 50% de los encuestados -mayoritariamente los de clase alta y media- colocan a la educación como una de las tres principales prioridades del país, superando en el sondeo del CEP a la delincuencia y a la salud sólo por segunda vez en la última década. Un elemento que valida la tesis de que la reforma conducida por Nicolás Eyzaguirre está influyendo en el apoyo a la mandataria.

No fue la única novedad del análisis. El texto de González también reveló que por primera vez en las 11 encuestas que el CEP ha hecho con Bachelet como presidenta (incluyendo su primer período), el rechazo a su gestión entre las mujeres (44%) superó a la aprobación (37%). El dato ha circulado en los análisis de los expertos de la Nueva Mayoría como una alerta: es el electorado más fiel a Bachelet y perderlo podría traer costos en futuras elecciones. Pero en este grupo, de acuerdo a los expertos, no es la reforma educacional el factor predominante, sino que el escenario económico. Ambos elementos se han combinado para que, por ahora, la mandataria haya perdido la invulnerabilidad en el respaldo popular que mostraron los sondeos del último lustro.

EL COSTO DE LA EDUCACIÓN
Si Bachelet a mediados de año afirmó que estaba dispuesta a jugarse su capital político por las reformas, los sondeos muestran que la inversión, hasta ahora, ha sido costosa. Un ejemplo: en el sondeo de noviembre del CEP, Bachelet no sólo perdió la primera posición de evaluación positiva entre quienes se declaran de centro (bajó hasta el séptimo lugar), sino que quedó dos puestos por detrás de Eyzaguirre, su ministro de Educación.

Los sondeos del CEP no son los únicos que reflejan este escenario. Las 41 mediciones que Plaza Pública-Cadem ha hecho semana a semana del panorama político  muestran un elemento interesante: las curvas de aprobación y rechazo de la mandataria van ligadas muy de cerca con el respaldo a la reforma educacional. Y los rechazos se acentúan sobre todo en la clase media y media-alta, en que, en la mayoría de los casos, las familias tienen a sus hijos en colegios particulares subvencionados.

Para Roberto Izikson, gerente de Asuntos Públicos de Cadem, fue la propia presidenta la que hizo la apuesta: en momentos de desorden de la Nueva Mayoría, ella tomó acciones como convocar a encuentros o hacer arremetidas comunicacionales en temas sensibles como la reforma tributaria o la educacional. Eso, explica, se reflejó en que en la primera parte del año, cada vez que ella intervenía, su aprobación tenía un leve repunte.

La estrategia es la opuesta a la que le trajo éxito de aprobación en su primer mandato, cuando la Secom de Juan Carvajal blindó su imagen de las peleas políticas, dando origen al comentario de que la popularidad de Bachelet era “de teflón”, incólume ante las disputas partidarias. Sin embargo, hasta ahora el nuevo modelo le ha pasado la cuenta. Por ejemplo, en la última medición de Plaza Pública-Cadem, la aprobación a Bachelet llegaba al 35% y el rechazo a 55%.

Un factor adicional ha llamado la atención de los expertos. En general, las encuestas que han preguntado por los tres grandes temas de la reforma -fin al lucro, al copago y a la selección- son consistentes en mostrar un apoyo de los consultados a las dos primeras decisiones y una división en el tercero de los casos. Sin embargo, eso no logra explicar la caída de la aprobación de la reforma. El análisis apunta a que los padres, sobre todo, pueden estar reaccionando diferente al interpretar que existe una posibilidad de que le cambien el sistema de educación a sus hijos. “En los sondeos, el nivel de satisfacción de los padres con su colegio es muy alto”, comenta Izikson. “Es como que yo puedo querer una reforma en el sistema, pero no en mi colegio”.

EL NICHO A RECUPERAR
La baja de Bachelet es algo en que todos los sondeos coinciden: además del CEP y Cadem, Adimark (37%) e ICSO_UDP (43,6%) han marcado el descenso en apoyo. Y otro elemento en que los sondeos coinciden es en que la caída ha sido transversal, algo que inquieta a los principales analistas electorales del oficialismo.

Mauricio Morales, director del Observatorio Político Electoral de la UDP, apunta a que el análisis de los datos de las encuestas ha mostrado que la baja incluso alcanza al grupo emblemático de respaldo de Bachelet: mujeres de clase baja y por lo general mayores de 40 años. La alianza es de larga data. Es un grupo que se identificó con la historia de la mandataria en 2005, que se vio directamente beneficiada por la reforma previsional de su primer mandato y los bonos durante la crisis económica de 2008 y 2009, y que la prefirió abrumadoramente en la última elección presidencial. “Eran el bastión que resistía, incluso en los momentos más críticos. Y lo que se observa ahora es que sufre una caída significativa”, comenta.

Para Morales, la reacción de este nicho no parece estar tan asociada a un tema ideológico, ni al proceso de reformas, sino a la desaceleración de la economía. En este caso, agrega, para Bachelet la estrategia apuntaría no sólo a mejorar las condiciones para ese grupo, sino que a recuperar uno de los atributos en los que ha caído: la cercanía.

El cientista político Kenneth Bunker, coincide con la mirada. Dice que, más que preocuparse por los números de aprobación, lo importante es mirar la tendencia. En esa línea, apunta a que la cifra que realmente debiera inquietar a Bachelet es la baja en expectativas económicas. ¿La razón? Esa estadística tradicionalmente va asociada con intención de voto en las siguientes elecciones. “El razonamiento es que el gobierno ha estado muy preocupado de temas de largo plazo”, dice Bunker. “En cambio, cuando uno controla precios en la economía, el efecto se nota de un mes a otro. Es como lo que hizo Bachelet con los bonos en su primer período: tiene que hacer cosas más visibles”.

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