Por Patricio Navia, profesor NYU y UDP Agosto 6, 2014

En 2009 ME-O actuó como el hijo pródigo que se marchó a intentar su propio camino, mientras Velasco fue el hijo obediente que se quedó esperando disciplinadamente su oportunidad. Cuatro años después, ambos hijos putativos de Bachelet declararon tempranamente sus aspiraciones.

EL TEMPRANO INICIO DE LA CARRERA PRESIDENCIAL
Aunque en política el pan muchas veces se quema en la puerta del horno, siempre es mejor estar en la pole position al inicio de la carrera que depender de que los punteros cometan algún error. Por eso, aparecer en las primeras encuestas -por más temprano que sea- con las mejores opciones para la próxima elección es mucho mejor que llenar la lista de los suplentes.  

Las carreras presidenciales no se inician por voluntad de los aspirantes. La aparición de nuevos liderazgos responde única y exclusivamente a la pérdida de influencia de los que ostentan el poder. Cuando los presidentes tienen la agenda comunicacional repleta, difícilmente los aspirantes a presidenciables logran un espacio para promover sus nombres y mejorar su posicionamiento público.  Pero cuando las agendas del gobierno caen víctimas de desórdenes, conflictos internos o tropiezos legislativos, la opinión pública inmediatamente empieza a pensar en la próxima etapa. La gente comienza a mirar hacia el lado cuando los gobiernos se enredan y el espíritu reformador inicial se diluye por los errores no forzados o la incapacidad para convertir las promesas de campaña en realidades de cambios y reformas.

Después de prometer un paquete de reformas ambicioso y comprometerse a llevarlas a cabo expeditamente, el gobierno de Michelle Bachelet ha tropezado con los obstáculos de instituciones que inducen, si no obligan al diálogo y con una opinión pública que sabe dónde quiere llegar, pero tiene dudas de que la hoja de ruta del gobierno sea la mejor forma de alcanzar ese objetivo. La reforma tributaria ha sido moderada a tal punto que la propia derecha se atribuye su paternidad. La reforma educacional está empantanada por declaraciones contradictorias, proyectos de ley confusos y creciente desconfianza popular. La reforma electoral enfrenta el rechazo de la opinión pública al aumento de parlamentarios y las dudas de los propios legisladores sobre la conveniencia de redibujar los distritos que les permitieron ganar sus escaños. La nueva constitución aparece cada vez más lejana. La improbabilidad de que se materialicen las promesas de campaña de Bachelet lleva a la gente a comenzar a especular sobre qué vendrá después de 2017.

LOS FRONT-RUNNERS
Aunque sus biografías muestren trayectorias diferentes, Marco Enríquez-Ominami y Andrés Velasco Brañes comparten origen en varias dimensiones.  Ambos provienen de familias de elite que han estado por generaciones cerca del poder. Los dos comparten, además, en distintos grados, la condición de víctimas de la dictadura. Por sobre todo, ambos ocuparon por primera vez puestos de relevancia política en el primer gobierno de Bachelet. Mientras ME-O fue electo diputado el mismo día que Bachelet lograba la primera mayoría relativa en diciembre de 2005, Velasco fue nombrado ministro de Hacienda poco después que Bachelet lograra la victoria en la segunda vuelta de enero de 2006.

Con Bachelet, si Velasco se convirtió en el guardián de la responsabilidad fiscal, Enríquez-Ominami enarboló la bandera de los díscolos. Cuando Velasco cuidaba la billetera, ME-O presionaba por empujar los límites. En su momento, Bachelet mostró su predilección por el leal ministro. Pero la propia historia rebelde de Bachelet podía llevar a pensar que, en el fondo, la presidenta tenía un corazón más díscolo.

Cuando ME-O anunció su decisión de participar en primarias para la nominación presidencial concertacionista, su atrevimiento se basó en la promesa de Bachelet de abrir más espacios de participación. La negativa de los partidos a dejarlo participar terminó impulsando su candidatura como independiente. En cierto modo, ME-O estaba haciendo lo mismo que exitosamente había hecho Bachelet en 2005, convertirse en candidato a partir del apoyo en las encuestas y no de la voluntad de los partidos.

Por su parte, cuando era evidente que la inevitable candidatura de Frei no generaba tracción, el gobierno de Bachelet tuvo la oportunidad de intervenir para evitar la derrota electoral. La popular presidenta pudo haber aleonado al más popular de sus ministros para iniciar su propia candidatura presidencial. Pero Velasco no quiso o bien Bachelet no se animó a hacer entonces una toma hostil de la aproblemada Concertación. En 2009, ME-O actuó como el hijo pródigo que se marchó a intentar su propio camino, mientras Velasco fue el hijo obediente que se quedó esperando disciplinadamente su oportunidad.

Cuatro años después, ambos hijos putativos de Bachelet declararon tempranamente sus aspiraciones presidenciales. Aunque coqueteó con competir en las primarias de la Nueva Mayoría (NM), al final ME-O fue solo, acusando a los partidos de la NM de no querer realizar primarias legislativas. Haciendo el mismo reclamo contra la ausencia de primarias parlamentarias, Velasco sí compitió en las primarias de la NM aspirando a un segundo lugar que lo dejara en la pole position para 2017.

Ya en la campaña presidencial, ME-O evitó atacar personalmente a Bachelet.  Después de todo, su hoja de ruta hacia la presidencia requería la venia, si no el apoyo del domicilio ideológico de la centroizquierda en 2017. Velasco dio un apoyo poco entusiasta a Bachelet. En cambio, se enfocó en fustigar las “malas prácticas” de muchos políticos de la NM cuyo apoyo necesitará cualquier candidato que aspire a representar a esa coalición en 2017.

Evitando repetir el error de enero de 2010, cuando su declaración anunciando que votaría por “el candidato del 29%” (Frei) no dejó contento a nadie, ME-O optó por posicionarse firmemente a la izquierda de Bachelet de cara a la segunda vuelta. Como era evidente que la ex presidenta ganaría, ME-O intentó recuperar algunas de las banderas que él enarboló en 2009 y que Bachelet monopolizó en 2013, como la reforma educacional y la nueva constitución. Desde que Bachelet asumió el poder, ME-O ha buscado profundizar las reformas más izquierdistas que prometió la NM. Como muchas de estas reformas se han visto diluidas, retrasadas u obstruidas, ME-O ha comenzado a capitalizar el descontento de aquellos que creen que, pese al cambio de nombre, la NM no es más que la Concertación enchulada.

Por su parte, anticipando que muchos chilenos moderados querían el retorno de Bachelet y su gobierno -y no el giro hacia la izquierda de la NM-, Velasco buscó ocupar el centro que tan buenos resultados dio a todos los presidentes de la Concertación. De ahí que se convirtiera en uno de los críticos más certeros -aunque también más cuidadosos- a los arranques izquierdistas en las reformas propuestas por La Moneda.

Al posicionarse a la izquierda y derecha de Bachelet, respectivamente, ME-O y Velasco se han convertido en paladines de las dos opciones que puede tomar este gobierno. Si el gobierno cede en sus promesas y se mueve hacia el centro, ME-O se alza desde la izquierda. Si, en cambio, se corre a la izquierda, Velasco critica desde el centro. 

La coyuntura les ha dado la oportunidad de actuar como enemigos íntimos. Aunque ambos compiten por el mismo premio final, y por lo tanto resulta difícil construir pactos de no agresión o acuerdos tácitos de cooperación, Velasco y ME-O comparten el objetivo de evitar que emerjan otros presidenciables en la NM y la izquierda. Por eso, parece lógico que potencien, al menos en los próximos meses, esta cooperación tácita. En tanto las opciones de recambio en la centroizquierda se limiten a ME-O y Velasco, el ex diputado díscolo y el ex ministro disciplinado optimizan sus posibilidades de suceder a Bachelet.

Resta por ver cuál apuesta resulta ganadora, si la de Velasco de posicionarse en el centro o la de ME-O de plantarse en la izquierda. Hasta ahora, desde la centroizquierda, las elecciones se tienden a ganar por la izquierda para luego gobernar desde el centro. Pero no hay garantía de que lo que funcionó antes vaya a funcionar después (Bachelet lo demostró dos veces, al convertirse en la primera mujer presidenta y en el primer ex presidente en volver democráticamente al poder). Es más, todo dependerá de si Bachelet termina gobernando desde el centro (lo que potenciará a ME-O) o se mueve demasiado a la izquierda (lo que abrirá el camino a Velasco). Pero en el intertanto, mientras esperan a ver cuál de las apuestas se materializa, Velasco y ME-O bien pueden seguir comportándose como fieros adversarios en un duopolio donde ambos se esmeran en subir las barreras de entrada para evitar que entren nuevos aspirantes presidenciales.

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