Por Sebastián Rivas Julio 24, 2014

En la reunión del martes 15, Andrés Palma obtuvo un voto de confianza de parte de la Confech a cambio de una propuesta reservada: les planteó que además del Plan de Participación que impulsa el Mineduc, la cartera establecería una mesa de negociación paralela con los estudiantes.

“Yo pedí que la reunión fuera en esta mesa, porque ésta es la cocina de la reforma educacional”. La cita de Andrés Palma, en directa alusión a la frase del senador DC Andrés Zaldívar sobre el acuerdo al que se llegó por la reforma tributaria, fue la bienvenida que el secretario ejecutivo de la reforma educacional dio a la mesa de la Confech. El encuentro del martes 15 a las 10:30 de la mañana era en el piso 7 del Ministerio de Educación, en la sala de reuniones de Nicolás Eyzaguirre, pero sin su presencia: Palma era quien encabezaba el encuentro por una petición directa de los dirigentes estudiantiles, que exigieron al gobierno tener un interlocutor con capacidad resolutiva.

Horas más tarde, al mismo edificio llegarían los cuatro diputados que integran la “bancada estudiantil”: Giorgio Jackson (Revolución Democrática), Gabriel Boric (Izquierda Autónoma), Camila Vallejo y Karol Cariola (PC). A diferencia de la cita de la mañana, el encuentro fue con el propio Nicolás Eyzaguirre. El ambiente era distendido: los asesores del Mineduc bromeaban con los parlamentarios diciéndoles que tenían que apoyar al ministro, “porque si no les van a poner un DC en Educación”. En el despacho del ex titular de Hacienda, el diálogo fue más tenso. Eyzaguirre les dio a los diputados su palabra de que se mantendrían los tres principios del “corazón” de la reforma educacional: fin al lucro, al copago y a la selección. Y dobló la apuesta: les dijo que si alguno de esos puntos no se cumplía, él iba a presentar su renuncia.

Las reuniones del martes 15 demostrarían su importancia menos de una semana después, cuando Eyzaguirre logró sortear sus peores 48 horas al frente de Educación sin que se le abriera un temido frente, el del movimiento estudiantil. En medio de la lluvia de críticas tras su entrevista del domingo pasado en El Mercurio, en la que planteó limitar la gratuidad en educación superior a cuatro años, el Mineduc consiguió el lunes un gesto de la Confech, que confirmó su participación en los diálogos ciudadanos y valoró que el economista se retractara públicamente de sus dichos, mientras los parlamentarios de la bancada estudiantil tomaron distancia de la polémica.

Los gestos fueron oxígeno para Eyzaguirre en un momento en que tiene múltiples frentes internos abiertos. Criticado por varios presidentes de partido de la Nueva Mayoría, desautorizado por el jefe de gabinete Rodrigo Peñailillo -cuyo entorno no oculta las críticas al manejo del titular del Mineduc- y con un desempeño comunicacional que esta semana fue comentario obligado en el gobierno, la apuesta fue asociarse con los rostros más visibles del movimiento que impulsa el proyecto emblemático de la administración Bachelet, aun cuando ese vínculo sea frágil.

Son los primeros aprontes de una batalla que todos los actores estiman como larga. La intervención de Eyzaguirre fue la primera vez que el gobierno delineaba uno de los puntos críticos de la gran reforma estudiantil, la gratuidad en educación superior. Con un movimiento estudiantil que tomó nota del acuerdo tributario y que mira con distancia la gestión del ministro, las reuniones y gestos de esta semana son interpretados como una maniobra estratégica, en que la fotografía con Eyzaguirre es una ficha en jugadas políticas que apuntan al largo plazo.

LA CONFECH AL TODO O NADA
Las fichas se movieron con velocidad. El pasado lunes 21 en la mañana, mientras la mesa ejecutiva de la Confech estaba reunida en el tercer piso de la sede de la FECh, sus miembros revisaban sus celulares para mantenerse al tanto del comité político que a esa hora tenía a Eyzaguirre como convocado de emergencia a La Moneda. Cuando vieron que las primeras declaraciones del ministro apuntaban a retroceder en sus dichos del domingo a Carlos Peña, la decisión fue jugar una apuesta riesgosa: pedir en conferencia de prensa una reunión con el Mineduc para esa misma tarde. La idea era mostrarse como un actor de peso, conseguir explicaciones públicas y dar una señal de poder.

La jugada salió mejor de lo que esperaban: apenas dos horas después de su pedido, desde Educación se contactaron con los dirigentes estudiantiles para la reunión. A la salida, los dirigentes confirmaron que asistirían al día siguiente al inicio del Plan de Participación, mientras desde el Mineduc se les garantizó que se derogaría el DFL-2 que regula la participación estudiantil en el gobierno universitario. El propio ministro les mostró durante la reunión un borrador de la propuesta y no sólo se comprometió a enviarla en un plazo de 10 días, sino que se mostró abierto a recibir propuestas de modificaciones. Al final, la cita sirvió a Eyzaguirre para aparecer  junto a los líderes del movimiento, y a la Confech para ganar una cuota mayor de influencia en el debate de la reforma, donde temían quedar al margen.

En el entorno estudiantil reconocen que esa fotografía era casi impensable una semana antes. En la Confech se destaca como clave la irrupción de Andrés Palma en el escenario, un nombre que está cobrando mayor protagonismo en las decisiones sobre las reformas educacionales (ver nota siguiente). De hecho, en la reunión del martes 15, Palma obtuvo un voto de confianza de parte de la Confech a cambio de una propuesta reservada: les planteó que además del Plan de Participación que impulsa el Mineduc, la cartera establecería una mesa de negociación paralela con los estudiantes, al estilo de las que mantiene con entidades como el Colegio de Profesores.

La evaluación del desempeño de Eyzaguirre en la Confech es mala. Afirman que ha dilapidado su capital político, que ha estado dispuesto a escuchar pero no a negociar, y que sus errores han complicado el desarrollo de una reforma que contaba con amplio apoyo popular. Con todo, se reconoce que no fue opción pedir su renuncia: el análisis es que la Confech habría tenido que asumir parte del costo político de su salida y de la llegada de un incierto sucesor. Por eso, se optó por aparecer con una postura dialogante.

Entre los dirigentes también abundan las críticas al rol que han jugado los asesores del Mineduc en el proceso. Quienes han tratado de tender puentes en su calidad de ex líderes estudiantiles han sido Miguel Crispi (ex FEUC), José Manuel Morales y Rodrigo Roco (ambos ex FECh), aunque este último sólo participó en reuniones al inicio del gobierno.

 Sin embargo, los actuales dirigentes resienten que representan a dos organizaciones que integran el Ejecutivo (RD y el PC) y no a los grupos que inciden en el movimiento (entre los que los principales son Izquierda Autónoma, la UNE y el FEL), que ellos sólo pueden escuchar y no negociar, y que los argumentos siempre han apuntado a que los estudiantes se deben sumar a las propuestas actuales para evitar un descalabro. Por ejemplo, a fines de mayo, durante una reunión en la Casa Central de la UC con la Confech, Crispi los instó a tomar un rol activo de defensa: coincidiendo con las primeras críticas del presidente de la DC, Ignacio Walker, les dijo que había que combatir a ese partido porque quería botar la reforma educacional.

Ese encuentro fue el último que se realizó entre los asesores y la Confech. Las relaciones se mantuvieron congeladas durante los siguientes dos meses, y los dirigentes dieron un paso más: se negaron a reunirse sólo con Crispi y Morales, lo que motivó la irrupción de Palma.

Aunque aún las decisiones deben ser debatidas en el pleno de la Confech que se realizará el próximo 2 de agosto en Arica, sus dirigentes sacaron cuentas alegres. Afirman que se logró por primera vez que el gobierno negociara puntos de sus reformas con los estudiantes, que se contuvo el riesgo de un “acuerdo educacional” y que, si bien la fotografía fue un salvavidas para Eyzaguirre en un mal momento, los dirigentes no fijaron ningún compromiso al señalar explícitamente que irán evaluando paso a paso la actuación del Mineduc y las propuestas de reforma. Sebastián Aylwin, vicepresidente de la FECh, lo afirma así: “El gesto de la Confech es que quiere que haya transformaciones profundas en la educación, y le exige a la política que escuche a la sociedad, porque ésa es la única forma en que vamos a hacer el cambio. No con la vieja política de los consensos”.

LA OFENSIVA DE LA BANCADA ESTUDIANTIL
El lunes 14, a primera hora, Giorgio Jackson comenzó a contactar a Gabriel Boric, Camila Vallejo y Karol Cariola. El diputado les señaló que estaba coordinando una reunión de toda la bancada estudiantil con el Mineduc en medio de la ofensiva de críticas a la reforma educacional.

La iniciativa tomó por sorpresa a los otros parlamentarios. Conscientes del poder simbólico que tienen sus encuentros, sólo habían aparecido dos veces juntos tras ser electos: en enero, en un café para expresar su preocupación por el nombramiento de Claudia Peirano como subsecretaria de Educación -quien no alcanzó a asumir el puesto-, y en junio, para respaldar a la Confech en sus críticas a la falta de un enfoque especial para la educación pública en la reforma. Sin embargo, la posición ante la iniciativa del gobierno no es la misma, y de hecho, Boric, Vallejo y Cariola han manifestado públicamente reparos a partes de la reforma o a la gestión de Eyzaguirre.

Aun cuando Boric y Vallejo evaluaron no ir, el argumento que pesó al final fue que debían dar una señal de fuerza tras el acuerdo de la reforma tributaria, transversalmente criticado por el movimiento estudiantil. Además, entre los parlamentarios hay un diagnóstico común de que, más allá de los continuos errores de Eyzaguirre en materia comunicacional, el ministro comparte en líneas gruesas el diagnóstico de crisis en la educación y tiene buenas intenciones.

Pero tanto entre sus pares como entre los actuales dirigentes estudiantiles hay dudas sobre el activo rol que ha tomado Jackson en defensa de la reforma. Su cercanía con altos personeros del Mineduc que militan en RD, como Miguel Crispi y Gonzalo Muñoz -jefe de la División de Educación General- ha planteado  preguntas sobre si hay coordinación en sus decisiones, como solicitar la reunión. De hecho, el lunes, mientras las críticas a Eyzaguirre arreciaban, Jackson estuvo en el Paseo Ahumada lanzando “Por mí y por todos”, una campaña informativa de su movimiento para explicar la reforma educacional. “Hay muchas cosas que son mitos. Ha habido grandes obstrucciones y desinformación. Cuando les explicábamos el proyecto a centros de padres, estudiantes y sostenedores, quedaban más tranquilos”, dice Jackson.

En el movimiento estudiantil plantean que la defensa se entiende porque gran parte de lo que se ha presentado ha sido generado por integrantes de RD, y que cualquier cambio posterior dejaría a Jackson y a su agrupación frente a un escenario muy complejo. Además, entre los actuales dirigentes causó molestia que el ex presidente de la FEUC cuestionara su actuación a inicios de julio, señalando que su postura muy crítica a la reforma era funcional a la UDI. Pero el diputado valora lo que pasó esta semana: “Lo que hizo el movimiento esta semana estuvo bien al pedirle el ministro que aclarara los dichos y actuar con una lógica de querer incidir”, asegura. “Dieron un gran salto al momento de querer tomar un camino que es riesgoso, es una apuesta, que puede fracasar o tener éxito, pero al menos decidieron que van a dejarlo todo en los lugares donde se va a discutir”.

En el caso de Vallejo y Cariola, si bien no han atacado directamente la reforma, han planteado sus puntos de vista al interior del PC. Boric, por su parte, es más crítico, y apuesta a que se pueda enmendar una propuesta que aún califica como insuficiente. “El ministerio tiene que tomar una decisión de con quién va a llegar a acuerdo para hacer la reforma: si con quienes queremos una transformación estructural de la educación o con los que quieren mantener el statu quo”, plantea el diputado. “En eso no hay dos lecturas ni medias tintas: no se va a poder dejar contento a todo el mundo”.

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