Por Camilo Feres Diciembre 27, 2012

Las encuestas y el consenso opinológico ambiente señalan que Marco Enríquez-Ominami es el candidato más competitivo de la oposición después de Michelle Bachelet. El problema para Marco, sin embargo, es determinar qué candidato será en un escenario con Bachelet en carrera.

Si las cosas siguen su curso actual, la aún incontrarrestable popularidad de la ex mandataria estará acompañada por una sucesión de elecciones en la centroizquierda, lo que debería dotar de legitimidad a su nominación y servir de justificación para la conformación de una amplia y variopinta coalición política que se parapete tras de ella.

En la pasada elección, Enríquez-Ominami empalmó con la demanda por cambio, renovación y denuncia que estaba en el ambiente y le dio carne en una campaña que puso la música de prácticamente todo el proceso. A diferencia de 2009, hoy ni la novedad ni la incertidumbre están de su lado, aun cuando la agenda continúa dominada por los temas que su campaña enarboló.

El papel que juegue ME-O en la próxima elección presidencial dependerá de la ubicación que tome como candidato en el puzle político-electoral que se comienza a dibujar. ¿Intentará copar el espacio vacante que deje una izquierda que, de la mano del PC, ingrese disciplinadamente a la coalición y las lógicas que en el pasado criticó o apostará por extremar su perfil desenfadado y moderno buscando un voto menos ideológico y más transversal? 

La primera es una opción que serviría más para la creación de un referente político de cocción lenta y que parece haber seducido al candidato más por cálculo que por olfato. La segunda, en tanto, podría darle la llave de una elección que no se defina en primera vuelta, pero, para hacerla creíble, no podrá pasar ni cerca de una mesa de negociación con el resto de los partidos, con lo que su lista parlamentaria nacerá con exigua esperanza de vida. 

Para bien y para mal, Marco es mucho más parecido a una “puntocom” que al modelo industrial del siglo XX. Por lo mismo, su fuerza y expansión dependen mucho menos de la administración y más de la innovación permanente. Su talento es estar ahí donde otros no pueden o no quieren llegar y ese personaje no debiera ser amagado por su nueva condición de líder de un partido ni por miedo a la reina madre.

En el espacio vacante entre los candidatos oficiales de cada pacto, cada uno tensionado por sus extremos, un ME-O sin temor, sin dobleces y sin plan B aún tiene mucha cancha para jugar.

 

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