Por Juan Andrés Quezada Noviembre 9, 2012

Minutos antes del mediodía del lunes, hacia el final de la cita en que Sebastián Piñera notificó al comité político y a los presidentes de partido su decisión de que Andrés Allamand y Laurence Golborne salieran del gabinete, Carlos Larraín pidió la palabra en La Moneda. El presidente de RN confidenció a los ministros y a su par de la UDI, Patricio Melero, su preocupación ante la inminente partida de la carrera presidencial y el tono que pudiera tener la confrontación entre los ex titulares de Defensa y Obras Públicas.

El senador advirtió que mantener una disputa civilizada era crucial para las opciones del oficialismo, y citó dos casos concretos: las elecciones presidenciales de 1946 y de 2005. En ambas, la derecha concurrió con dos candidaturas: Fernando Alessandri versus Eduardo Cruz-Coke, y Joaquín Lavín contra Sebastián Piñera. En ambas oportunidades, la tensión en el sector se reflejó en campañas intensas y duras. Y en las dos ocasiones, con Gabriel González Videla y Michelle Bachelet la izquierda salió vencedora.

Incluso, Larraín lanzó el miércoles la idea de crear una “comisión de notables” que vele por el juego limpio en la campaña. “No es la idea que esto se convierta en un ring de box”, dijo. Una propuesta que fue desechada el mismo día por el timonel de la UDI. “La comisión es innecesaria.  Allamand y Golborne tienen que ser los hombres buenos. De Golborne no tengo ninguna duda”, dijo Melero.

La inquietud es un reflejo de las conversaciones que se han dado en la última semana en la Alianza. Sus presidenciables van rumbo a un escenario inédito para el sector: una primaria el 30 de junio de 2013 que resolvería quién es el abanderado común de RN y la UDI. Eso, sumado a la fuerte derrota de la derecha en las elecciones municipales y a la incertidumbre que aún persiste sobre el voto voluntario, ha desatado un temor: que la campaña se polarice hasta desatar una posible “guerra sucia” entre los candidatos.

Uno de los ejemplos que citaban esta semana en el entorno de los postulantes fue lo que ocurrió en 1999 en la Concertación: Ricardo Lagos se impuso cómodamente a Andrés Zaldívar, pero la contienda interna fue ardua, con diputados de la DC que semanalmente salían a cuestionar al candidato socialista. Los llamados “Caza Lagos”.

Públicamente, ambos equipos han señalado que se cuidarán de hacer una campaña leal, y que, aunque se marcarán las diferencias, no se caerá en las descalificaciones personales ni en responder los posibles ataques de sus rivales. “El que se pica, pierde”, comentaban en el entorno de Allamand.“A ningún candidato le conviene mostrarse peleando”, era el análisis en el equipo de Golborne.

Pero las primeras actividades ya han dejado entrever roces. En privado, cercanos a ambos candidatos reconocen que será difícil no enfrentarse e incluso preparan diseños ante posibles ataques. Y ambos han sido críticos de la forma en que su rival ha hecho el desembarco en la carrera.

 

A ganar el quién vive

El calendario tiene un primer hito marcado. En diciembre se dará a conocer una nueva encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), cuyo trabajo de campo partirá en las próximas semanas. En su última entrega, hecha en agosto, Golborne obtenía 26% contra un 7% de Allamand al consultarse cuál debería ser el candidato de la Alianza. En el oficialismo señalan que será la primera señal del peso de la candidatura del ex ministro de Defensa.

Por eso, el comienzo de la campaña ha sido vertiginoso. Ambos candidatos tienen una agenda contrarreloj, y se han esforzado en marcar diferencias. Uno diciendo que es un apellido nuevo en política; el otro remarcando su trayectoria y experiencia.

Aun cuando nadie quiere hablar de “guerra sucia” y en las campañas se asegura que los candidatos se centrarán en propuestas concretas, los hechos muestran que la confrontación ya comenzó. El martes, Allamand salió públicamente a pedir debates múltiples con Golborne, con la idea de ganar la iniciativa. La idea del comando es aprovechar lo que consideran como “ventaja táctica” de tener a su equipo prácticamente armado para obligar a que el ex ministro del MOP se pronuncie sobre sus propuestas, y así dejar fijadas reglas del juego adecuadas para él. “Queremos marcar la agenda y que él tenga que salir a responder y reaccionar”, dicen en el comando del ex senador.

La mirada es que al ser una primaria con voto voluntario, la disputa se hará más intensa, porque hay que diferenciarse del rival, como es la tendencia en países como EE.UU.

La historia de ambos es revisada con lupa en la Alianza. En ambas campañas cuentan con que en los próximos meses su respectivo rival deberá responder preguntas incómodas sobre su pasado. Entre los cercanos a Allamand, por ejemplo, se espera que se ponga sobre la mesa la actuación de Golborne como ejecutivo en firmas como Alsacia y Cencosud. El diseño del comando es que, en vez de la confrontación entre un político y un ciudadano, como plantea el ex titular del MOP, se caracterice  la elección como una disputa entre un político y un hombre del mundo empresarial. Al revés, en el equipo de quien estuviera a cargo del rescate de los 33 mineros señalan que el ex senador tendrá que hacer frente a su historial de derrotas electorales y su fama de “lobo estepario” en la política. El objetivo es mostrar a Golborne como un candidato conectado a la ciudadanía y con capacidad de generar equipos, versus un rival más individualista y asociado a las viejas prácticas de la política.

La comparación estará permanentemente rondando. Es algo que asumieron mientras estaban en el gabinete: su relación nunca fue estrecha: aunque el primer año, cuando Golborne comenzó a encumbrarse en las encuestas, mantenían conversaciones, en los últimos meses la contienda presidencial tensionó su vínculo al interior del gabinete. Por ejemplo, en septiembre Golborne se quejó en privado de que el entorno de Allamand estaba filtrando informaciones sobre su posible salida del gabinete. Al frente, el ex senador ha afirmado a sus cercanos que las constantes críticas que tuvo en octubre por parte de diputados UDI como Gustavo Hasbún e Iván Moreira obedecían a una estrategia del equipo del entonces jefe del MOP. La tensión se evidenció en la ceremonia del cambio de gabinete, donde hubo un breve saludo.

Este escenario ha sido seguido desde la Concertación, donde personeros como Francisco Vidal y Osvaldo Andrade señalan que van a “tomar palco” para ver la contienda. Y ya se analiza si es conveniente que la carta opositora, Michelle Bachelet, dilate su regreso a Chile hasta marzo de 2013.

 

Dos candidatos, dos estrategias

Marcela Cubillos viene manejando y estaciona a media cuadra de la sede de RN en Antonio Varas. Son las 19.45 del martes, Allamand se baja del auto y antes de entrar a la informal proclamación que han preparado los militantes del partido, afina con su esposa y dos asesores la puesta en escena. “Tú entras, saludas, levantas las manos y les dices voy y vuelvo”, le señala la ex diputada UDI. Caminan juntos. El va sin corbata, sonriente y ante los primeros vítores y aplausos de un centenar de militantes, levanta las manos y responde “voy y vuelvo”. Quince minutos después se asoma a la ventana acompañado por los principales alcaldes del partido y hace su primer discurso de campaña, en el que respalda al gobierno, critica la gestión de Bachelet, pero principalmente destaca su propia trayectoria política. 

No hay nada al azar. El ex ministro preparó en detalle su desembarco de Defensa, que venía pidiendo al gobierno para poder dar inicio a la campaña. Consiguió una sede en calle Galvarino Gallardo, coordinó con el Instituto Libertad su  programa político y conformó un organizado equipo de campaña llevándose de Defensa a su jefe de gabinete y su asesor de prensa. Hace un par de semanas, acordó con Catalina Parot, que tras renunciar al Ministerio de Bienes Nacionales  asumiría como vocera del comando, estructura que fue informada con anticipación a Piñera. Su primera tarea, agendar una gira por el país para reunirse con quienes fueron candidatos a alcalde y concejales de RN para reactivar sus redes políticas con miras a las primarias y saldar deudas con ellos por no salir a respaldarlos para las elecciones.

Hace un par de semanas, Allamand acordó con Catalina Parot, que tras renunciar al Ministerio de Bienes Nacionales ella asumiría como vocera del comando, estructura que fue informada con anticipación a Piñera.

En el comando explican que la estrategia será remarcar su posición en el centro político y su rol como articulador del Acuerdo Nacional durante la transición, pero mostrándolo con propuestas y proyectos de futuro, remarcando su meta de que Chile sea el primer país de América Latina en alcanzar el desarrollo. Sus asesores explican que la idea es “mostrarlo como alguien con sustento y no como los políticos light”, aunque intentarán pulir ciertos rasgos como el parecer muy duro y serio frente a las cámaras.

Al contrario, a Golborne el cambio de gabinete lo obligó a adelantar todo su cronograma de trabajo e ingeniárselas para comenzar a armar sobre la marcha su equipo. Sin embargo, él se lo ha tomado con humor: “Como en el rescate de los mineros, teníamos un plan A, un plan B y un plan C”, comentó esta semana a sus cercanos tras salir del cargo.

Desde el Ministerio de OO.PP. reclutó a su jefa de gabinete, Luz Granier, y a Juan Pablo Koljatic. Ellos serán la cabeza de un reducido grupo de no más de 15 personas que se instalarán desde la próxima semana en una oficina en Apoquindo. Las primeras reuniones fueron en un departamento de calle Agustinas, y en ellas Golborne definió el perfil de su equipo: más que un comando, buscará una task force (fuerza de tareas), un modelo que le permita tener reacción rápida ante los acontecimientos y en que habrá tres divisiones: comunicacional, despliegue en terreno y programática. Esta última es la decisión más relevante: el ex titular del MOP generará una propuesta propia, diferente a la que están trabajando las comisiones Chile Nuevo de la UDI. La idea es que ambos equipos se coordinen para, a inicios del próximo año, fusionar las propuestas y dar origen al programa definitivo. Entre los cercanos a Golborne afirman que la decisión busca dar una señal sobre el carácter independiente de su candidatura, más allá del respaldo que tiene en la UDI.

Los nombres del equipo están en pleno proceso de definiciones, aunque figuras clave de su entorno, como Juan Antonio Coloma Álamos -hijo del senador UDI- optaron por quedarse de momento en la cartera. El ex ministro también tenía conversaciones avanzadas para incorporar a Hernán Larraín Matte, asesor comunicacional de Piñera. También jugará un rol Pablo Zalaquett, aunque Golborne aclaró que en su campaña, por ahora, no tendrá voceros.

Con todo, Golborne también ha tenido gestos con la UDI en estos días. El miércoles se reunió en Valparaíso con la bancada de diputados por una hora y media. En su exposición, que hizo apoyado en su iPad, el ex ministro -que ha analizado ejemplos de primarias en Estados Unidos, Francia e Inglaterra- comparó el escenario chileno con la elección norteamericana: dijo que Barack Obama pudo superar una baja aprobación inicial para lograr un nuevo mandato, y que la Alianza estaba en condiciones de imitar ese logro.

 

Apoyo -Y fuego -cruzado

La tarde del lunes, mientras los ministros esperaban el cambio de gabinete, pocos escondieron sus preferencias por los presidenciables, que a esa hora se paseaban nerviosos por el Salón Montt Varas. A través de la intensidad de los abrazos, mensajes al oído o simples conversaciones de grupo, los secretarios de Estado se fueron alineando con uno u otro. Mientras Evelyn Matthei aplaudió con fuerza a Golborne, lo hizo tibiamente cuando el presidente mencionó a Allamand. En tanto, Hernán de Solminihac y Rodrigo Pérez -quienes la noche de la derrota municipal habían escoltado a Golborne hasta el punto de prensa- esa tarde volvieron acompañarlo.

Pero lo más atípico de lo que será esta campaña también se evidenció esa tarde: sentada junto a Cecilia Morel, Marcela Cubillos, histórica militante de la UDI, no dejó de dar consejos a su marido, incluso a través de muecas en plena ceremonia. En segunda fila, la asesora clave de Golborne, Luz Granier, fundadora de RN, hacía algo parecido.

Son parte de los “apoyos cruzados” de estas primarias, donde no se descartan sorpresas. Una muestra fue que esta semana, la diputada RN Karla Rubilar declaró su apoyo a Golborne y senadores como Alberto Espina se declararon en “período de reflexión” y podrían seguir sus pasos.

La contienda se extiende al interior de los partidos. Un episodio incómodo ocurrió el lunes: mientras Allamand -acompañado de Cubillos- decía a la prensa la importancia de la experiencia en el servicio público, desde afuera de Palacio se colaban los gritos: “¡Se siente, se siente, Golborne presidente!”. Esa misma tarde, al salir de La Moneda, Carlos Larraín recibió un informe -con fotos incluidas- de un grupo de dirigentes de las juventudes de RN que, minutos antes habían acompañado a Golborne hasta el MOP. La misma escena se repitió el miércoles en el Parque Forestal, hasta donde llegaron -con banderas del partido- seis miembros de la JRN al lanzamiento de la campaña del ex ministr,  en un grupo que no superaba las veinte personas.

Otra incógnita es qué sucederá con Pablo Longueira. La dirigencia de la UDI gestiona un pronto apoyo de su parte a Golborne, aprovechando que hasta el momento no ha llegado ningún instructivo a los ministros que les prohíba abanderizarse con algún presidenciable. El ministro de Economía ha mantenido cierta distancia de la coyuntura y ha evitado hablar de la derrota municipal y del cambio de gabinete. No obstante, para muchos en la UDI sigue latente una futura irrupción del ex senador en la contienda presidencial. Un alto dirigente del partido lo resume así: “Longueira nunca cerró la puerta del tema presidencial y está disponible. Tendría que haber un cambio fuerte en la UDI, pero en política pueden pasar muchas cosas”.

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