Por Cony Stipicic H. Enero 21, 2011

David Gallagher es un liberal de tomo y lomo que hace sentir el peso de sus opiniones. Desde el Centro de Estudios Públicos (CEP) y a través de sus columnas ha dejado claro que, así como en su momento admiró el estilo de Ricardo Lagos, hoy apoya firmemente la instalación de Sebastián Piñera y la centroderecha en el gobierno. Pero no deja pasar las fallas: de estilo, de conducción y de visión.  Apuesta, pero reclama con la misma fuerza. Cree enérgicamente en la "nueva derecha", pero no se cierra a la posibilidad de que ésta resulte "intimidada" por la "vieja", como ocurrió -dice- permanentemente durante los gobiernos de la Concertación con los resquemores que generaba la renovada centroizquierda. "Hay gente que tiene un proyecto muy conservador para Chile, hay resabios de la derecha pinochetista. Esta nueva derecha es resistida por algunos", sentencia.

-¿Cree que este gobierno tiene la oportunidad de ser "fundacional"?
-Pienso que este gobierno ha sido fundacional en cuanto a estilo. Se ha generado uno muy distinto al que se pensaba gobernaría en una administración de derecha.
-¿Cómo definiría ese estilo?

"Me gustaría ver a Piñera en una modalidad más reflexiva y más largoplacista. Él tiene una prodigiosa capacidad analítica que lo hace reaccionar a detalles con una brutal y muy productiva energía. Pero tiene que darse tiempo para análisis más profundos".

-Hay algunos hechos concretos: el alza de impuestos para financiar la reconstrucción, aunque fuera en forma transitoria, hizo que el gobierno mostrara no ser de los empresarios, casi menos que las administraciones de la Concertación. Pero el estilo viene dado más por omisión, por la ausencia de slogans típicos de derecha, y por la sensación de que hay un gobierno bastante liberal. Hay ciertos episodios, como el de Barrancones -con el cual yo no estuve de acuerdo-, que contribuyeron a este ambiente de que hay algo nuevo, en este caso la agenda medioambiental.
-¿Ve convencido al presidente Piñera de estar liderando un proyecto fundacional?
-Yo creo que es un gobierno fundacional en cuanto a cómo plantearse desde la centroderecha. Pero hay una carencia en la estrategia de largo plazo. Falta esa visión, que uno vio en el gobierno de Patricio Aylwin. Los gobiernos de la Concertación han tenido cierta visión de país. A éste le falta el famoso relato. Pero creo que a fines de 2010 se intentó dar un marco en torno a las siete reformas anunciadas por el presidente.
-¿Qué falta entonces?
-Ver el bosque entre los árboles. Si tienes un presidente que es tan detallista, que está metido en absolutamente todo, que está supervisando cada cosa que hacen los ministros, es difícil que lo vea. Él es una persona extremadamente brillante, que no puede resistir meterse en esos detalles, pero debiera dedicar tiempo para ver el entorno, el contexto; comunicar más el país que queremos en el futuro.
-¿Le gustaría más un Piñera sin la parka roja y tomando distancia de las cosas?
-Exacto. Debiera hacer discursos más reflexivos. Creo que ahí hay un problema de contenido. Se necesita una mirada conceptual de hacia dónde va el gobierno y, por otro lado, pienso que hace falta una mirada política más diestra.
-¿Cree que eso cambiará con el nuevo gabinete?
-El cambio de gabinete es bueno. Como principio, creo desafortunado nombrar a senadores como ministros: es un pequeño engaño electoral. Pero encuentro muy adecuadas a las personas designadas para los cargos, sobre todo a Evelyn Matthei en Trabajo. Ella puede hacer una gran labor: ése es uno de los grandes frentes que necesitan reformas y empezarlas requiere a alguien con capacidad política y de seducción. Este gobierno se ve como muy duro, sin capacidad de seducción, que es la esencia de la política.
-¿Y ese problema radica en la figura del presidente, que parece tener la obsesión de ser querido, sin que sea necesariamente una de sus virtudes?
- Creo que nadie que busca ser querido lo es. Mi consejo al presidente es que se olvide de las encuestas. Tampoco es necesario que un mandatario sea querido. Hay algunos que están hechos para serlo, como Michelle Bachelet, pero no me parece que Sebastián Piñera sea uno de ellos. Ni Lagos ni Aylwin lo eran. Los presidentes no tienen que ser populares. Además, la ciudadanía no los va a estimar más por haberlo sido. Alejandro Toledo, en Perú, tuvo aprobación de un dígito y ahora puede ser el próximo presidente. La gente no necesariamente lo quiere, pero se da cuenta que fue un buen gobernante.

Errores de "maqueta"

-¿Qué errores en el diseño cree que asumió Piñera para provocar el reciente cambio de gabinete?
-Piñera apostó por un gabinete tecnocrático -yo apoyé eso- y es absolutamente normal que después de 10 meses se dé cuenta que algunas personas no eran adecuadas. El gobierno de Aylwin fue muy excepcional en ese sentido, para qué tratar de emularlo porque sí. Una cosa se ha demostrado: aparentemente a los tecnócratas que fueron gerentes les va mejor que a los académicos: éstos no necesariamente son los más adecuados.
-Pero, además, el presidente incorpora dos políticos de fuste, como Allamand y Matthei, con lo que acogió una demanda de los partidos y de paso neutralizó a dos potenciales díscolos.
-En este caso se logran varios objetivos: se neutraliza a dos díscolos -sobre todo a Allamand- y, por otro lado, se multiplica a los presidenciables; es más problemático tener uno, dos o tres en un gobierno, que tener cinco. Cuando hay más, se puede decir que todo el mundo es presidenciable. Eso es sano porque el foco está menos centrado en unos pocos y algo se desactiva el tema de la "presidenciabilidad", lo que permite que el gobierno se afiate mejor. Es sano para la centroderecha que haya más presidenciables. Que alguien lo sea por una acción puntual, como el caso de Laurence Golborne, es peligroso para el sector y para él mismo. Él necesita ser probado en otros ámbitos, y ahora lo será en Energía, que implica costos políticos. Es imposible que Chile tenga una política energética sensata sin "pisar callos". Si sale airoso, demostrará que el tema de los 33 mineros no fue un "suertazo".
-¿Le parece que la entrada de Matthei y Allamand es un retroceso para la instalación de la nueva derecha? Allamand fue crítico de Hinzpeter.
-Sí, pero él fue crítico sólo por razones de autoría. Dijo que él había inventado la nueva derecha. Por su trayectoria, él es parte de ella, a diferencia de su reemplazante en el Senado. Es obvio que Carlos Larraín es una magnífica persona, pero no es nueva derecha. Eso lo sabe cualquiera. Creo que Evelyn Matthei también es nueva derecha.
-Ellos dos estaban patrocinando proyectos de ley polémicos en la agenda valórica. Allamand, el Acuerdo de Vida en Común, y Matthei el aborto terapéutico. ¿Qué implica que los impulsores de esos debates no estén en el Congreso?
- No hay duda que para esos debates -en los cuales estoy con ellos- es una pérdida. No sé si va a significar una postergación, pero creo que en los dos temas ambos estaban haciendo un aporte muy valioso.
-¿Qué le dice el que esas discusiones se hayan dado en el seno de la derecha, en pleno primer año de su gobierno?
-Dice que la nueva derecha está viva y sana. Que hay una derecha distinta en Chile, y que ella -como la izquierda- es una coalición de intereses, de ideas. Muestra que tiene mucha fuerza y que hay una derecha más liberal.

"El presidente debe cambiar su forma de ser"

-Usted reconoce que una de las fallas de este gobierno está en su visión política. ¿Cree que la incorporación de estos personajes logrará revertir eso? 
-Ojalá. Pero creo que es importante que el presidente cambie su manera de ser.
-¿Y si no fuera así, qué sucedería?
-Yo estaría decepcionado. Se habría perdido una oportunidad. Chile necesita reformas más profundas. Nos hemos sentado en los laureles, estamos muy contentos con nosotros mismos y eso es muy peligroso.
-Aparte de desilusionarlo a usted y de que el país se pierda una oportunidad, ¿qué efectos políticos tendría el que las cosas no fueran en esa dirección?
-En el largo plazo, si no se hacen reformas se instalará una brecha peligrosa entre realidad y expectativa, que es lo que deshizo la democracia chilena en su momento. Tendríamos un país que podría ser presa de un populismo, lo que pasó en Venezuela. En el corto plazo, tenemos una inercia positiva muy favorable para la economía chilena: están trabajando para nosotros más de mil millones de chinos y otros mil millones de indios, lo que tiene en las nubes los precios de nuestros productos. Eso perdona cualquier cosa. Para las elecciones de 2013, a lo mejor el gobierno pasa "piola". No ha incurrido en ningún costo, se mantiene con buenas cifras y gana la próxima elección. Eso es terrible porque significa que la tentación de no hacer reformas es muy grande. 
-¿Qué tendría que pasar para que usted dijera "ya, vamos bien"?
-Una política energética de largo plazo con autorizaciones de proyectos que para muchas ONG son tabú: un par de termoeléctricas, HidroAysén, energía nuclear. Después, la reforma educacional, ojalá sin demasiadas concesiones. Una reforma laboral que diera más flexibilidad, que cumpliera con todas las cosas que dijo la nueva ministra: más empleo, sobre todo para las mujeres, más justicia laboral, pero menos monopolio sindical. Y reformas al Estado. Tenemos un Estado que en algunos bolsones es supereficiente, pero en otros decimonónico. Pienso que debieran hacerse las famosas modernizaciones de las que habla Piñera.

"En el gobierno de Lagos se instaló un Segundo Piso muy reflexivo. Ernesto Ottone manejaba a un grupo de personas que estaban pensando en el largo plazo. Con Bachelet se creó un Segundo Piso que no me pareció muy inspirador: era puramente marketero, pero fue muy popular. Pienso que este gobierno necesita comunicación y relato. Yo no veo ninguno de los dos".

-Pero usted insiste en que Piñera tiene que cambiar el switch…
-Me gustaría verlo "reseteado" en una modalidad más reflexiva y más largoplacista. Él tiene una prodigiosa capacidad analítica que lo hace reaccionar a detalles con una brutal y muy productiva energía. Pero tiene que darse tiempo para análisis más profundos.
-¿Qué le dice el episodio del gas en Magallanes?
-Es como el episodio de la ANFP. Es un gobierno que no se da tiempo para prever las consecuencias de una acción. Esa incapacidad en política es muy riesgosa.
-Este gobierno enfrenta una oposición bien particular. Más que tenerla en el terreno político con la Concertación, la está teniendo en la gente. Barrancones, Magallanes, Isla de Pascua son eventos donde la gente se movilizó. ¿A qué atribuye eso?
-Este gobierno debe entender que existe un escenario distinto. Hay grupos de personas que adquirieron conciencia de su poder de negociación, que antes no tenían. La sociedad civil reacciona diferente que hace diez años,  cuando no existía Twitter ni internet.
-No le parece que el gobierno a veces manda señales que pueden ser equívocas para el concepto de la nueva derecha: el anuncio de la privatización del resto de las sanitarias, ir en contra de los subsidios, Ley de Seguridad Interior del Estado.
-Cuando hablo de nueva derecha, no pienso que tiene que abandonar los principios básicos de la economía. Es mejor evitar los subsidios cuando se puede, no se trata de ser dogmáticos. Pero hay casos donde son necesarios si buscamos una sociedad más igualitaria. Por eso, el ingreso mínimo familiar es positivo. Seguir con el proceso de venta de acciones de las sanitarias que empezó Frei no lo veo como un acto necesariamente de derecha, lo que sí es importante es que estas cosas sean bien explicadas.
-¿El gobierno se pisa los talones?
-No hay duda. Eso tiene que ver con la falta de relato. Como gobierno no puedes hacer nada si no estás encuadrado en un relato bien explicado.
-A veces da la impresión que al gobierno le da miedo parecer de derecha.
-Puede ser. Pero las buenas ideas se pueden explicar, y a la gente le gusta que le enseñen.

Las fallas del segundo piso

"Creo que el presidenciable que más me gusta es Hinzpeter. Si no es el autor original de la idea de la nueva derecha, él con el presidente son los responsables de haberla instalado en este gobierno. Eso es muy valioso".

-Su diagnóstico del tema comunicacional del gobierno es lapidario, ¿dónde está la falla?
-Yo estimo muchísimo al presidente. Sin Piñera no sería posible esta centroderecha. Pero dicho eso, creo que la persona que tiene que poner la pauta en el tema comunicacional es él. Los demás son soldados.
-¿Los demás: los del Segundo Piso?
-En el gobierno de Lagos se instaló un Segundo Piso muy reflexivo. Ernesto Ottone manejaba a un grupo de personas que estaban pensando en el largo plazo y en las consecuencias de todo lo que hacían. Fue un Segundo Piso creador del relato. Después, con Bachelet se creó un Segundo Piso que a mí no me pareció muy inspirador: era puramente marketero. En términos de popularidad fue exitoso, pero sin visión de país. Pienso que este gobierno necesita las dos cosas, y no veo ninguna.
-¿Relato y comunicación?  
-Claro, porque por lo que entiendo -lo que me dicen-, el Segundo Piso les pone nota a los ministerios y tiene una especie de semáforo, pero no está pensando al país en el largo plazo. El ministro del Interior, quien sería un gran candidato presidencial, no creo que tenga tiempo para hacerlo.
-¿Tiene algún presidenciable más o menos delineado?     
-No lo tengo claro, pero creo que el que más me gusta es Hinzpeter.
-¿Por qué?
-Porque si no es el autor original de la idea de la nueva derecha, él con el presidente son los responsables de haberla instalado en este gobierno. Eso es muy valioso.

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