Por Josefina Ríos y Michelle Chapochnick Diciembre 3, 2010

La mirada macro

El 27 de febrero pasado, pocas horas después del terremoto, los ya designados ministros de Sebastián Piñera se reunieron en el comando presidencial de Apoquindo. La incertidumbre y desinformación eran la tónica, hasta que Jaime Mañalich tomó la palabra y, advirtiendo que era un experto en situaciones de crisis, auguró lo que se avecinaba: "Los muertos y heridos aumentarán y las comunicaciones colapsarán en Chile…", sentenció.

La mayoría de los presentes miraron sorprendidos al médico, de quien escucharon hablar por primera vez sólo días antes. Fue el único en la cita capaz de adelantar la imagen real de lo que vendría.

Durante los días posteriores, todas las autoridades hablaban de reconstrucción. Mañalich, en cambio, ya dejaba entrever su capacidad de mirar las cosas de forma diferente: "Si vamos a reconstruir aprovechemos de mejorar las cosas", repetía. Hoy su filosofía es la misma. En sus visitas a regiones ha propuesto cambiar los terrenos donde estaban emplazados los hospitales destruidos, como en Constitución, donde sugirió que el nuevo centro hospitalario se construyera en un paño ubicado en altura.

A principios de noviembre, su visita al Hospital de Curicó revolucionó el lugar. Acostumbrados a contar con siete pabellones para hacer 6.500 cirugías anuales, hasta entonces no sabían cómo cumplir las metas bajo las nuevas circunstancias. Mañalich, experto en administración, los ayudó con un objetivo claro: hacer la misma cantidad de cirugías en sólo dos pabellones. Además, antes de dejar el centro de salud preguntó: "¿A cuántos metros de la entrada de urgencia se encuentra el escáner?". A 120 metros le contestaron. El secretario de Estado agregó: "Hay que conocer la gravedad del enfermo apenas pisa el hospital". En ese momento quedó estipulado que el escáner se reubicaría a la entrada del hospital, tal como ocurre en la Clínica Las Condes.

A todo terreno

Pocos meses atrás, y después de un viaje fuera de Santiago, Mañalich llegó a su casa pasada la medianoche. Como de costumbre vio en la televisión las últimas noticias del día. Así, se enteró que las amenazas de paro del sector salud seguían en pie pese a la epidemia de influenza y la crudeza del invierno reinante. Antes de las 3:00 a.m. el ministro se encontraba rumbo a la Posta 3.

No se trataba de una excepción. Mañalich suele visitar en forma imprevista centros hospitalarios en la mitad de la noche. Mientras los recorre toma notas en una grabadora digital que siempre lleva consigo para recordar las "tareas". Quienes conocen al secretario de Estado explican que su objetivo no es sorprender, sino conocer en terreno lo que está sucediendo. "Sólo confía en lo que ve", dice Pablo Rodríguez, presidente del Colegio Médico.

Mañalich vio en la televisión las últimas noticias del día. Así, se enteró que las amenazas de paro del sector salud seguían en pie pese a la epidemia de influenza. Antes de las 3:00 a.m. el ministro se encontraba rumbo a la Posta 3.

Un criterio similar lo llevó al sur, a principios de septiembre, en medio de la huelga de hambre de los 38 mapuches imputados por la Ley Antiterrorista. El presidente Piñera lo llamó directamente para pedirle que se trasladara a La Araucanía y evaluara la gravedad de los acontecimientos.

Al constatar que la situación era crítica, buscó mediadores. Y los encontró quizás donde menos lo esperaba: en las machis. Con ellas acordó darles medicinas mapuches tradicionales a los comuneros. En La Moneda aseguran que ése fue el comienzo del fin de la huelga.

Fiel a este estilo presencial, el pasado 23 de noviembre, y apenas se enteró del fatal accidente de Tur Bus en la Autopista del Sol, se dirigió a la Posta Central, luego al Hospital de Talagante y al Hospital San Juan de Dios para organizar la atención de los heridos y derivar a los muertos al lugar indicado. Pragmático y con la mente fría, no dejó nada al azar: ordenó que se implementara una sala de espera para los familiares y se pusiera un sicólogo a su disposición. Cuando dejó todo organizado fue al lugar del accidente. Ahí conversó con los bomberos e integrantes del SAMU: quería conocer de primera mano todos los detalles.

El poder de la TV

Hasta agosto pasado era común ver a Mañalich caminando como un anónimo en las cercanías del ministerio en Mac-Iver. Las encuestas de entonces lo situaban como uno de los ministros más desconocidos por parte de  la opinión pública.

Sin embargo, su cambio de perfil público se consolidó con el accidente en la mina San José. Sus imágenes en el yacimiento y en el Hospital de Copiapó recorrieron el mundo. "Se dio cuenta del peso de la televisión y que era fundamental estar en los eventos importantes", asegura uno de sus cercanos. Justamente, para reforzar su manejo comunicacional y visión estratégica contrató a la periodista Pilar Molina como asesora.

Además, en un intento de mejorar su performance ante las cámaras recibió coaching de la Secretaría de Comunicaciones. El diagnóstico, cuentan en el Ministerio de Salud, no fue del todo favorable: fuerte en comunicaciones globales, débil en su capacidad de transmitir mensajes por la pantalla chica. "Aunque los códigos televisivos no sean su fuerte, tiene sentido de la oportunidad y se maneja bien", aseguran fuentes de gobierno. Así quedó de manifiesto la semana pasada tras el accidente de Tur Bus. Vestido de delantal blanco y a cargo de los heridos, Mañalich se convirtió en el médico de cabecera de los chilenos accidentados.

El estilo Mañalich

Animal político

Si bien quienes lo conocen aseguran que el ministro no tiene una agenda política propia, sus dotes para moverse en los círculos de poder son notables. Desde un comienzo, buscó ayuda en sus aliados naturales: los parlamentarios oficialistas ligados a las comisiones de Salud. Con ellos se reúne quincenalmente y ha formado una suerte de consejo asesor. En la instancia donde participan Francisco Chahuán, Juan Lobos, Patricio Melero y Karla Rubilar, entre otros, se analizan escenarios futuros y se debate la forma de aterrizar materias de impacto social. "El ministro tenía dudas, por ejemplo, sobre si dar a conocer o no las irregularidades encontradas al interior del ministerio, como licencias médicas falsas. Se le aconsejó que las hiciera públicas y así lo hizo", asegura Karla Rubilar.

Pero sus redes van más allá del oficialismo. Es usual que Mañalich invite a parlamentarios concertacionistas, como Enrique Accorsi, Mariano Ruiz-Esquide y Guido Girardi, entre otros, a comer a su casa para conversar sobre la cartera. En la misma línea, el magíster en Ciencias en Epidemiología Clínica es consciente de la importancia de mantener una buena relación con los gremios. Por eso cuando Pablo Rodríguez le mostró su malestar por las críticas al trabajo de los médicos en el sistema público, en una entrevista publicada el 11 de julio, Mañalich reaccionó: 19 días después acudió al Consejo General del Colegio Médico y aclaró sus dichos.

No todos quienes conocen al histórico médico de cabecera de la familia Piñera interpretan estos hechos de forma positiva. Creen más bien que el ministro es hábil y está evitando, por ahora, enfrentamientos públicos. "Se guarda los temas de fondo para hacer jugadas estratégicas y en solitario", aseguran fuentes de oposición.

Estos mismos personeros sugieren que esto fue lo que sucedió con el anuncio apresurado sobre el proyecto de la Ley Corta de Isapres: hizo pública una iniciativa sin contar con el consenso de la comisión de expertos que asesoró durante tres meses a la cartera, entregando el martes pasado sus recomendaciones al gobierno. Pese a que después pidió disculpas por su arrebato, muchos en este equipo de especialistas -convocado por Piñera- no interpretaron bien su actuación.

Estilo personalista

"Gracias al trabajo que hice ahí llegué al ministerio", dice el orgulloso Mañalich cuando alguien le consulta por la etapa profesional en que estrechó lazos con el presidente Piñera, entonces accionista de la Clínica Las Condes.

Desde su cargo de director clínico, Mañalich le puso un marcado sello empresarial a esa institución. El problema, aseguran quienes trabajaron con él, no era la meta -crecer y aumentar la rentabilidad-, sino el estricto método que utilizó para llegar a ella. Algunos médicos aseguran que "desconfianza" es la palabra que mejor define esa época.

El nefrólogo realizó una reingeniería total: aumentó la dotación de médicos, estandarizó los precios de las consultas y sometió a los doctores a una estricta disciplina. Las nuevas reglas chocaron con las costumbres de los profesionales de la clínica más exclusiva del país, habituados a funcionar con una autonomía casi absoluta.

En la clínica siempre existió un acuerdo: el ingreso de nuevos profesionales al staff debía generar consenso. Pero Mañalich cambió las reglas. "No aceptaba un no. Si alguien se oponía a su propuesta usaba todo tipo de estrategias para ganar la partida", asegura un médico de la clínica. Uno de los casos más emblemáticos en esa línea se dio dentro del equipo de cardiología. El nombre propuesto por el actual ministro generó una total oposición, la cual fue liderada por el jefe de la Unidad Coronaria. Mañalich le quitó la jefatura al cardiólogo y siguió con sus planes.

En ese difícil escenario, el nefrólogo buscó aliados. No bastaba con los médicos jóvenes a los que había abierto las puertas y generó lazos de lealtad con un grupo no tradicional: las enfermeras. Finalmente, algunos profesionales de primer nivel optaron por abandonar la clínica.

El estratega

El 22 de agosto, apenas se enteró de que los 33 mineros se encontraban con vida, Mañalich tardó menos de 24 horas  en tomar un avión rumbo a Copiapó. Durante el vuelo hizo una especie de juego de asociación libre con sus asesores: ¿Qué imágenes se les vienen a la mente cuando piensan en los trabajadores atrapados a 700 metros de profundidad?, preguntó. Submarino, huelga de hambre, naufragio, fueron algunas de las ideas que surgieron durante la conversación. El titular de Salud, como es su costumbre, anotó las sugerencias en su delgada libreta de apuntes. Después, él mismo agregó -y escribió- una imagen que sería clave en los días que se avecinaban: astronautas.

Éste fue el punto de partida de uno de los hitos del paso del ministro por el yacimiento: contactar directamente a la NASA y pedirle ayuda en el protocolo médico para los trabajadores.

Así, asumió también directamente todas las tareas de su área. Le pidió al jefe de la Unidad de Pacientes Críticos del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, Rodrigo Cornejo, que diseñara una guía de atención especializada y solicitó la conformación de un grupo de médicos disponibles las 24 horas y con celular abierto. Él mismo estaba al comando: llamaba directamente a los involucrados, grababa sus teléfonos, contestaba el celular a toda hora y conversaba a diario con los mineros.

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