Por Emilio Maldonado Julio 10, 2013

Eric Northman y Willa Burrell durmiendo juntos en un ataúd. Con apenas un cruce de palabras y miradas, más el intento de ella por probar la sangre del vampiro antihéroe de True blood, los actores Alexander Skarsgård y Amelia Rose Blaire protagonizaron una escena de antología. Para los creadores de la serie, la imagen más erótica hasta ahora filmada.

La inclusión de este tipo de escenas no es al azar. Luego de una confusa quinta temporada con personajes más sobrenaturales de lo que un televidente podía entender, y con muchos guiños religiosos y a la “biblia de los vampiros”, la sexta entrega de True blood volvió a su carril de sangre, intrigas y, principalmente, tensión sexual entre sus protagonistas. 

Quién lo diría. Los truebies (como se denominan los fanáticos de la ficción) resultaron ser más conservadores de lo esperado. Exigen una novela, casi un drama estilo latinoamericano, aunque aquí nadie queda ciego o se casa con un millonario. No todavía.

El eje de la actual temporada polariza las emociones. Por un lado, el bueno de Bill Compton aparece convertido en el mismo demonio. En la otra vereda, el villano Eric Northman es ensalzado como el potencial salvador de la raza de vampiros, aunque para conseguirlo siga utilizando sus cuestionables métodos, como secuestrar a Willa, la hija del gobernador, y convertirla en vampira. En medio de ellos sigue estando Sookie Stackhouse (Anna Paquin), la rubia con aires de ingenuidad que ahora debe cuidarse a sí misma. En la sexta temporada Sookie pone en pausa el triángulo amoroso entre Bill y Eric, para perseguir a Warlow, el asesino de sus padres. Drama puro, como exigimos los truebies.

“True blood”. Domingo a las 22 h, por HBO.

 

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