Por Francisco Aravena Septiembre 7, 2015

Al leer un libro tan titánicamente exhaustivo y contundente como el de Siddhartha Mukherjee, uno queda con, al menos, tres conclusiones, todas urgentes. La primera, aunque obvia (casi un cliché), se hace ineludiblemente clara: el cáncer es por lejos el principal enemigo del ser humano; y lo ha sido siempre, de modo que derrotarlo es, también por lejos, la meta más importante que nuestra especie tiene por delante. La segunda: que esta historia, por sobre las mezquindades, inoperancias y ambiciones inescrupulosas, está protagonizada por un grupo de personas que, en toda época, se han negado a resignarse a la fatalidad. Investigadores, doctores, enfermeras, filántropas y pacientes; en hospitales y clínicas, en la industria farmacéutica, en universidades, en salones de té, en los pasillos del Congreso, en las calles. Gente que ha empujado el límite de lo posible y que ha debido convivir con el sabor de las pequeñas victorias y las subsecuentes frustraciones.

La historia del cáncer es la historia de generaciones de héroes que lo han combatido hasta que, en varios casos, el mismo cáncer los ha matado.  La tercera conclusión: que Mukherjee, un oncólogo que escribe con tanta rigurosidad como elocuencia, armó un libro fundamental, imprescindible para comprender esta enfermedad (o la suma de todas aquellas que agrupamos bajo el mismo nombre) y la lucha contra ella; que The Emperor of All Maladies es un material perfecto para un documental; y que no cualquiera puede hacerse cargo.

Por eso tenía sentido que lo hiciera PBS, el canal público estadounidense, bajo el alero de Ken Burns, mito del documental histórico. El resultado es impecable en su ejecución y tan ilustrador como emotivo en su entrega. Cada generación, aprendemos, ha soñado con tener el triunfo sobre el cáncer a pocos años de distancia; y cada generación ha observado cómo cada conquista es seguida por nuevos y más complejos problemas. Si llegará el día en que concebiremos al ser humano sin la más humana de las enfermedades, es difícil de prever. Pero obras como esta nos permiten entender un poco más el tamaño del enemigo.

Relacionados