Por Nicolás Alonso Diciembre 3, 2014

Si uno de los últimos versos del disco debut de Tomás González, Lengua Muerta (2011), advertía: “Bienvenidos todos al planeta de los simios, y que nadie se sorprenda cuando deje de girar el reloj”, en su segundo disco, Orangután, esa sentencia ya se cumplió. Las 11 canciones, oscuras y desesperanzadas -bastan los títulos: “Frío”, “Corazón desisto”, “Pesadilla”- son una galería de la desolación. Sus protagonistas: condenados a muerte sin nombre, cuerpos que flotan en el río, orangutanes que se aferran a un último árbol.

Con una decena de músicos, influencia de Salif Keïta, guitarras en loop, percusiones del nordeste brasileño, bronces y balafón -marimba de calabazas-, la música juega con el contraste: ilumina los terrenos sombríos por los que transitan los personajes. La mayoría  de ellos nacidos del impacto que le causó a González -compositor  de obras teatrales como Neva y La reunión- leer sobre los campos de concentración de Siberia en El Imperio, de Ryszard Kapuscinski. En Orangután, ese horror está presentado con metáforas animales. Por un lado, el orangután aterrorizado en la selva, testigo de su extinción. Por el otro, el ogro que empuña la escopeta, graficado como una sombra que viaja entre los hombres en el excelente video de Niles Atallah  para “El ogro”, primer single del disco.

-¿El ogro es alguien en particular o somos todos?
-Quería hacer un disco bien político, y para que no fuera panfletario, traté de ver por qué el ser humano llega a estos niveles. En vez de culpar o denunciar, pensé en qué haría uno, qué tan libre está uno de transformarse en ese ogro. Todos somos en parte déspotas. El ogro es alguien concreto, sí, pero también somos todos.

-La otra figura es el orangután, víctima del ogro. Más que un mensaje ambientalista parece una metáfora del mal. ¿Hablas del hombre en crisis?
-Tengo una fijación por el orangután como paralelo del ser humano. Veo en él a un hombre triste. No es un gorila, no impone respeto. Alega, grita, pero es incapaz de defenderse, se extingue. El amor y la pasión son también muy animalescos, de ahí que muchas imágenes del disco sean de animales. Tiene que ver con la literatura que leo: el poeta peruano José Watanabe o Jorge Teillier.

-Abres Orangután con “Frío”, tu canción más sombría. ¿Qué es ese frío que define el disco? 
-Me pegaron tan fuerte los relatos de Kapuscinski que quise dar espacio a esas personas, meterme en sus cabezas. Cuando digo: “Cayó de un tiro el condenado, y en su frente dice ‘frío’”, quiero decir: ¿qué puede decir un fusilado en Siberia? Quiero reivindicar que detrás de cualquier lucha política hay un ser humano. Es más sencillo, y eso lo hace más terrible. ¿Qué dice ese condenado? No puede decir una consigna. Sólo dice “tengo frío”.

“Orangután” (Discográfica del Sur), de Tomás González. Lanzamiento el 10 de diciembre a las 21 h. en Matucana 100.

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