Por Vicente Undurraga Abril 27, 2018

Nepotismo pertinente. Así, aunque veladamente (son diplomáticos, no polemistas ni hermeneutas), se refirieron cuatro ex embajadores, de militancia o esencia DC, a la nominación como embajador en Argentina de Pablo Piñera, de militancia y esencia DC. “Nadie más pertinente que él”, opinaron, aduciendo que las acusaciones de nepotismo no se justifican porque la diplomacia… la diplomacia es otra cosa. Está por encima de toda política, politiquería y demagogia. Un embajador es la más alta representación del presidente afuera, no un mero funcionario público. Es una palomilla mensajera. ¡Un Principito!

¿Es pertinente la nominación familiar? La discusión no es sobre las competencias del nombrado embajador. Por lo tanto, quien las esgrime en su defensa está flagrantemente eludiendo el meollo de la barahúnda, que es uno y sólo uno: la demostrable indelicadeza de ser puesto en un cargo de tamaña envergadura por quien además de Presidente de la República es, como se sabe, tu hermano.

Exageramos para divertirnos, qué duda cabe, pero no dejamos de hacernos la pregunta del millón: la salida de Soledad Alvear de la DC, ¿fue pertinente o impertinente?”.

Las piñericosas son una cosa, las decisiones presidenciales otra. Aunque ahora ha debido congelar su decisión, no hay por qué suponer que Piñera, un hombre astuto, no había de prever las críticas que se le dejarían caer por la nominación de quien compartió con él probablemente hasta la bacinica en la niñez. Si no, quiere decir que, como dicen sus adversarios, no prevé escenarios ni se pone en el lugar del otro jamás, y esas dos carencias en quien dirige un país son un mal indicio.

Pero no seamos básicos. Vayamos más allá. No sucumbamos al resentimiento fácil. Si el nombramiento fue calificado (diplomáticamente) como un nepotismo pertinente por quienes de diplomacia más saben, quiere decir dos cosas: 1) que quienes de diplomacia más saben sí lo reconocen como nepotismo, pero que 2) lo entienden como nepotismo de Gente Como Uno. GCU, esa es la cuestión. ¿Cuál es el problema, si hablamos de gente bien? Pertinencia es pertenencia. Eso seguramente piensan los embajadores, lo mismo Piñera. La ley está para cumplirla, pero no para nosotros, perrito papá.

Reclamemos cuando el presidente ponga a su hermano Negro en México o a José en Groenlandia. Pero por qué tanta mala onda con Pablo. ¡Si es lo más gente que hay! ¡Un gran chato! País malagradecido, cuánto encono albergas.

Chile se lo pierde. Menudo desafío ahora, además: encontrar a otro tipazo que sepa hablar argentino, esté dispuesto a irse tan relejos y pueda llevar adelante las tirantes relaciones con el gobierno de Macri.

¿No estaremos viendo el vaso medio vacío? Quizás las motosierras no nos dejan ver la forestal. Además, en toda presidencia se cuecen habas. ¿Qué tal si en vez de criticar al gobierno en su peor semana, si en vez de quedarnos pegados en las leseras de sus ministros, nos tomamos en serio lo realmente serio? La pertinencia es un principio que llegó para quedarse, el nuevo supravalor nacional que todo lo valorizará. Lo pertinente es lo adecuado. Tan simple como eso. No más politiquería. Pongamos la pertinencia en el centro de la política y Chile tendrá alas. Todo será o podrá ser pertinente. Censura pertinente. Represión pertinente. Colusión pertinente. Corrupción pertinente. Asociación ilícita pertinente. Portonazo pertinente. Estafa piramidal pertinente. Retroexcavadora pertinente. SQM pertinente. Tanquetazo pertinente. Bombardeo pertinente.

Exageramos para divertirnos, qué duda cabe, pero no dejamos de hacernos la pregunta del millón: la salida de Soledad Alvear de la DC, ¿fue pertinente o impertinente? ¿Se irá el carismático Gutenberg también? Y la pregunta de los $70 millones: ¿es el nuevo Lexus presidencial un auto pertinente? Y ya que estamos con preguntas densas, ¿será posible que gane espacio en Chile la impertinencia pertinente? Dicho de otro modo, ¿qué hacer con el diputado Ignacio Urrutia, que es la impertinencia misma pero que la UDI, su pertinente partido, ha defendido, volviendo su discurso pertinente? Por algo quebró lanzas en su favor el diputado Víctor Pérez, dejando ver, una vez más, la peor cara de la derecha.

¿Es solamente impertinente Urrutia? Es más bien pertinaz. Un impertinente pertinaz: un petimetre. Pero es más que la caricatura que le gusta representar: es parte de algo. La punta de un callo. Como Kast, como esos que hacen poleras burlándose de la Caravana de la Muerte. Cuando se ha instalado un cierto consenso progresista y democrático en la sociedad, en sus márgenes surgen los bárbaros acallados.

Es fácil imaginarse a mucho UDI yendo a abrazar y hacerle, fuera de cámara, un choca-esos-cinco a Urrutia por atreverse a decir lo que tantos piensan y callan. Cuando la transparencia y la coherencia comienzan a ser ensalzadas como virtudes absolutas conviene ponerse en guardia. Urrutia es transparente como colapez y coherente del modo en que, guardando las desproporciones, Hitler lo era. Que Piñera nombre a Urrutia agregado cultural en Groenlandia. Trabajaría codo a codo con José Piñera. Pertinencia y pertenencia aseguradas.

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