Por Vicente Undurraga Abril 6, 2018

Ya llegará el día en que el gobierno de turno comisionará una comisión a cargo de las comisiones previamente comisionadas: una comisión de comisiones. E incluso podría verse en la perentoria necesidad de crear una comisión que asesore a la comisión de comisiones. Lo que implicaría necesariamente la designación de un gran comisionado a cuyo cargo estará no sólo dicha supracomisión, sino también los comisionados a cargo de todas y cada una de las subcomisiones establecidas con el propósito de dar oportuno abordaje a los problemas nacionales, los cuales habrán sido definidos con anterioridad por comisiones de expertos debidamente comisionadas.

La Comisión de Infancia es la protagonista de esta semana, y su conformación fue transversal: incluyó hasta al diputado frenteamplista Gabriel Boric, aunque los humanistas quedaron fuera, lo cual es alarmante y amerita una comisión investigadora porque los humanistas nunca quedan del todo fuera de nada.

Comisiones convocó la Concertación, comisiones vendrán con Chile Vamos: Comisión Come y Calla para regularizar la beca Junaeb; Comisión Viejitos Lindos para zanjar el hostigamiento a la caja de compensación Punta Peuco; Comisión Guanaco para resolver el tete estudiantil y Comisión Choclo Délano para revertir la crítica situación carcelaria.

¿Es menos serio el comité de los conejos que esa insondable instancia todopoderosa llamada Tribunal Constitucional?”.

El problema radica en que las comisiones, originalmente pensadas como una instancia para escuchar, analizar y según eso proceder de la mejor forma en tal o cual materia, han derivado, por uso y abuso, en una instancia destinada precisamente a no escuchar. A los pingüinos, el 2006 los terminaron dividiendo y bajando a punta de comisiones: les ponían mesas con frugelés y al cabo todo quedaba en nada o casi nada.

Ahora bien, si en una primera instancia podría pensarse que el Poder Ejecutivo ha dejado de ser ejecutivo de tanto consultar comisiones, de un tiempo a esta parte se ha producido una vuelta de tuerca y la cosa parece ser al revés, lo que sin duda llegará a un punto cúlmine en este gobierno, que es ultraejecutivo, pero muy zorro (amén de zorrón): ya se ve que su manera de pasar la ejecutiva retroexcavadora será echando vistosa mano a ese infalible silenciador llamado comisión.

Pero, ¿qué es una comisión? Un comité de expertos. ¿Y qué es un comité de expertos? Una comisión: una cápsula sabionda. Otra manera de verlo sería pensar que las comisiones son el quiste sebáceo que a la república le terminó generando la llamada democracia de los acuerdos, siempre preocupada, como cantaría Serrat, de “propiciar un diálogo de franca distensión / que les permita hallar un marco previo / que garantice unas premisas mínimas / que impulsen un punto de partida sólido y capaz”.

Por todo lo anterior cabe no sólo reivindicar, sino celebrar el gesto ácidamente republicano de la alcaldesa Cathy Barriga, pleno de ironía portaliana y de sapiencia enriquecorreística. Al preparar las actividades municipales de Semana Santa rodeada de un comité de conejitos lo que está haciendo es escuchar directamente el expertise de los que saben más, haciendo de su rosado know how el motor de las decisiones en Maipú, una pequeña comuna de Santiago con bajos índices de pobreza y delincuencia y con excelente transporte y salud pública, pero, lamentablemente, con un altísimo déficit de huevitos chocolatados, cuestión para la cual un comité de conejitos sin duda ha de tener la mejor solución. Qué le habrán dicho a la blonda y audaz autoridad edilicia esos rosados cuyes es algo que no se ha filtrado a la prensa, lo que da cuenta de la seriedad de dicha comisión.

¿Es menos serio el comité de los conejos que esa insondable instancia todopoderosa llamada Tribunal Constitucional? ¿Da más garantías que un concejo-conejo una comisión de expertos leguleyos que en un santiamén pasa por encima de años de discusiones parlamentarias —y ciudadanas— para borrar con el codo lo que la nación escribió con la mano, restituyendo el lucro en la educación o boicoteando el derecho al aborto mediante ardides medievales?

Esta costumbre de la derecha de someter todas sus derrotas políticas a la censura de ese magno comité de especialistas constitucionales nos obliga a formular aquí y ahora una pregunta tan incómoda como impostergable: ¿hasta dónde piensan llegar? Desde el punto de vista de su lógica revisionista, es lícito suponer que en el mediano plazo Chile Vamos estará impugnando el plebiscito de 1988, lo cual podría redundar en la revocación del triunfo del No, lo que implicaría la inmediata restitución al poder del general Pinochet, pero dado que falleció, y que eso no hay comité que pueda revertirlo, no quedará más alternativa que entregarle la piocha de O´Higgins a doña Lucía. Quizás es lo que el país necesita: una anciana fuerte y decidida que sepa desestimar en un dos por tres todo tipo de comisión, como no sea la comisión de delitos de todo tipo.

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