Por Jonás Preller Roldán Abril 21, 2017

La primera agenda de la Concertación de Partidos por la Democracia era evidente: terminar con la dictadura e instaurar un régimen democrático a partir de 1990.

La segunda tarea fue, tras esto, lograr elegir un presidente que fuera capaz de liderar la transición democrática, alcanzar consensos políticos y recuperar la estabilidad institucional del país.

De ahí en adelante parece configurarse una suerte de administración del poder, de cuidar cargos e influencias, de generar (¿sin querer?) un vacío en la agenda programática.

El golpe de realidad vino en 2010 cuando Sebastián Piñera llegó a la presidencia. Fue por lejos el golpe más duro a la Concertación. El mayor desagravio que la ciudadanía le infligía. El fin de la gesta democrática.

La Nueva Mayoría surgió en 2013 tras el “voy” de Bachelet que aceptaba dejar ONU Mujeres y volver a postular a la presidencia del país. Fue sólo eso: escaso contenido, con una vaga reflexión del fin de la Concertación, pero con el claro objetivo de sacar a la centroderecha del gobierno y recuperar el poder. Todo sin relato.

Hace tiempo un dirigente histórico de la Nueva Mayoría la desahució prontamente. “Es un pacto electoral sin programa”, se apuró a decir, adelantando la irreparable fractura que hoy vive el bloque.

Un conglomerado que se quedó sin contenido, sin gesta ideológica, y cuyo final aún no está del todo claro.

Jonás Preller Roldán
Director
jonas.preller@quepasa.cl
@jonaspreller

Relacionados