Por Juan Andrés Quezada G. Febrero 3, 2017

Tal como ocurrió con el terremoto del 27 de febrero de 2010, que marcó un antes y un después en la forma de enfrentar un sismo o un tsunami, este verano debería dejar definido un protocolo que rija la forma de actuar del gobierno ante los incendios forestales. Esto, por lo menos, se desprende de las declaraciones de todas las autoridades.
Mientras en marzo se enviará al Congreso una ley que mejora las capacidades de la Onemi y se anuncia la creación del Servicio Nacional Forestal, la presidenta Bachelet prometió $ 4 mil millones a Bomberos.
También el ministro Eyzaguirre anunció un conjunto de medidas para la prevención de incendios forestales. Se habla de profesionalizar a los brigadistas, de adecuar los aviones de las Fuerzas Armadas, de comprar helicópteros, de regular la plantación de pinos y eucaliptos. Incluso se ha mencionado que se estudiará la creación de un Ministerio de Emergencias.
Ahora, la pregunta que se hacen todos es por qué tienen que suceder tragedias como estas para que se definan las medidas. ¿Por qué no adelantarse a los hechos? Más que aprender de las catástrofes, los esfuerzos tienen que estar concentrados en evitarlas.

Juan Andrés Quezada G.
Editor Ejecutivo
jaquezada@quepasa.cl

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