Por Sebastián Rivas, desde Chicago. Julio 22, 2016

Parece una anécdota casi sin importancia: dos párrafos, no más de 60 palabras y 30 segundos de un discurso destinado a pasar desapercibido, pero que se convirtió en la peor pesadilla de Donald Trump en lo que va de campaña. No fue el magnate el protagonista: fue su esposa, Melania, la que el lunes por la noche cayó víctima de Jarrett Hill, un periodista desempleado que mientras escuchaba en un Starbucks el discurso con que ésta elogiaba a su esposo en la Convención del Partido Republicano en Cleveland, detectó 30 segundos que lo hicieron retroceder ocho años. Hill buscó en internet y, casi segundos después, posteó en Twitter lo impensable: dos párrafos completos de ese discurso habían sido copiados, casi palabra por palabra, de la presentación que Michelle Obama había hecho a su esposo, Barack, en la Convención Demócrata de 2008.

Hasta ese momento, en la convención habían ocurrido varios hechos políticamente significativos. Los republicanos aprobaron una de las plataformas más conservadoras en décadas, apoyando las duras ideas en inmigración propuestas por Trump, con lenguaje duro hacia los matrimonios entre parejas del mismo sexo y una radicalización de su postura antiabortista. Además, entre las muchas otras iniciativas aprobadas, llamaba la atención que el programa de Trump era mucho más suave con Rusia, algo que marca la admiración que éste siente por Vladimir Putin. Sin embargo, nada de eso estuvo ni cerca del alcance del error de Melania, que en minutos escaló a viral en las redes sociales y al día siguiente fue tema de los medios de comunicación y los cafés.

Más aún, la importancia política del plagio es que le permitió a los medios de prensa que cubren la campaña un momento equivalente al “rey desnudo”. El error no forzado de la esposa de Trump citando a la esposa del enemigo público número uno de su marido desató una cobertura inédita de las flaquezas de la campaña: que Trump no tiene un equipo profesional, que Trump improvisa prácticamente todo, que Trump verdaderamente no cree en lo que plantea y que Trump no tiene problemas en mentir para salir del paso.

La campaña, por cierto, no hizo mucho por corregir esa percepción: el lunes minimizó el episodio, el martes negó que hubiera plagio y el miércoles publicó un comunicado de una empleada de Trump responsabilizándose del plagio, la primera vez en toda la campaña que alguien pedía disculpas. Todo, mientras el magnate navegaba con bastante éxito en una convención con poco entusiasmo, pero lejos de ser el hervidero de republicanos anti-Trump que se había especulado. No importó: en un mundo donde los medios se alimentan de la noticia más rara y la polémica más sabrosa, ese desempeño tampoco sirvió para cambiar la narrativa.

Es probable que Hillary Clinton haya tomado nota del episodio. Su equipo, habitualmente ávido de saltar ante la más mínima frase desatinada de Trump, guardó silencio durante la controversia de Melania. Y la preocupación más bien vino por el lado de que los discursos más aplaudidos de la convención fueron aquellos en que se sugería no sólo que los republicanos le ganarían, sino que Trump la mandaría a prisión o, incluso —como dijo uno de los asesores de seguridad nacional del magnate— que ella debería ser “ejecutada” por episodios como su manejo del asalto a la embajada estadounidense en Libia o el uso de su correo electrónico privado mientras era secretaria de Estado.

Hillary Clinton sabe, y entiende, que tal como ella ha intentado hacer de la elección un referéndum sobre Donald Trump, en el lado republicano el gran factor de unión es la antipatía que le sienten a ella. Con dos candidatos poco atractivos para el mundo independiente, los votantes que definirán la elección están pendientes de cualquier detalle que les permita hacerse un juicio de las campañas. Por eso, el episodio de Melania puede ser complejo para Trump y definir una candidatura, como los errores y el desconocimiento de temas básicos en política internacional de Sarah Palin complicaron a John McCain en 2008.

Y por eso Hillary deberá cuidarse la próxima semana, cuando sea el turno de la Convención Demócrata, porque el riesgo estará de su lado. Hasta ahora, la ex primera dama ha hecho una campaña impecable: ningún discurso destemplado, ninguna frase polémica y ninguna gran controversia interna que haya rebotado a la prensa, pese a enfrentarse a un mundo cada vez más imprevisible, con atentados y golpes de Estado transmitidos en directo.

Pero el hecho de que las encuestas la muestren aún en una cerrada disputa con Trump habla de que el más mínimo error desde su lado puede costarle carísimo. Porque los sondeos también muestran que los seguidores del magnate le perdonan casi todo, pero los que apoyan a Hillary son más críticos. El desafío de los demócratas, partiendo por la convención que comienza el próximo lunes, es hacer una campaña perfecta hasta noviembre. Si no, Melania Trump tendrá por delante cuatro años de discursos como primera dama para borrar la impresión que dejó en una calurosa noche del verano estadounidense de 2016.

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