Por Sebastián Rivas, desde Chicago Mayo 4, 2016

Debimos haberlo entendido antes. Su campaña había comenzado muchos años atrás. Cuando era portada por sus fastuosas inversiones o sus divorcios. Cuando en cada ciudad grande de Estados Unidos que se preciara de tal había una torre gigante con su nombre en letras gigantes y en la mejor ubicación, que se duplicaron como propaganda electoral y lo seguirán haciendo hasta noviembre. Lo pudimos haber pensado cuando él, que ha vivido casi 40 años de su vida con las luces encima y como el personaje de Jim Carrey en "The Truman Show", se convirtió para NBC en lo que ya era de facto hace muchos años: el protagonista de un reality. Pero quizás la mayor habilidad de Donald Trump es lo que parte en estas líneas: no fuimos capaces de verlo hasta que ya era demasiado tarde.

Trump, un millonario egocéntrico y adicto a la fama, cuenta los días para sumar su nombre a una larga lista que encabeza Abraham Lincoln. Será el nominado del Partido Republicano y tendrá al menos cuatro meses para seguir demostrando si puede ganar la presidencia. Eso era imposible que pasara. ¿Qué pensarán hoy Jon Stewart y Stephen Colbert, los dos cerebros del humor progresista estadounidense que dejaron el año pasado sus shows? ¿Sentirán, como uno siente, esa mezcla de decepción porque nadie parece querer responderle al magnate?

No se puede decir que no hubo advertencias. Robert Zemeckis, el creador de ese clásico que es Volver al Futuro, lo vio tan claro a fines de los 80 que construyó al Biff Tannen millonario a imagen y semejanza de Trump. Eso, veinticinco años atrás, simbolizaba la decadencia de un pueblo. La pregunta de qué significa hoy sigue abierta.

Habrá algunos meses para tratar de entender por qué pasó esto. Cómo Trump, en medio de discursos que incitaban al odio racial y revelaban una misoginia poco escondida, logró imponerse estado tras estado, en todo el país. Por qué, cuando al final la elección se convirtió en un referéndum sobre Trump, ganó holgadamente ante sus rivales. Cómo un hombre que nunca huyó de la polémica ahora enfrentará a Hillary Clinton, otra figura polarizante, en una elección en que más vale no dar un pronóstico aún.

Anoche noche Donald Trump no dio su discurso de ganador desde Indiana, como es la costumbre cuando se gana un estado. Lo hizo en Nueva York, en su Trump Tower. Al mismo tiempo, cuando las luces cayeron en todo el país, esas cinco letras blancas y luminosas en varias ciudades recordaron, aún sin quererlo, que Trump volvió a ganar. Y despertarán la pregunta que carcome la razón: ¿qué pasará con esos letreros si Trump gana en noviembre?

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