Por Felipe Gálvez Mayo 3, 2016

En diciembre pasado, discutí con un amigo inglés acerca del fenómeno que se estaba formando en torno a Leicester, el hoy sorprendente y flamante campeón de la poderosa Premier League, en una historia que todo el mundo no ha dudado en calificar como un verdadero “cuento de hadas”.

En ese momento, el equipo liderado por el DT italiano Claudio Ranieri estaba ad portas de llegar como puntero al llamado “boxing day” (26 de diciembre), algo así como el punto de inflexión en la carrera por el título, el momento en que se definen quienes darán la pelea en el tramo final del torneo.

Según mi amigo, las posibilidades de que eso sucediera eran bajas. Muy bajas. En su opinión, Leicester solo venía con “el vuelo” de la campaña anterior, donde habían sufrido con el descenso, zafando a última hora luego de una racha de victorias inédita. Esa misma racha los tenía ahora como líderes, pero nadie creía que eso duraría mucho. La razón era atendible: el equipo se había concentrado en sumar al menos 40 puntos, los necesarios para no sufrir nuevamente con perder la categoría. Esa era su misión y la estaban cumpliendo. De ahí a ser campeones era otra historia, por lo que todos apostaban a que tras eso se desinflarían.

Tanto así que las casas de apuestas pagaban 5000 a 1 a los pocos fanáticos que, por una cosa más de amor al club que de real creencia, se habían atrevido a apostar por el título. En marzo, varios de ellos incluso decidieron retirar su apuesta, porque a esas alturas era preferible asegurar las ganancias (algunas sobre las 250 mil libras) a perder todo si el título finalmente no se concretaba.

Como tantos miles alrededor del mundo, comencé a ponerle más atención de lo normal a los llamados “Foxes”. Me interesaba saber en qué horario jugaban cada fin de semana, descuidando incluso la programación de mi equipo favorito en el fútbol chileno. No fue solo la típica identificación con el rival débil que lucha contra los poderosos (ni tampoco que nuestro torneo nacional no tuviera mucho que ofrecer). Ya hace algunos años había fijado mi interés en este club inglés que, pese a jugar la mayor parte de su historia en la segunda división, se caracterizaba por una gestión institucional digna de imitar. Sin nada que envidiar a los equipos grandes de la Premier, Leicester cuenta con un estadio propio de alto estándar para 35 mil personas. Dentro de la cancha, el club utiliza adecuadamente los millonarios montos que recibe de la liga y los que aporta su dueño, el millonario tailandés Vichai Raksriaksorn. Fuera de ella, ha mostrado en los últimos años una especial preocupación por sus hinchas. A través de un moderno sistema tecnológico - el mismo que en Chile comenzó a utilizar Universidad Católica desde enero- el club inglés administra la base de datos de sus fanáticos y les ofrece un atractivo programa de fidelización donde los hinchas suman puntos que pueden cambiar por entradas, camisetas firmadas o celebraciones de su cumpleaños en el estadio, por poner solo un ejemplo.

¿Asegura esto ganar un título tan importante como la Premier? La respuesta es no. Son muchos los factores que inciden, varios de ellos más relacionados con lo que pasa dentro de la cancha que fuera de ella. Pero sin duda todos suman y a la larga ofrecen mayores posibilidades de éxito, especialmente para equipos que no pueden aspirar a pelearle a los grandes solo con dinero.

Hoy volví a conversar con mi amigo inglés. “Si había un año en que esto podía suceder era este, con Chelsea o Manchester United desenfocados, y con un Arsenal y City muy irregulares. Reconozco que es difícil verlos como campeones, pero me alegro por ellos porque es un logro muy importante”, me escribió recién. Claro, él es hincha del Coventry City, el archirrival del Leicester, y estoy seguro que siente lo mismo que yo viendo a la UC campeón. Pero ambos equipos han hecho las cosas muy bien dentro y fuera de la cancha. Tanto que, aunque muy pocos apostaban por ellos, hoy nadie duda que sus títulos los merecen de sobra.

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