Por Por Sebastián Rivas, desde Chicago Octubre 9, 2015

“Éste es exactamente el lugar en el que me gradué en 1964”, dice el hombre en el podio, justo unos momentos después de recibir una ovación de pie por parte de más de dos mil asistentes. En ese mismo instante, otras dos mil personas seguían esperando afuera del lugar, la Rockefeller Chapel, el edificio más simbólico de la Universidad de Chicago, para ver a quien estaba hablando: el senador Bernie Sanders, quien ha remecido la campaña presidencial demócrata desde que lanzó su candidatura en mayo pasado.
A sus 74 años, Sanders está viviendo su momento de fama como ícono de la izquierda estadounidense. Si hasta hace un año era un poco conocido legislador por Vermont, hoy sus actos de campaña atraen a grandes cantidades de personas, sobre todo jóvenes que ven en su mensaje una opción diferente a las del resto de los candidatos demócratas. Y en especial, al de la favorita para competir en la elección presidencial, Hillary Clinton.
Hasta el momento, su fórmula le ha resultado: según las encuestas, pelea cabeza a cabeza con ella en Iowa y New Hampshire, los dos primeros estados que votarán en las primarias en febrero. Pero el número más impresionante es otro: en el trimestre de julio a septiembre, Sanders recaudó US$ 24 millones para su campaña, la mayoría de ellos proveniente de pequeñas donaciones. Apenas 4 millones de dólares menos que la todopoderosa Hillary.

Sanders parece más un académico que un legislador. Y su mensaje también suena diferente, sobre todo porque él es uno de los escasos políticos que se declaran “socialista”, algo que en este país es un adjetivo crítico, casi un insulto, al que ni siquiera los sectores más de izquierda del Partido Demócrata se han querido asociar.
Esa raíz se nota entre los asistentes al acto. Afuera del edificio, mientras había filas de diez minutos para entrar, una mujer de edad repartía panfletos hechos por ella para asociarse a un grupo de voluntarios por Sanders, promoviendo ideas como mayores impuestos para los más ricos y educación universitaria gratuita. Un poco más allá, un hombre de barba vendía copias de la revista Socialist Appeal.

Otro elemento que resalta es que, si Hillary Clinton es un ejemplo de organización casi perfecta de campaña, con actos en que todos los logos y pancartas son uniformes, en el caso de Sanders cada uno de sus seguidores aporta con lo que puede. Entre los asistentes hay carteles con cerca de diez logos distintos apoyando al senador, y sólo un par de ellos son los oficiales de la campaña. Uno de los jóvenes trae un retrato de Sanders pintado por él mismo, y otro viste una polera donde el rostro del candidato reemplaza al del doctor Emmett Brown de Volver al futuro. El mensaje se lee claro: “Bernie to the future”.
¿Puede Bernie Sanders dar el golpe a la cátedra y ganarle a Hillary Clinton? Los análisis, hasta ahora, coinciden en que eso se ve muy difícil. Pero de forma indirecta, con el entusiasmo de sus seguidores y sus exitosos actos en terreno, el senador ya ha afectado la carrera presidencial. Con Sanders subiendo en las encuestas y Hillary enfrentando una polémica de meses por el manejo de sus e-mails mientras era secretaria de Estado, los rumores de que el vicepresidente Joe Biden podría entrar a la contienda se han incrementado. Biden tiene una alta valoración y efectivamente tiene posibilidades de dar una pelea cerrada a Clinton para quedarse con la nominación.

El otro efecto parece ser de más largo aliento. El éxito de Sanders ha obligado a los demócratas a no descuidar su “lado izquierdo”, ése que habitualmente se descuidaba para buscar los votos de centro. Es esa base la que ovacionó al senador cuando, en medio de su discurso, los invitó a seguir con su entusiasmo y apoyarlo en la campaña: “El cambio nunca ocurre de arriba hacia abajo”, argumentó. “Siempre ocurre de abajo hacia arriba”.

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