Por Magdalena Aninat Agosto 20, 2015

Ni el Estado ni el mercado. Según Guy Sorman, el economista y filósofo francés que debía visitar Chile esta semana para dictar  una conferencia(un viaje que fue cancelado por una lesión del autor), es la filantropía la que hace latir a Estados Unidos. Su último libro, El corazón americano, es un viaje por las distintas formas que la filantropía tiene en el país del norte, donde la colaboración cívica constituye uno de sus pilares fundamentales.

La comparación con nuestra realidad evidencia una enorme distancia: mientras en Estados Unidos las donaciones representan un 2% anual del PIB y el 72% de provienen de individuos, en nuestro país, los pocos datos disponibles nos permiten estimar que las donaciones representan solo un 0,12% del PIB anual y los principales contribuyentes son empresas.

¿Qué oportunidad tenemos para convertir la solidaridad en pilar social? Según los estudios que hemos desarrollado en el Centro de Filantropía e Inversiones Sociales de la Escuela de Gobierno de la UAI, hoy existe una alta motivación de los empresarios por “devolver a la sociedad” mientras que la ciudadanía, en su mayoría (60%), valora el aporte que el mundo empresarial puede hacer a los desafíos sociales. Sin embargo, mientras los empresarios señalan que hacer aportes sociales es una práctica generalizada en el mundo empresarial (59%), la ciudadanía percibe que las donaciones que hacen empresas y empresarios son bajas o muy bajas. La mayor coincidencia entre la visión de los empresarios y la ciudadanía radica en que ambas partes reconocen que un aumento significativo de la práctica filantrópica impactaría positivamente en la imagen empresarial.

Si el contrapunto EE.UU. versus Chile se aterriza en el terreno de la práctica, las diferencias continúan: incentivos tributarios facilitadores de donaciones individuales, versus el sistema local percibido por los empresarios como complejo y limitado; actores altamente profesionalizados, tanto las organizaciones beneficiarias como los donantes, mientras en nuestra realidad los donantes perciben un bajo nivel profesional de las organizaciones sociales por parte de los donantes, y existe poca práctica de medir resultados. A ello suma el país del norte una elite de empresarios-filántropos que hacen de role model y son verdaderos activistas de la filantropía (especialmente, Bill Gates y Warren Buffet), cuando en Chile las grandes familias empresarias recién empiezan a institucionalizar sus aportes o a visibilizarlos tímidamente.

“La filantropía exige masa crítica, una sociedad donde la emulación colectiva incite a donar”, escribe el autor francés. Donar, en Estados Unidos, no es sólo tarea de los ultra altos patrimonios. Las familias empresarias dejan legados, en muchas empresas se valora que los ejecutivos participen en organizaciones sin fines de lucro, y todo ciudadano de bien aporta como voluntario. Cada uno, en su escala de recursos —financieros, de gestión, o tiempo— se siente interpelado a hacer latir el corazón americano.

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