Por Diego Zúñiga Contreras, desde Bonn Septiembre 4, 2014

“Si quiero, conquisto Kiev en dos semanas”, dijo el presidente de Rusia, Vladimir Putin, al saliente jefe de la Comisión Europea, el portugués Juan Manuel Durao Barroso. Esto, que puede sonar como una manera de reírse de quienes acusan a Moscú de intervenir en el conflicto de Ucrania, ha sido tomado por la prensa del Viejo Continente de otra manera. Huele a amenaza, dicen analistas y expertos. Para muchos en la Unión Europea, es un hecho que Rusia provee de armas y tropas a los prorrusos que combaten contra Kiev. Sin ir más lejos, hace unos días el Ejército de Ucrania dejó el aeropuerto de Lugansk, acusando que sus hombres fueron hostigados por fuego ruso.

¿Es Rusia una amenaza? En la OTAN están seguros, y han reiterado que Moscú mueve carros de combate, tanques entre ellos, hacia la frontera ucraniana, y que los entrega a los rebeldes. Con acusaciones tan contundentes, se esperaría que las reacciones fueran del mismo calibre. Pero salvo declaraciones más o menos incendiarias del secretario general de la alianza, Anders Fogh Rasmussen, poco y nada pasa por ese lado, lo que irrita especialmente a los países que podrían verse amenazados, como Letonia, Estonia, Lituania y Polonia.

Las aguas están tan revueltas que Putin ha declarado que ve con agrado la formación de un nuevo estado en las provincias de Lugansk y Donetsk. Él sabe que tiene el sartén por el mango: pasó de que Barack Obama calificara a Moscú de “potencia regional” a estar en situación de poner contra las cuerdas a una UE carente de una idea diplomática reconocible, quizás demasiado reacia a golpear la mesa como se espera de una potencia formada por 28 países respaldados por Estados Unidos. El problema de Europa es más o menos claro: entrar en una disputa comercial, económica y militar con Rusia es un pésimo negocio.

Putin ha remecido los cimientos de una Europa cuyas autoridades se niegan a despertar. La Unión Europea reunió a sus autoridades el pasado fin de semana, en un encuentro donde Francois Hollande llegó diciendo que habría nuevas sanciones y donde, al final, se declaró que se daría una semana de plazo a Rusia antes de imponerle nuevas medidas económicas. Muchos saben que las sanciones no tendrán efecto sobre las decisiones de Putin. El problema es que aún nadie sabe qué pretende el presidente ruso, y eso es lo más aterrorizante para muchos.

“Rusia está prácticamente en guerra contra Europa”, dijo la presidenta de Lituania, Dalia Grybauskaité, quien exigió un embargo de armas y que la Unión Europea envíe ayuda militar a Kiev, algo a lo que se han negado varias potencias, incluida Alemania. El jefe de Estado polaco, Bronislaw Komorowski, pidió reforzar militarmente la frontera oriental de la OTAN y recomendó a Occidente dejar de lado una política de apaciguamiento que, a su juicio, no servirá de nada. El mandatario comparó al presidente ruso con un Hitler que devoró Renania, Austria y los Sudetes antes de empezar una guerra mundial.

Es la comparación más sencilla, sin duda, pero hay similitudes que dan para pensar. Así como Hitler en 1936, Putin utilizó los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi para dar una imagen de apertura y normalidad. Así como Hitler, Putin dice que desea la paz y participa en negociaciones en apariencia bienintencionadas, mientras anexiona Crimea y presuntamente mueve tropas en Ucrania. Y así como en los tiempos de Hitler, Europa no quiere involucrarse más de la cuenta, creyendo que esto se puede arreglar por la vía diplomática. Mientras todo eso ocurre, algunos miembros de la UE piden ayuda a gritos. Pero hay mucho ruido de bombas en Ucrania y nadie oye nada.

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