Por Danilo Díaz Diciembre 6, 2012

Fernando Riera solía decir que los equipos eran como un motor. Que cuando empezaban a funcionar no había que moverles nada, porque perdían el punto. Una receta que no pierde vigencia y que con dramatismo la selección nacional recuerda en estos días. Porque el equipo que dejó Marcelo Bielsa estaba aceitado, con un funcionamiento reconocible y la identidad suficiente para competir ante cualquiera.

La dirigencia de la ANFP, en la encrucijada de ver cómo una excelente generación de jugadores  se desangraba y Chile quedaba fuera del Mundial de Brasil, debió entregar la oreja, reconocer el enorme error de descabezar un proceso técnico sobresaliente e ir por uno de los seguidores más fieles del bielsismo. Aunque en el directorio no quieran reconocerlo, hasta el miércoles 2 de febrero de 2011 al mediodía, Marcelo Bielsa tenía decidido quedarse y cumplir su contrato. Sólo cuando vio su vínculo contractual filtrado en un diario, entendió que no quedaba más por hacer.

Hoy el objetivo es no salir por la puerta de atrás de Quilín e intentar la reelección. Para eso, es clave obtener el boleto a la cita de 2014. 

Ante la desesperación y la nave a la deriva, todos los caminos condujeron a Jorge Sampaoli. El ex entrenador de Universidad de Chile enfrenta  el  desafío más grande de su carrera. ¿Qué significa su llegada? El retorno al sistema desechado, reconocer la equivocación, tragarse el orgullo y asumir que el estándar anterior garantizaba afrontar la alta competencia. Entender que la selección no se puede manejar como sucede con buena parte de los clubes locales.

Algunos reporteros que cubren la ANFP y la selección nacional ironizaban que con Sampaoli volvían a escena los “Alemanes”. Esos muñecos inflables de gran tamaño que simbolizaban el período de Bielsa, enviados a la bodega de inmediato con la llegada de la nueva administración. No está claro. Lo concreto es que la metodología volverá a ser la misma, con los matices naturales de cada entrenador.

Es indudable que existe una ventaja con relación a otros cambios de mando. El grupo de jugadores seleccionables conoce el formato, pero sobre cualquier cosa, tienen la confianza para llevarlo a cabo, porque cuando lo ocuparon, los resultados fueron notables. Por eso, aunque el futbolista por definición, mira con recelo lo desconocido, Sampaoli parte con ventaja. 

Habrá errores y aciertos. Es normal, aunque el grupo debiera recobrar el rumbo. Sin embargo, el reto más grande que enfrenta el nacido en Casilda es volver a jerarquizar un proyecto, una organización que no supo estar a la altura porque extravió el principio de autoridad, obligatorio en cualquier espacio laboral.

 

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