Por Arturo Arriagada Enero 19, 2012

Uno de los grandes cambios que ha provocado internet es derribar la distinción entre productores y consumidores. Hoy los usuarios producen, consumen, reproducen y distribuyen bienes e información a través de la colaboración y el intercambio online. Estos produsers -la contracción entre "productor" y "usuario"- están siendo actores clave en la configuración de economías de producción cultural. Al combinar sus conocimientos y gustos con el uso de tecnologías, estos individuos actúan como filtros, curadores y recomendadores que agregan valor y significados a los bienes culturales que circulan en estas economías.

En Chile un grupo de fans de la música independiente -que está fuera de los grandes sellos y la comercialización masiva- ha hecho un trabajo a pulso para darle valor y difusión a la producción de músicos y pequeños sellos.

Así crearon distintas plataformas online en las cuales materializan sus gustos y recomendaciones. Sitios como super45.cl, paniko.cl, rocanrol.cl, pousta.com, potq.cl, 192.cl, disorder.cl  y nnm.cl  se mueven entre los 2 y los 15 años de existencia. Sus creadores provienen de diversas historias y geografías, son principalmente hombres que tienen entre 24 y 35 años, que "nacieron" con internet, que en algunos casos son parte de la primera generación de sus familias en ir a la universidad; aunque a todos los mueve el mismo interés en abrir espacios y oídos a la nueva música.

Gracias a su capital tecnológico y cultural estos  fans se han convertido en mediadores entre músicos y audiencias, así como también entre la escena local y otras globales. Esta escena, presentada como cool, diversa en estilos y global, ha llamado la atención de reconocidas marcas -de cervezas, zapatillas, celulares, etcétera-, interesadas en apropiarse de ese capital simbólico. De esta forma, las marcas intentan asociarse a esta escena mediatizada, considerándola como parte de las aspiraciones e imaginarios de sus consumidores. Si bien esto no se traduce en una mayor presencia de público en recitales, las marcas han facilitado la entrada de recursos económicos que financian el mantenimiento de los sitios y -de paso- han fomentado su profesionalización.

En este proceso de marketear la escena, los fans también se han visto marketeados por los medios y la publicidad, asociándolos a estilos de vida y usos de tecnologías que no necesariamente reflejan la complejidad de su realidad cotidiana. Su conocimiento musical y tecnológico tiene una doble dimensión política: la posibilidad de ejercer poder, tanto para diferenciarse de los otros como para negociar su relación con el mercado. Estos  fans han logrado poner en práctica su "independencia", aunque eso implique tener hasta cuatro trabajos paralelos. Al mismo tiempo, han logrado alcanzar posiciones de reconocimiento social en la escena -y en el mercado- a través de sus prácticas cotidianas y gustos.

La escena musical independiente en Chile se viene reinventando hace un buen rato. De la "nueva canción chilena" en los 60 y 70 al "nuevo rock chileno" de los 90 pasaron varios años, estilos, músicos, historia y bastante escoria. Lentamente, el uso y masificación de tecnologías para crear, escuchar y compartir música bajó el volumen de una industria que ha tenido que aprender de la innovación y creatividad de productores a escala humana. En ese proceso, la figura de los fans y su relación con internet ha sido fundamental en el branding de la actual escena independiente como un paraíso del pop cada vez más adorado por el mercado.

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