Por Victoria Hurtado* Octubre 8, 2010

El tema de si los animales (y, dentro de éstos, el debate de cuáles: ¿todos?, ¿los vertebrados?, ¿sólo los primates?) son o debieran ser titulares de derechos,  y en tal caso de qué tipo de derechos, es a mi juicio uno de los más complejos y altamente sofisticados desde el punto de vista filosófico del derecho actual.

Desde luego la preocupación por los derechos de los animales existe desde hace siglos. El matemático y filósofo griego Pitágoras (582 -507 a.c.) creía que merecían algún tipo de protección y por esto decidió ser vegetariano. Aristóteles, por el contrario, pregonaba la supremacía humana sobre el resto de las especies, similar al Génesis, que señala que el hombre se creó para que "domine sobre los peces del mar, las aves del cielo, los animales …". Darwin, obviamente, sostiene una idea completamente distinta del tema, y tenemos a famosos filósofos, como el inglés Jeremy Bentham (1748-1832), que establece la idea de que lo que define la protección de cualquier criatura no es la habilidad para ser conscientes (hay un extenso debate respecto a qué es ser consciente) sino la posibilidad de sufrir.

Sin embargo, la literatura de los derechos de los animales se vuelve particularmente prolífera en la actualidad, gracias al nicho que surge después del movimiento de los derechos civiles de los 60 y con la llegada del boom mediombiental en los 80. El australiano Peter Singer publicó el polémico Liberación Animal (1975), donde acusa a los humanos de "especieísmo" -una actitud o sesgo a favor de los intereses de los miembros de una especie en contra de otras- y levanta temáticas que han sido los ejes del activismo actual en esta área.

Tom Regan publicó The Case for Animal Rights (1983), un completo tratado filosófico que otorga derechos morales a los animales. En las escuelas de Derecho chilenas de los 90 estos temas aún no entraban a las aulas (me atrevería a decir que hoy tampoco).

Hace rato que se perciben en las sociedades modernas varios guiños a los derechos animales. La famosa tienda de cosméticos The Body Shop recalca en sus productos que éstos no han sido testeados en animales (en alusión a muchos cosméticos que son probados en los ojos de los conejos), y caminar con cualquier prenda de piel en ciudades como San Francisco es lo más cercano a ser un verdugo.

Lo mismo ocurre con los científicos que utilizan primates para experimentar, por ejemplo, con el Parkinson o, peor aún, con el dolor. Ellos están en una verdadera lista negra. Hoy, en el mundo G7 la mínima regla de cortesía es averiguar, antes de una comida, si alguno de los comensales es o no vegetariano.

Por su parte, una de las ONG más exitosas en EE.UU., desde el punto de vista del fund raising, es la famosa y polémica PETA. Si se pasea por su página web, www.peta.org, podrá ver en detalle cómo han conseguido, por ejemplo, que en la crianza masiva de pollos éstos puedan haber girado en 360º al menos alguna vez en su vida.

Es por eso que la llegada de los manifestantes al mundo del rodeo en Chile no sorprende. Lo que sí llama la atención es el ensañamiento que se ha producido con esa actividad (pocos saben que los novillos se utilizan una sola vez para esto). Quizás es lo más cercano que tenemos a la polémica taurina en otros países  (Perú, Ecuador, México), pero ahí existe matanza explícita y pocas veces el toro se salva por el público.

¿Qué pasa con otros temas que pareciera nser más fáciles de introducir en nuestro país para sensibilizar con dicho movimiento? Pienso en las lamentables condiciones en que se encuentran los animales en nuestro zoológico, las prácticas que se utilizan en los mataderos o las condiciones en que sobreviven los animales de circo.

La prevalencia de los animales en nuestra cultura nos debiera hacer reflexionar acerca de lo  importante que son para nuestra sociedad y economía. Hoy este movimiento ha conseguido reformas importantes en los establecimientos de comida rápida. Hace poco, una cadena de carne declaró en EE.UU. que están utilizando estándares de tratamiento humano -mínimos- al dar muerte a los animales cuya carne venden. Los establecimientos educacionales buscan alternativas al uso de animales para la investigación, y en varios países es delito -y no sólo falta- el maltrato a los primates.

El mundo pasa de la etapa de generar conciencia a ver cómo efectivamente se puede legislar y regular este tema a nivel práctico. Chile no estará exento de este debate.

*Académica UAI. Directora ejecutiva del ForoInnovación.

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