Por Axel Christensen | Director ejecutivo BlackRock Octubre 1, 2010

Esta semana se estrenó Wall Street II, donde reaparece Gordon Gekko, nuevamente personificado por el actor Michael Douglas, después de casi 25 años desde su entrada en escena con la primera entrega de Wall Street (1987).

No entraré a discutir los méritos cinematográficos de la película. Los críticos de cine se encargarán de ello, pero intuyo que encontrarán la secuela de Oliver Stone más bien discreta. Creo más interesante aprovechar la visión que tiene el cine -y que suele salpicar a otras formas artísticas y medios de comunicación- del mundo financiero.

Nada captura mejor la relación amor y odio que existe entre ambos mundos -Hollywood y Wall Street- que la ya legendaria escena donde Gordon Gekko expone una verdadera apología de la ambición. Quizás en la forma sea petulante y brutal, pero no se podrá negar que sintetiza magistralmente la esencia del capitalismo: la búsqueda del provecho personal. En Wall Street II, Gekko vuelve a validar el rol que la ambición ha tomado -agregando que no sólo es buena, sino que además legal-. Sólo que ahora sus palabras resuenan de una manera distinta. El mundo financiero post-crisis es diametralmente opuesto a la plata dulce de los 80.

La ironía es que lo que Oliver Stone pensaba que era una historia moralizadora sobre los excesos del mundo financiero, se convirtiese para muchos corredores y banqueros en objeto de admiración. Su mundo dejaba de ser aburrido. Los estudiantes de MBA soñaban con ser Gordon Gekko. Donde Hollywood veía vicio, Wall Street veía virtud.

Ello se captura claramente en otra mirada cinematográfica a las finanzas, Boiler Room (2000), donde un grupo de inescrupulosos corredores se juntan a ver Wall Street I, recitando sus diálogos de memoria. Otro ejemplo es Other People´s Money (1991): Danny DeVito personifica a "Larry el Liquidador", quien busca desmembrar empresas que valen más en partes. Esto es una clara alusión a la destrucción creativa que el economista austríaco Schumpeter pone al centro del proceso de innovación de las economías de libre mercado. Es el mismo rol que cumple Richard Gere en Pretty Woman (1990), aunque posiblemente la imagen de Julia Roberts nos nuble la memoria.  En ninguno de los dos casos, el espectador se lleva una impresión muy positiva del aporte del mundo financiero a la sociedad.

Curiosamente no fue siempre así. Durante décadas la visión de Hollywood sobre Wall Street fue la de hombres de trajes grises y vidas aburridas. Pero desde los 80, la austeridad pareció extinguirse y empezó la era de excesos, que tan bien capturan películas como Wall Street o el libro Liar's Poker (1989) de Michael Lewis. Este último también se sorprendió al ver que el relato autobiográfico de sus inicios como vendedor de bonos, que buscaba retratar los excesos de su generación, se convirtió en un texto de referencia de las escuelas de Negocios. Desde entonces, el mundo financiero se "farandulizó", dando comienzo a esa relación tan especial de amor y de odio con el cine y la literatura, y que, en cierta medida, ha permeado a la opinión pública a través de los medios de comunicación.

En el afán de acercar el mundo financiero a las masas, a éste no lo ha quedado otra opción que "farandulizarse." El otrora desapasionado analista financiero se transforma en un verdadero payaso, encontrando su mejor expresión en el estridente Jim Cramer, quien pasó de administrar un hedge fund a ser una celebridad televisiva en la cadena estadounidense CNBC, especializada en cubrir noticias económicas.

¿Y cómo andamos por casa? Aún se mantienen bastante separados el mundo del espectáculo del financiero. Recuerdo, eso sí, haber conversado con el guionista de una teleserie de Canal 13 para ayudarlo a perfilar a un personaje como un ambicioso corredor de bolsa. Sin embargo, noté cierta desilusión cuando se dio cuenta de que la realidad local distaba bastante del glamour con que Hollywood retrataba al exitoso banquero de inversión Sherman McCoy en The Bonfire of the Vanities (1990).

El mundo financiero post-crisis parece querer volver a ser el lugar gris y aburrido, donde la austeridad reemplaza al exhibicionismo de riquezas que Hollywood tanto quiso y odió. Es quizás este espíritu el que Oliver Stone le quiere imprimir al Gekko de Wall Street 2, quien de villano se redime en un anti-héroe, vaticinando la crisis financiera que vendría. Sólo el tiempo dirá si el personaje definirá a una nueva generación de financistas, tal como lo hizo en los 80.

*Director ejecutivo BlackRock Sudamérica.

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