Por Francisco Javier Díaz Octubre 1, 2010

Al sonido de Viva la Vida de Coldplay, Ed Miliband fue elegido el sábado pasado como nuevo líder del Partido Laborista británico. "Comienza el trabajo de la nueva generación", dijo esa tarde después de ganar. Sólo los ingleses son capaces de este tipo de cosas. Gana un primer ministro de 44 años y la oposición pone un líder de 40. Cool Britannia.

La resolución por el liderazgo del partido no pudo ser más dramática: se enfrentó en la última ronda de votaciones contra su hermano, David, también destacado personaje de la política inglesa, quien figuraba desde hace varios años como front runner para suceder a Gordon Brown.

La presentadora de la Convención Laborista, en Manchester, leyó los resultados y la audiencia quedó perpleja: por una diferencia de apenas 1,4% se imponía Ed sobre David. Ambos jóvenes y telegénicos, se ponen de pie y se dan un abrazo, aparentemente fraternal, aunque sin emoción alguna. Ed toma la palabra y menciona a David. Éste lo mira sin la más mínima expresión en su rostro. Ed despacha el agradecimiento en sólo un puñado de palabras ("I love you as a brother, I think you have a wonderful future") y listo, tarea concluida. Se acaba de esa manera una de las luchas internas más peculiares en la historia política británica.

Los hermanos Miliband son ambos jóvenes (45 David, 40 Ed), ambos ambiciosos, ambos de gran talento político. Hijos del gran teórico marxista Ralph Miliband, fueron educados en las más prestigiosas universidades (David en Oxford y en el MIT; Ed en Oxford y en la London School of Economics). Ambos con una trayectoria especial en materia pública: comenzaron sus carreras como asesores y speechwriters, y de ahí saltaron al Parlamento. Pero la diferencia estuvo en sus jefes: Mientras David fue principal asesor de Tony Blair durante su campaña y su gobierno (Blair solía llamarlo Brain), Ed fue asesor de Gordon Brown.

Como en la política inglesa saben promover liderazgos, ambos lograron asientos en el Parlamento a instancias de su partido, sin tener que pasar por el tortuoso y muchas veces perverso mecanismo de nominación interna que existe en otros países. Ambos obtuvieron distritos "en paracaídas", como se llama a quienes consiguen un puesto casi seguro del partido.

Pero lamentablemente para ellos -y para su madre-, ambos terminaron representando a la nueva generación, que clamaba a gritos el liderazgo laborista, después de 13 años de la generación del 68. Y compitieron por el mismo cargo.

¿Qué pasará con Ed? Imposible saberlo. La coalición gobernante Tory-Lib aún se despliega en el gobierno, pero un rebrote de la crisis económica puede jugarle una mala pasada. Cameron no es un tipo que inspire demasiada confianza, a la vez que Clegg es un misterio por conocer. Todo el mundo tiene la sospecha de que si Labour hubiese llevado a uno de los Miliband como candidato en vez de Brown, habrían ganado las elecciones, por cuanto hay toda una generación que adhiere a los valores de la centroizquierda moderna, más que al anquilosado ideario tory, por remozado que se presente con Cameron. De hecho, a pocos días de la nominación de Miliband como nuevo líder, ya ha sobrepasado a los conservadores en las encuestas.

En definitiva, el laborismo apostó fuerte por su supervivencia. No tuvo remilgos en romper con el pasado. "Estoy orgulloso de lo que hicieron Blair y Brown, pero la elección la perdimos, y la perdimos mal", dijo Miliband al momento de ganar. Nada de andar defendiendo legados: de lo que se trata es de construir futuro. El legado, si es bueno, se defiende solito ante la historia, sin necesidad de querubines ni nostálgicos.

En lo personal, yo me quedaba con David, a quien se le reconoce mayor experiencia y carisma. Es una persona de inteligencia superior. Habrá que conocer mejor al hermano. Pero que se trata de un cambio drástico, se trata. Como debe ocurrir al momento de la derrota, y al momento de querer construir una nueva propuesta.

*Investigador senior de Cieplan.

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