Por Claudio Fuentes S. Agosto 20, 2010

La ministra Carolina Schmidt se sorprendería de saber que somos más machistas que peruanos o argentinos. Hace un par de semanas, en el programa Tolerancia Cero, aunque destacó la brecha de nuestro país en materia de inserción económica y laboral de la mujer, también sostuvo que era muy poco probable que fuésemos más machistas que nuestros vecinos.

Intuitivamente parecería plausible defender tal postura. Chile es un país que en el concierto latinoamericano ha alcanzado el más alto nivel de desarrollo. Su crecimiento económico y las políticas sociales aplicadas en las últimas dos décadas le permitieron reducir dramáticamente la pobreza, ampliar oportunidades en educación e incorporar a la mujer en el ámbito del trabajo, convirtiéndolo en el famoso tigre de la región. Una sociedad materialmente mejor acondicionada implicaría una ciudadanía "moderna".

Por otra parte, países con niveles significativamente más bajos de desarrollo (Perú y Bolivia, por ejemplo) debiesen manifestar actitudes de su población que responden a sociedades llamadas "tradicionales". Ruralidad, pobreza y falta de desarrollo se asocian generalmente con actitudes más conservadoras.

Pues bien, considerando las cifras comparativas que arroja el World Values Survey en su última serie (2005-2008), observamos que en nuestro país el machismo prevalece más que en otros contextos. Enfrentada la población a la afirmación "una educación universitaria es más importante para un varón que para una mujer",  el 33,4% de los chilenos se muestra de acuerdo o muy de acuerdo con ella, por arriba de países como México (24,9%) y Guatemala (20,7%). En tanto, Colombia, EE.UU., Francia, Uruguay, Finlandia y Canadá se ubican debajo del 10%.

Frente a la afirmación "en general los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres", en el 2005 Chile observaba un porcentaje de acuerdo de 49,3%. Bastante más abajo -en un rango de 32%- le sigue el bloque de países latinoamericanos (Argentina, Brasil, Colombia y México).  En la región, son los peruanos y uruguayos quienes manifiestan una actitud de menor discriminación en este ámbito.

Al considerar el rol de la mujer en el mundo privado (afirmación: "los hombres son mejores ejecutivos que las mujeres"), de nuevo Chile aparece encabezando este ranking negativo con un 35,6% que se muestra de acuerdo o muy de acuerdo. Lo siguen, por debajo, Brasil, Argentina, México y Colombia.

La interrogante que surge es: ¿Son estas actitudes culturales las que nos mantienen anclados al pasado? O bien ¿es la baja inserción de la mujer en la economía la que determina esta actitud machista? Me inclino a pensar que han sido las condiciones sociales y económicas las que han impactado en nuestras actitudes y de ahí que la incorporación de más mujeres en el ámbito de lo público (en la empresa y el gobierno) debiese gatillar un cambio en las percepciones y actitudes sociales. Deberemos esperar nuevas  encuestas comparadas para verificar si Bachelet contribuyó a cambiar tales actitudes.

En Chile, parece ser que la modernización material no ha implicado una equivalente modernización actitudinal, al menos en lo concerniente al género. Es por esta razón que el actual debate sobre el posnatal es relevante. Se ponen en la mesa no sólo cuestiones asociadas a la relación madre-hijo (a), sino también respecto de los roles a cumplir por hombres y mujeres en una sociedad donde subsisten evidentes actitudes machistas. Aunque se legisle en un ámbito muy específico -como es el cuidado de los recién nacidos-, los efectos no esperados de este tipo de políticas pueden contribuir a transformar actitudes sociales o bien a sedimentarlas en el tiempo. Por lo pronto, y aunque no lo crea la ministra, parece ser que estamos criando a un tigre machista.

*Director ICSO de la Universidad Diego Portales.

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