Por Axel Christensen | Director ejecutivo BlackRock Agosto 6, 2010

Ya entrando en la segunda mitad del 2010, se me viene a la cabeza la célebre frase que repite toda persona inquieta al iniciar un viaje de vacaciones, apenas cinco minutos después de haber salido a un destino localizado a varias horas de distancia: ¿Cuánto falta para que lleguemos?

Ésa es la misma pregunta que uno se hace  cuando hablamos de la mentada recuperación económica. A pesar de recientes ajustes al alza del Fondo Monetario Internacional a sus proyecciones de crecimiento para el 2010, la economía mundial parece seguir estando en una zona de incertidumbre, que ha alimentado una creciente volatilidad en los mercados financieros.

Quizás la culpa la tenga el optimismo que se fue generando el primer semestre, donde se mostraron con mayor fuerza las consecuencias de la masiva expansión monetaria y fiscal que se inició el 2009, buscando evitar caer al abismo generado por la crisis del 2008, de la misma manera que un golpe de adrenalina nos anima ante una situación de peligro. Pero el efecto no puede durar para siempre, y son justamente estos temores los que empiezan a generar dudas respecto al curso económico durante lo que queda del 2010, y más importante, aún, el 2011.

Pero vale la pena preguntarse ¿si éste es el punto más alto de la recuperación, qué pasó que no se sintió así?

Es difícil no confundirse en el actual escenario, donde, por un lado, vemos señales de mejoría en muchos indicadores, ya sea a niveles macroeconómicos -como un mayor crecimiento a lo esperado en Japón o Alemania durante el segundo trimestre-o a niveles micro, como los positivos resultados que han mostrado las empresas de EE.UU. o la salud financiera de los bancos europeos (aunque sometidos a pruebas que cuestionablemente puedan definirse como un "verdadero" estrés).

Sin embargo, es importante tener presente que se trata más bien de indicadores de lo ya pasado. Los mercados financieros, por el contrario, prefieren fijar la vista en lo que viene. Ahí las noticias son menos alentadoras, como lo evidencian los recién conocidos índices de Encuestas a Gerentes de Compras (PMI por sus siglas en inglés), que muestran señales de una desaceleración que se aproxima.

Al mismo tiempo, muchas economías emergentes han mostrado señales de estar sobrecalentándose, lo que las ha llevado a tomar el camino de regreso a la "normalidad" (como es el caso del aumento de las tasas de interés en India, Brasil y también Chile; o los esfuerzos de las autoridades chinas por poner paños fríos al mercado inmobiliario). Si bien enfatizo que se trata de un regreso a condiciones normales, después de la situación de excepcionalidad de los últimos 18 meses, no son pocos los que se ponen nerviosos si se aplican los frenos antes de tiempo.

Con todo, las expectativas tanto de los agentes económicos como las de los participantes en los mercados financieros se han vuelto cada vez más dependientes de las condiciones de mercado de la coyuntura, así como las posibles respuestas de política (y retórica) de las autoridades económicas. En resumen, un escenario de muchas fuentes de volatilidad, con reacción de corto plazo a indicadores también de corto plazo. No necesariamente la mejor situación para un inversionista de largo plazo, aunque sí para los participantes que se sienten cómodos en ambientes de volatilidad (o especuladores, en castellano antiguo).

¿Qué hacer ante semejante escenario? A menos que se tenga alma de aventurero con sus inversiones -y no son muchos los que tienen estómago para ello-, lo prudente es tomar una posición más defensiva, que le permita disfrutar del paisaje en una travesía que promete ser muy interesante en los próximos meses, donde probablemente no habrá espacio para preguntarnos ¿cuánto falta?

*Director ejecutivo, BlackRock Chile.

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