Por Francisco Javier Díaz Agosto 6, 2010

La semana pasada estuvo en Santiago Michael Barber -británico que creó la Delivery Unit en Reino Unido, en 2001-, invitado por el gobierno. La intención del ministro Cristián Larroulet es crear una unidad similar en la Segpres, que haga un seguimiento pormenorizado de las políticas más relevantes desde la óptica de los beneficiarios de cada servicio público.

Si se monta exitosamente, esta unidad puede terminar siendo un importante activo político de Piñera, pues con ella la promesa de eficiencia y buena gestión puede hacer sentido al ciudadano común y corriente, dando así cuerpo real al relato central del actual gobierno. Pero hay más que eso: si la unidad se instala con todos los requerimientos tecnológicos y el personal calificado que ella demanda, puede terminar siendo uno de los legados de este gobierno.

La historia de la asesoría en Downing Street es la siguiente: durante la última década del siglo pasado, poco a poco la residencia del primer ministro británico fue creciendo en número de consejeros y complejidad de sus tareas. La llegada de Tony Blair, en 1997, significó que se acelerara esa tendencia a concentrar el trabajo estratégico en la cabeza del Ejecutivo. Así se crearon unidades especiales de asesoramiento comunicacional y en políticas públicas. El Number 10 de aquellos años rebosaba optimismo, juventud y capacidad técnica. Hubo, de hecho, toda una generación, que en la actualidad ocupa cargos de relevancia al interior del Partido Laborista, que comenzaron sus carreras en aquellas unidades, partiendo por el propio David Miliband, quien encabezó la denominada Policy Unit en 1997.

La etapa inicial de aquella asesoría consistió en darle sentido estratégico al gobierno y traducir la narrativa del New Labour en políticas públicas concretas. Una vez hecho ello, Number 10 se percató que todas aquellas buenas políticas, ampliamente compartidas por la ciudadanía, a veces fallaban por el lado de la implementación concreta en el eslabón final del gobierno, fuera ésta la escuela, el consultorio de salud o el paradero de buses. La credibilidad del proyecto político se juzgaba no sólo por la política general, sino que por la capacidad del gobierno de hacerla satisfactoria a nivel del individuo y no sólo a nivel agregado.

En Chile han existido diversas unidades que hacen seguimiento de gestión. Una muy relevante es la Dipres, otra es la Segpres y, últimamente, también se ha hecho seguimiento desde la asesoría presidencial. Condensar todo en un monitor central muy cercano al presidente es un imperativo. Como bien señalaba Barber, el día en que el presidente pueda chequear en la pantalla de su computador el tiempo de espera real para una cirugía en un hospital concreto, es casi un hecho que esa espera se acortará. En Chile tenemos un alto índice de efectividad estatal  -los indicadores internacionales así lo demuestran-, pero que se cae por el lado de satisfacción al usuario.

La implementación exitosa de este buen proyecto se puede ver amenazada por dos razones políticas.

Por un lado, existe la tentación de utilizar el instrumento con fines propagandísticos, o peor aún, para criticar al gobierno anterior. Todo ello puede restar credibilidad a la unidad y a la posibilidad de que trascienda a la actual administración.

Por otro lado, están también los celos institucionales y políticos de otras reparticiones o asesores que pueden sentir que hacen algo parecido, en circunstancias de que la naturaleza político-técnica de esta unidad la distingue de otros recintos.

Es de esperar que no prosperen ambas amenazas y que se continúe el camino de Chile para hacer cada vez más efectivas sus políticas públicas y más cercanas éstas a los ciudadanos.

*Investigador senior de Cieplan.

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