Por César Barros Julio 30, 2010

El último "fin de semana largo" -el del 16 de julio- partí a Nueva York para participar en el Chile Day. En realidad, fue más bien la excusa para viajar a la Gran Manzana y asistir a un cerro de reuniones que nada tenían que ver con el "Día de Chile" que se celebra en la New York Stock Exchange (NYSE). Ese viernes, el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, rodeado de autoridades y grandes emisores de deuda y acciones de Chile, abrieron las operaciones de la NYSE, y con eso nuestro país apareció en CNN y todos los canales de TV internacionales dedicados al mundo de los negocios. Es parte de la "imagen país" que queremos proyectar.

Pero, además, la iniciativa busca poner en contacto a todos los agentes financieros (emisores, bolsas, inversionistas, etc.) con gente de negocios de los EE.UU., en forma masiva, visible y efectiva.

Pero el Chile Day de alguna forma no cumplió esos propósitos. No es que estuviera mal organizado. La gente de InBest -que lo arma- se lució: buen catering, horarios que se cumplieron, lugar adecuado, etc. Lo mismo desde el punto de vista del Ministerio de Hacienda, cuya coordinación, a cargo de Lucy Bennett, estuvo intachable. Estupenda concurrencia además: cerca de 240 ejecutivos nacionales del más alto nivel, acompañados por Felipe Larraín y sus asesores, el superintendentes de Valores y Seguros, el director del SII. La verdad es que no faltó nadie.

Bueno, no faltó nadie de Chile. El problema es que no vi a ningún gringo, salvo al profesor Merton que nos enseñó, en un almuerzo, cómo explicar la crisis subprime sobre la base de la teoría de opciones.

Una pena.

El ministro entregando un lindo discurso en un aún más lindo inglés a una audiencia formada sólo por compatriotas. En las dos mesas que me tocaron, los contertulios eran 100% nativos chilensis. Y la pregunta generalizada era: "¿Dónde están los gringos?... podríamos haberlo hecho en Pucón, más barato y más simple…".

Yo no sé cómo se hicieron las bases para organizarlo, pero claramente no basta con que las autoridades se suban al podio de la NYSE para tener un buen Chile Day. Es necesario que los organizadores vayan mucho más allá de lo que fueron esta vez, para que todos, y no sólo unos pocos, pueden acceder a la clientela potencial del gran país del norte. Y que almuerzos, comidas y pasillos tengan ojalá muchos gringos y no sólo chilenos, que nos conocemos de memoria y ya nos aburrimos de tanto encontrarnos en Santiago.

Para marcar las diferencias, pongo mi caso: las visitas que nos tocaron en la agenda paralela al Chile Day fueron de primera. No estuvimos en la apertura de la NYSE, pero sí en la del Nasdaq, que ubicó a la Bolsa Electrónica y a la Bolsa de Productos como sus invitados especiales, con bandera chilena y todo en la gran pantalla frente a Times Square. Ellos estaban interesadísimos en esa "bolsa chilena de facturas" que crece más de 150% al año, ya que, según ellos, no hay productos bursátiles creciendo a esas tasas.

También nos reunimos con los dueños de la joven Receivables Exchange, alma gemela de la Bolsa de Productos chilena, recientemente galardonada por Institutional Investor por ser una de las mejores iniciativas tecnológicas del mercado financiero (aquí sólo premiamos los "inventos" de la física o la química, olvidándonos del amplio mundo de las finanzas y de los métodos). Estuvimos, además, con ejecutivos que transan energía eléctrica y que trabajan en los mercados de futuro de la ídem. Nos abrieron los ojos: quedamos sorprendidos de cómo un mercado tan desarrollado como el chileno carece de estos instrumentos.

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