Por Paulo Ramírez Mayo 14, 2010

© Más de 250 presos estadounidenses han sido exonerados gracias a The Innocence Project.

En la novela -basada en hechos reales- Arthur & George, de Julian Barnes, el protagonista, George Edalji, es sentenciado a una pena de siete años por un crimen que no cometió (la mutilación de varios caballos). Después de seis meses de confinamiento y del rechazo de una petición de indulgencia, este tímido abogado de origen indio e inglés, víctima de acoso y abuso policial, es trasladado a la cárcel donde cumplirá el resto de la condena. Lo hace resignadamente. Barnes pone en su cabeza la siguiente reflexión: "Se dijo a sí mismo que había cambiado el mundo de las leyes por el mundo de las reglas, y que tal vez no eran tan distintos".

En su universo de abogado pueblerino -hijo de un ministro anglicano de raíces parsis, instalado con esfuerzo en un pueblo cercano a Birmingham- y de joven con aspiraciones modestas, Edalji probablemente no tenía percepción de la abismal diferencia entre las leyes, que tienen como fin último la promoción de la libertad humana, y las reglas, que sólo persiguen su limitación.

Pero sir Arthur Conan Doyle (el "Arthur" del título del libro) sí tenía esa convicción, y no se confundía ni siquiera frente al parecido que pueden tener ciertas vidas realizadas fuera y dentro de las rejas. El creador de Sherlock Holmes, en un arranque digno de Zola, escribió y publicó en The Daily Telegraph la defensa de Edalji, tras analizar la pobre evidencia que había en su contra y que sobre la base de prejuicios y odiosidad racial había permitido encarcelar a un hombre inocente.

En tiempos en que la corriente dominante exige meter gente en las cárceles, hay unos pocos que prefieren dedicar su esfuerzo a esos casos excepcionales en que la justicia se ha equivocado y ha condenado erróneamente a algún inocente: personas que no se dejan aplacar por las reglas y buscan revolucionar las leyes.

Hace unos días, la misma suerte que corrió Edalji la conoció Raymond Towler, un hombre afroamericano que pasó 29 años en una cárcel de Ohio y que acaba de ser liberado tras ser considerado inocente de un cargo de violación y otro de secuestro por los cuales había sido injustamente condenado en 1981. Sus primeras declaraciones a la salida del tribunal de Cleveland tienen el tono de la conformidad de su predecesor británico: "Sé que algunos esperaban que sintiera odio, pero me siento bendecido, realmente bendecido, de tener esta nueva oportunidad en la vida".

Antes de Towler, otros 253 estadounidenses han salido de la cárcel gracias a exámenes de ADN realizados a partir de la presión y la exigencia de The Innocence Project, una institución dedicada a perseguir la exoneración de presos condenados de forma errónea, a partir de las nuevas técnicas de análisis de material genético. Towler no es el condenado que más años tuvo que esperar: lo supera James Bain, liberado en diciembre del 2009, tras pasar 35 años encarcelado en Florida por la supuesta violación de un niño de 12 años.

Tanto Towler como Bain fueron víctimas de la más común de las razones por las cuales los sospechosos son incriminados injustamente: la identificación errónea por parte de las víctimas o los testigos. Los datos de The Innocence Project indican que éste es el motivo del 75% de las equivocaciones. Otras causas: errores e irregularidades forenses, confesiones falsas, acción impropia del gobierno, informantes malintencionados y malos abogados.

Gracias a su actividad, iniciada en 1992 (producto de la visión y la persistencia de Barry C. Sheck y Peter J. Neufeld, ex defensores de O.J. Simpson, junto al fallecido Johnnie L. Cochran), The Innocence Project no sólo ha conseguido liberar a cientos de presos, sino también que cuatro estados y muchas ciudades modifiquen sus leyes para tratar de impedir más condenas erróneas. Uno de sus logros más sonoros lo obtuvo en el 2004, cuando George W. Bush incluyó en el Acta de Justicia para Todos las Normas de Protección de Inocentes, que permiten que cualquier condenado solicite a la corte federal un examen de ADN para demostrar su inocencia.

La semana pasada, al salir de la cárcel, Raymond Towler fue a una pizzería acompañado de su familia y de los abogados de The Innocence Project. Les dijo que ahora su sueño era ver en vivo a su equipo de básquetbol, los Cleveland Cavaliers, y, sobre todo, conocer a su máximo ídolo, LeBron James, un jugador que no había nacido cuando Towler entró a la cárcel y a quien sólo había admirado en un televisor de 13 pulgadas. A los pocos días pudo cumplir ambos deseos.

* Conduce En Boca de Todos de TVUC.

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