Por Michael West* Abril 30, 2010

La luz de las estrellas llueve continuamente en cada centímetro cuadrado de la superficie de la Tierra. El suelo, el aire y el mar absorben la mayor parte. Pero nosotros, los humanos, podemos recolectar una ínfima parte de esta luz usando telescopios. De esas preciosas gotas aprendemos acerca del universo y de nuestro lugar en él.
El anuncio de que el Observatorio Europeo Austral ha elegido al cerro Armazones en Chile como el hogar para el telescopio más grande del mundo, el E-ELT, fue recibido con entusiasmo tanto en este país como en el resto del mundo. Un astrónomo me confesó que había llorado de emoción al oír la noticia. La opción de Chile prevaleció por muchas razones, incluidos sus incomparables cielos y la oportunidad de una poderosa sinergia entre el E-ELT y otros grandes telescopios emplazados en Chile. Al final, la astronomía es la verdadera ganadora.

Más de 14.000 noches han pasado desde que el primer telescopio de ESO llegó a Chile. Durante ese tiempo, los observatorios instalados en la regiones de Antofagasta y Coquimbo han estado a la vanguardia de la investigación astronómica y han sido protagonistas de importantes descubrimientos. También han estimulado una fructífera colaboración entre la comunidad astronómica europea y chilena, que ha enriquecido la astronomía en ambos lados. Con el E-ELT, esta relación se potenciará aún más en el futuro.

¿Por qué es necesario un nuevo gran telescopio? Así como un gran balde de agua recolecta más gotas de lluvia que uno pequeño, un gran telescopio recolecta más luz que uno inferior. Mientras más grande es el espejo, más luminosa y nítida es la imagen que produce. La capacidad de recolección de luz del E-ELT, con su gigantesco espejo de 42 metros de diámetro, no tiene precedente y permitirá captar el débil parpadeo de estrellas y galaxias en las regiones más distantes del universo.

Pero la astronomía no es sólo el estudio de planetas distantes, estrellas distantes y galaxias distantes. Es también el estudio de algo mucho más cercano: nosotros.

Uno de los descubrimientos más profundos de la astronomía es que estamos hechos de cenizas de estrellas que ardieron hace miles de millones de años. Somos realmente polvo estelar. Tal vez por esto nos sentimos atraídos a explorar ese cielo estrellado, como impulsados por una curiosidad innata por comprendernos a nosotros mismos y a nuestro verdadero hogar ancestral. "Tú eres esa vasta cosa que observas allí, tan lejos, con grandes telescopios", escribió el filósofo budista Alan Watts.

Los humanos recién llegamos a este cosmos y nuestra existencia se reduce a un breve instante en los 14 mil millones de años de historia de nuestro universo. "Toda la historia de la raza humana no es más que el parpadeo de un ojo en comparación con la edad de las estrellas", escribió el famoso astrónomo inglés James Jeans en 1931. El universo está lleno de sorpresas que aún no han sido descubiertas ni imaginadas. Con el E-ELT aprenderemos como nunca antes sobre nuestro origen cósmico y tal vez podamos vislumbrar el destino que nos espera.

En el norte de Chile, en el desierto más árido del mundo, el telescopio más poderoso jamás construido recolectará la suave lluvia de luz de las estrellas. Será una tarea difícil, con muchos desafíos por delante. Pero el deseo del "jugar con la luz del universo", como dijo Pablo Neruda, es más fuerte. Y si triunfamos, el E-ELT será el legado de Chile.

* Astrónomo y jefe de ciencias de ESO en Chile.

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