Por Reinaldo Escobar* Marzo 27, 2010

Para quienes estaban acostumbrados a las imágenes de manifestaciones a favor de la revolución en Cuba, debe haber sido una gran sorpresa enterarse de que aquí también hay gente que tiene motivos para protestar, y no precisamente contra el criminal bloqueo imperialista o para pedir la liberación de antiterroristas presos en Estados Unidos, sino contra el gobierno.

En un lapso de treinta días se acumularon varios acontecimientos con un denominador común: la represión contra los opositores. La muerte del prisionero Orlando Zapata Tamayo tras una huelga de hambre de 85 días conmocionó a la opinión pública dentro y fuera de la isla. Los medios oficiales se esmeraron en demostrar que Zapata era un delincuente común, encaprichado en tener un televisor en su celda, pero pronto se supo que había sido condenado a tres años de privación de libertad por protestar ante la detención de 75 opositores en marzo de 2003 y que luego había sido vuelto a sancionar por su postura rebelde en la prisión. Su decisión de dejar de comer la tomó dentro de una celda de castigo exigiendo ser tratado como un ser humano.

El mismo día de la muerte de Orlando Zapata, el opositor Guillermo Fariñas anunció que se declaraba en huelga de hambre hasta que liberaran a un grupo de presos políticos cuyo estado de salud no les permitía ya soportar el régimen penitenciario. Dos semanas más tarde, las Damas de Blanco anunciaron siete días de marchas en La Habana con motivo del séptimo aniversario de los procesos que trajeron aquella Primavera Negra.

Las mujeres de este grupo, muchas de las cuales son esposas, madres o hijas de prisioneros políticos, visitaron cada día una iglesia diferente y, luego de orar en el templo, salieron a caminar por las calles con un gladiolo en las manos. La mayor parte del recorrido lo realizaban en silencio y en algunos sitios hacían una parada para corear la palabra libertad. El gobierno organizó piquetes de respuesta que pretendían dar la impresión de ser "manifestaciones espontáneas del pueblo", pero que a todas luces se trataba de policías vestidos de civil y militantes del partido sacados de sus puestos de trabajo. La prensa extranjera acreditada en Cuba hizo circular imágenes en las que se hacía evidente la violencia contra las manifestantes, mientras que la televisión oficial -que es la única que se puede ver en el país- se limitaba a transmitir las escenas donde las Damas de Blanco eran insultadas por la turba.

Un documento titulado Yo acuso, donde se denuncia la represión, ha sido firmado por más de 30 mil personas dentro y fuera de Cuba. Los parlamentarios europeos hicieron una declaración exigiendo la inmediata liberación de los presos políticos, y otras personalidades de Brasil, Costa Rica, Chile y México hicieron pública su inconformidad o su preocupación ante los acontecimientos.

Una descripción objetiva de la situación tendría que expresar que lo nuevo no son tanto los hechos ocurridos como la reacción ante ellos. Los ilusionistas de la utopía socialista caribeña han perdido la capacidad de confundir a los espectadores. Se han encendido algunas luces en esta primavera y los viejos trucos que una vez nos embelesaron han sido descubiertos.

* Periodista y bloguero cubano, residente en La Habana

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