Por Daniel Greve* Febrero 6, 2010

En la médula misma del evento Madrid Fusión -que reúne a los más importantes cocineros del mundo- y mientras todos esperaban ansiosos que subiera al escenario el cocinero más admirado e imitado del mundo, Ferran Adrià, el chef catalán, se preparaba para entregar una noticia infartante: su restaurante, ElBulli, cerrará sus puertas el 2012 y 2013 para volver, más que nunca, completamente renovado. Que sea Adrià quien hable de una necesidad de renovación es algo verdaderamente serio. Imaginar al chef más creativo del planeta en busca de más ilusiones ópticas, de más toneladas de pirotecnia, de más gastronomía que se debate entre la ciencia y la magia, le queda grande incluso al más revolucionario.

Comer en ElBulli es toda una experiencia y, aunque haya restaurantes mejores por conocer -no muy lejos de ahí, incluso-, existen personas que esperan meses y hasta años por una mesa. Y es que su calendario siempre ha sido el propio: abrir sólo las noches de verano y primavera, para 50 personas por vez, para usar el otoño y el invierno como meses de experimentación. Entonces, las posibilidades de encontrar sitio, entre tanta demanda, suelen ser pocas. Y la lista de espera de las más espesas del mundo. Obviamente que si seis meses se hacían eternos para los peregrinos culinarios -sus mesas se llenan de gastroviajeros de Alemania, Francia e incluso Brasil, la mayoría magnates-, dos años de nueva y reposada introspección serán, para los ilusionados, toda una vida.

Adrià le llama "normalización de las vidas" a esta pausa necesaria. Y es muy posible que así sea. Mientras no está cocinando en ElBulli, Ferran se la pasa viajando por el mundo para dar charlas, hacer libros, desarrollar accesorios e instrumentos de cocina, dirigir fundaciones e incluso desarrollar líneas comestibles para aceites de oliva y papas fritas. Adrià, en un punto, parece abarcarlo todo. Tentáculos no le faltan. Y que la noticia la desperdigue en pleno Madrid Fusión no es casual. Es el evento gastronómico más importante del mundo -cada año desfilan con sus nuevas creaciones cocineros como Juan Mari Arzak, Paul Bocuse, Michel Bras, Carme Ruscalleda o Montse Estruch, y por Sudamérica van dos grandes: Gastón Acurio y Alex Atala- y cada presentación es inmortalizada luego en un libro que ha logrado ser trascendental. Adrià, en ese sentido, está dispuesto a descansar y, al mismo tiempo, a escribir cada vez, y cada año, la historia gastronómica mundial.

Sin duda que la última cena en ElBulli del 2011 y la primera del 2014 van a ser las más demandadas y la prensa mundial, especializada o no, va a estar con su mira lista y el dedo en el gatillo. Adrià va a ser criticado y respaldado, por partes iguales, y los blogs que siguen la contingencia culinaria con la misma velocidad de la prensa amarillista se van a encargar de twittear en vivo cuando todo eso pase. Para Adrià, en todo caso, será impredecible: lo podrá pillar cocinando o durmiendo en una hamaca, incluso viajando por China, Japón o Perú -sus destinos fetiche, según reconoce- y, a ojos cerrados, sin siquiera hacer el esfuerzo cotidiano por ordeñar creatividad, seguirá dominando el mundo de los que cocinan y los que comen.

* Periodista especializado en gastronomía

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