Por Pedro Pablo Peñaloza, desde Caracas. Enero 16, 2010

Impacientes bajo el asfixiante sol del mediodía, decenas de personas esperan su turno para entrar al local. En la puerta, un pequeño hombre de bigote y cabello entrecano trata de preservar el orden. "Los primeros cinco de la fila que levanten la mano y vayan pasando con calma", dispone alzando la voz. Aprovechando la agitación, un sexto intenta colarse. "Vengo con mi madre", argumenta el joven para ingresar, pero el cancerbero se muestra inflexible. "Son cinco y sin acompañantes". Punto.

"¡Esto es una revolución!", describe sorprendido Cristóbal Rojas, gerente de Pablo Electrónica, una famosa tienda de electrodomésticos ubicada en el centro de Caracas. Rojas, de 56 años, se pone la mano en la frente y abre los ojos para narrar lo que ha visto desde el sábado pasado. "Yo he presenciado todas las devaluaciones y ésta ha sido la más traumática. En cuatro días de enero hemos duplicado las ventas de diciembre, son compras nerviosas porque la gente sabe que todo aumentará", explica.

El 7 de enero de 2010 quedará marcado para siempre en el calendario de la revolución bolivariana. La fecha ha sido bautizada como "el viernes rojo" por analistas y detractores del régimen. Ese día el presidente Hugo Chávez anunció la devaluación de la moneda que, ¡oh, ironías de la vida!, lleva por nombre Bolívar fuerte.

En febrero de 2003 se impuso en Venezuela un control de cambio que fijó el precio del dólar en Bs.F 2,15. La tasa se mantuvo invariable hasta hace una semana, cuando el líder socialista decretó un nuevo modelo dual: un dólar a Bs.F 2,60 para la importación de productos de primera necesidad y otro a Bs.F 4,30 para el resto de los bienes.

La medida ha generado una reacción que también es dual: miedo y furor consumista. "La gente siente temor, comentan que todo subirá y tiene que ser así porque el valor de la moneda bajó en 100%", resume Juan Soriano. Este moreno alto y delgado no es economista ni experto financiero. Soriano es un vendedor de 23 años que trabaja en el minorista Hi-Fi Electronics. "Lo que facturamos en enero de 2009 no representa la cuarta parte de lo que hemos vendido en estos dos últimos días", cuenta con una sonrisa, mientras a su alrededor la marabunta insaciable sigue cargando con refrigeradores, TV, lavadoras.

"Yo vine a comprar una lavadora porque me hace falta. En realidad, no pensaba adquirirla en este momento, pero en vista de que se las están llevando todas me tuve que apurar", confiesa Luis Maita, un abogado de 46 años que debió "pedirle prestado" a su familia para reunir los Bs.F 3 mil que cuesta el artefacto.

A su lado, Alejandra Terán pregunta por un televisor LCD mientras justifica la orgía consumista que se ha desatado en estos días. "Aquí hay mucha incertidumbre, hay miedo de que paren las importaciones, recuerda que todos estos productos se traen con el dólar 'negro', que en este momento llega a Bs.F 6,5", dice Terán, una comerciante de 26 años que suele recurrir al mercado "paralelo" de divisas para suplir las necesidades de su negocio de bisutería.

Esta "locura" tiene mucho de racional. Los venezolanos prefieren salir de su dinero antes de que se convierta en sal y agua. En 2009, la inflación de la República Bolivariana volvió a ser la peor del continente (26,9%), poco menos que lo registrado en 2008 (31,9%). Además, la economía cayó 2,9%, al tiempo que el descenso mundial se promedió en 1,1%, y en América Latina se situó en 1,8%. Todo esto, pese a que el comandante había asegurado en junio de 2009 que "la economía venezolana está blindada" ante los efectos de la crisis planetaria.

Para insuflar sosiego en las almas de sus compatriotas, Chávez ha jurado que combatirá la especulación. Es decir, que la guerra ahora será contra los comerciantes inescrupulosos. Colombia y el Imperio respiran aliviados. Sin embargo, a escasas cuadras del palacio de Miraflores, el pueblo continúa arrasando con todos los electrodomésticos que consigue a su paso.

* Redactor político del diario El Universal de Venezuela

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