Por Pablo Allard Diciembre 12, 2009

Este mes se sostendrá en Copenhague la cumbre ambiental más relevante después de Río y Kioto, en la que se deberían tomar resoluciones sobre la reducción de emisiones de gases invernadero y promoción del desarrollo sostenible. En Suecia, ello ya se lleva a la práctica, como parte de una política llamada "SymbioCity". El concepto, acuñado en 2007, trabaja con la planificación, gestión y administración de ciudades y barrios sustentables, tanto en su diseño como implementación. No se trata de "salvar a las ballenas", como se ha criticado, sino de un sistema que reduce la huella ecológica y los costos operativos de los sistemas urbanos.

Hammarby, en Estocolmo, es el primero en usar SymbioCity. La idea base es que hay más eficiencia de los recursos cuando se visibilizan y articulan las sinergias entre los sistemas. Así, energía, manejo de residuos, suministro y tratamiento de aguas, congestión y transporte, paisajismo y arquitectura sostenible, que tradicionalmente se han planificado y operado aparte, se abordan de modo integral.

En Hammarby la meta era reducir en 50% el consumo energético, y pese a que aún no se logra, es lejos el modelo más exitoso. Se redujo ese consumo en 40%, se aumentó el uso de transporte público a un 79% de los viajes y bajó el consumo de agua potable de 200 litros per cápita diarios a sólo 100. En Chile estamos más cerca de Suecia de lo que creemos, y es probable que en 20 años veamos cambios similares. Afortunadamente, nuestra dificultad es el costo y no la capacidad o institucionalidad para implementar estas tecnologías y conceptos. Hay que trabajar en la normativa y programas que los incentiven.

El gobierno debería implementar estas tecnologías y conceptos en la definición de una Política de Desarrollo Urbano Sustentable y en proyectos de urbanización fuera de los límites urbanos, generando un nuevo estándar para hacer ciudades. Si se mantiene la exención del IVA para estos proyectos y se alinean los subsidios de la estrategia País Eficiencia Energética y País Eficiencia Hídrica, se mitigarían costos de entrada. Además, se generaría un campo de servicios de certificación y diseño especializados.

Esto se puede hacer de forma incremental. Primero en las áreas de expansión de Santiago, luego en regiones y después pasar a la difícil reconversión de las ciudades interiores. Incluso podríamos partir con una ciudad modelo de pequeña escala. Algunas empresas suecas están desarrollando estos conceptos en nuevas eco-ciudades, y si existen conversaciones preliminares con la autoridad para evaluar su incorporación a casos como la reconstrucción de Chaitén. No se trata de seguir una moda, sino de ser más eficientes en la planificación y gestión de nuestras ciudades, particularmente de aquellas cuyos costos sociales son cada vez más altos, ya sea por su gran tamaño o por estar ubicadas en zonas remotas o aisladas.

* Arquitecto. El artículo completo saldrá en la revista Foco N°11

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