Por Fernando Vega Noviembre 21, 2009

En China el mensaje de que el computador no puede mostrar una página web es usual. No sólo al tratar de acceder a Facebook,  Twitter, Blogspot o YouTube como se lo hicieron saber esta semana los estudiantes al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en Shanghai.

Aquí las páginas bloqueadas son miles. La censura en internet afecta a todo lo que el gobierno considere perjudicial o peligroso. Desde la pornografía hasta la disidencia y todo lo que ponga en duda la soberanía del país sobre el Tíbet o Taiwán.

Sólo la semana pasada los medios oficiales informaron del bloqueo de otros cientos de páginas y hasta el encuentro de este lunes entre Obama y los estudiantes, la existencia de la Gran Muralla -como irónicamente los internautas chinos llaman al aparato de censura- no era reconocida públicamente. Ese día por primera vez fue mencionada por los medios oficiales, lo que se consideró como un gran avance.

La Gran Muralla es la responsable de que la información que circula en la red china esté tan controlada. Se dice que es un sistema para el que trabajan miles de personas con el único fin de filtrar todo lo que suben y bajan los 350 millones de usuarios locales de la red.

Los buscadores son un buen ejemplo de su efectividad: para "Tiananmen" no existe ninguna palabra o link que haga referencia a la célebre protesta de 1989, ésa en que el hombre enfrentaba a los tanques. Lo mismo pasa con las palabras "Tíbet", "Dalái Lama" o cualquier tema considerado sensible.

 La susceptibilidad de las autoridades con los asuntos internos es muy fuerte. Lo sucedido en la  provincia de Xinjiang lo demuestra claramente. Unas de las primeras reacciones del gobierno después de que se produjera la sangrienta revuelta étnica de julio pasado fue cortar completamente internet. Las investigaciones arrojaron que los grupos separatistas usaron Twitter, Facebook y MSN para iniciar su rebelión. Hasta ahora, casi no hay red en toda la zona.

Algo parecido se vivió durante las jornadas previas al Día Nacional, el 1 de octubre pasado. Con el afán de proteger la celebración y todas sus sorpresas, el celo oficial hizo que varios sitios se tornaran inaccesibles.

El domingo pasado, cuando el diario español El País incluyó entre sus notas principales un crítico reportaje sobre la pena de muerte en China, el exasperante mensaje de que el computador "no puede mostrar la página web" se mantuvo inalterable hasta el día siguiente.

Cada vez que eso sucede, los usuarios recurrimos a los servidores proxies, que permiten mantener oculta nuestra dirección IP. Así podemos saltar la Gran Muralla por un rato y navegar libremente. Unos de los más populares son Hotspot shield y JonDo.

Según los chinos, la censura no está dirigida hacia los extranjeros. De hecho, los foráneos somos quienes mayores licencias tenemos en este caso. Pero como sea, el cerco que Beijing ha impuesto sobre internet existe, es fuerte y se presenta como un símbolo real de falta de libertades.

* Periodista chileno que actualmente vive en China

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