Por Axel Christensen | Director ejecutivo BlackRock Octubre 31, 2009

Somos un país al que le fascinan los rankings. Nos felicitamos si estamos entre los top ten. Sufrimos si retrocedemos lugares. Ahora es el turno de la versión 2009 del Índice de Prosperidad, elaborado por el Instituto Legatum. Éste busca rankear a los países no sólo en base a la prosperidad material sino que también a salud, libertades políticas y calidad de vida. Seis de los primeros diez lugares son países europeos. Los otros cuatro son de raíces anglosajonas.

En América Latina, el ranking lo encabeza Costa Rica (32), seguido de Uruguay (33) y luego Chile (36). Ello nos sitúa dentro del tercio más próspero del planeta. Nada mal, diremos muchos. Sin embargo, la cosa se pone interesante cuando empezamos a escarbar un poco y analizamos los componentes del índice.

Nuestro país se ubica bien en gobernabilidad (22), aunque no le tenemos confianza al Poder Judicial. Las Instituciones Democráticas (27) destacan nuestros derechos políticos y libertades civiles. Estamos razonablemente bien en Fundamentos Económicos (36), con sólidos bancos, aunque advirtiendo falta de mayor competencia en este sector.

Estamos en la medianía de la tabla en Emprendimiento e Innovación (47). La posición en Educación (48) y Salud (49) evidencia nuestra calidad de país de "clase media": mejorando pero aún a distancia de los estándares de país desarrollado.

Nuestro punto débil, a todas luces, es el Capital Social (85). Estamos en el último lugar del ranking en cuanto a considerar importantes a los amigos. Aunque sentimos altos niveles de confianza con familiares y amigos cercanos, menos del 25% de los chilenos considera al otro digno de nuestra confianza. Sin lugar a dudas, somos campeones mundiales en ser desconfiados.

Esto amerita algunas reflexiones. La confianza ha sido objeto de estudio de diversas disciplinas, desde la biología y la psicología hasta la economía y la ciencia política. Si desde una perspectiva biológica, ciertos niveles de desconfianza son básicos para la supervivencia, permitiendo que estemos alerta frente a peligros que aún no identificamos, altos niveles son obstáculo importantes para el desarrollo económico y político. La confianza es esencial para lograr una mayor colaboración entre las personas que componen una organización social, sea una empresa, un partido político o una junta de vecinos.

La falta de confianza en nuestro país muchas veces lleva a malas prácticas, como el nepotismo (nombrar a familiares en cargos, pues sólo con ellos nos sentimos tranquilos) o a estilos de liderazgo autoritarios, donde el orden jerárquico suplanta a la colaboración basada en la mutua confianza. Incluso la cantidad de trámites para crear una empresa -timbres y firmas notariadas mediante- apunta a una sociedad de bajos niveles de confianza. Lo mismo explica por qué somos un país de cheques en garantía y exceso de licencias médicas.

La confianza es central para entender por qué países europeos o anglosajones ocupan los primeros lugares de prosperidad. Ahí la palabra empeñada basta y no hacen falta formularios triplicados. Ahí es posible dejar las puertas sin llave. Ello se logra no sólo confiando en los demás (algo temerario dirán algunos) sino también actuando de manera de ser dignos de la confianza de los demás.

* Director ejecutivo de Barclays Global Investors

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