Por Pedro Pablo Peñaloza, desde Caracas. Septiembre 5, 2009

Para instaurar en Venezuela lo que él llama la "revolución bonita", Hugo Chávez tuvo que derrotar a una reina de belleza. Corría 1998 y los venezolanos habían dejado de creer en todo, salvo en el Miss Venezuela. Del fango de la política local, infectada por el descrédito y la corrupción, brotó una hermosa y esbelta flor: Irene Sáez.

Politóloga de profesión, Sáez punteaba en las encuestas y era la favorita para suceder al octogenario Presidente de la República, Rafael Caldera. Su gestión como alcaldesa del municipio de Chacao, una localidad tan pequeña como rica, ubicada en el este de Caracas, le granjeó el respeto y la admiración de las mayorías. Popularidad ya tenía: la había conquistado en 1981, cuando se coronó en NY como Miss Universo.

Sin embargo, tan pronto apareció en escena el teniente coronel golpista de 1992, la cosa se puso fea para la guapa Irene. Sus índices de respaldo comenzaron a caer y no pararon hasta chocar contra el suelo. Para evitar la tragedia, trató de modificar su imagen: recogió su larga cabellera platinada, que le hacía lucir como una Barbie, dentro de un moño al estilo Eva Perón. Todo fue inútil. Los venezolanos querían que a Miraflores llegara un ángel, pero vengador. Y así ocurrió. 

A finales de 2002, un paro petrolero amenazó con defenestrar, otra vez, a Chávez. El símbolo de aquella protesta fue un buque que permaneció fondeado durante 19 días en el lago de Maracaibo con 44 millones de litros de gasolina en su interior. No era un tanquero cualquiera. Todo el mundo en la calle conocía su nombre y lo repetía con un tono que denotaba familiaridad y hasta afecto: Pilín León.

Sí, el enorme cisterna que el gobierno identificaba como "la bandera del plan terrorista" de la oposición, llevaba inscrito en su casco el nombre de la venezolana Miss Mundo 1981. El 20 de diciembre de 2002, las fuerzas leales a la revolución, encabezadas por la Armada, tomaron el control de la embarcación. De inmediato, el presidente ordenó rebautizarla: el Pilín León ahora se llamaría Negra Matea. El cambio enaltecía a la histórica nodriza del libertador Simón Bolívar y degradaba a la León, que por esos días se había declarado antichavista.

En el pasado, las reinas eran agasajadas en Miraflores. Hoy no son bienvenidas ni sus triunfos son celebrados en Palacio. Aunque las chicas siguen igual de lindas, lo cierto es que invitar a un enemigo a su casa no le debe parecer muy bonito al comandante. La Organización Miss Venezuela es propiedad del magnate Gustavo Cisneros, dueño de la principal cadena de TV privada del país (Venevisión) y uno de los autores intelectuales del golpe de Estado de abril de 2002.

Chávez dice pregonar un socialismo del siglo XXI, pero se mantiene atado a prejuicios que ya otros de sus camaradas han superado. En 2008, Dayana Mendoza se convirtió en la quinta Miss Universo venezolana, alzándose con el cetro en Vietnam, la tierra del mismísimo Tío Ho. Este año, Stefanía Fernández emuló la hazaña en Bahamas.

Al preservar la corona y extender "la dictadura" de la belleza criolla a escala planetaria, Dayana y Stefanía tomaron la delantera. El 15 de febrero pasado, el líder de la revolución bolivariana hizo aprobar una enmienda a la Constitución que le permitirá perpetuarse en el poder. Sin necesidad de modificar ninguna ley, estas venezolanas han impuesto en el Miss Universo, por primera vez, la reelección indefinida.

* Periodista de El Universal

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