Por Álvaro Fischer Agosto 22, 2009

© Javier Pañella

El filósofo Daniel Dennett afirma que si tuviera que darle el premio a la mejor idea que alguien jamás haya tenido, se lo daría a Darwin, antes que a Newton, Einstein o cualquier otro.

Dennett -quien visitará nuestro país, junto a otras figuras del darwinismo mundial para el seminario organizado por la Fundación Ciencia y Evolución el próximo 7 y 8 de septiembre- dice que la selección natural de Darwin unifica el ámbito de vida -con sus significaciones y propósitos- con el ámbito de la física y el mundo inanimado, conectándolos mediante encadenamientos causales inimaginables antes de él.

Así, la aparición de la vida es un fenómeno natural, que se suscita cuando el sustrato material de las partículas físicas se organiza -como producto de procesos naturales- en ciertas configuraciones particularmente improbables, como son las moléculas de ADN.

Asimismo, la biodiversidad observable es el resultado del proceso de selección natural actuando sobre las formas más primitivas de vida, acumulando diseño en el camino, generando de paso seres tan complejos como los humanos. Éste es un proceso que no tiene un propósito que lo guíe ni un cerebro central que lo organice, y que, por lo tanto, genera diseño sin la necesidad de un diseñador. 

Más aún, los rasgos conductuales que exhibimos los seres humanos -generados a partir de nuestro sistema emocional y cognitivo- se apoyan en la particular arquitectura de nuestro sistema nervioso central, exquisitamente moldeado por selección natural para permitir la aparición de propiedades tan sofisticadas como la conciencia. Todos esos rasgos son específicos de nuestra especie, y afirman la existencia de una naturaleza humana, cuyo fundamento científico permite discutir el escepticismo posmodernista respecto de ella.

En el siglo XIX,  la idea de selección natural de Darwin les quitó el carácter especial a los seres humanos respecto del resto de los animales, proveyó de una explicación a la aparición  del increíble diseño y armonía del mundo que nos rodea (sin que haya un diseñador controlándolo) y hoy permite afirmar que existe una naturaleza humana, de la que debemos dar cuenta si queremos diseñar políticas públicas que funcionen.

La mancha moral que la selección natural recibió del llamado "darwinismo social" fue despejada hace 40 años, cuando los científicos mostraron que el altruismo y la cooperación formaban parte integral de los rasgos a que ella daba lugar. El premio de Dennett está bien dado, sin duda.

* Presidente Fundación Ciencia y Evolución.

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