Por Danilo Díaz Abril 1, 2015

Dejó huella la gira de la selección chilena por Austria e Inglaterra. Una derrota con los suplentes ante Irán (2-0) y una caída de los titulares frente al cuadro alternativo de Brasil (1-0) bastaron para generar inquietud.

La meta es la Copa América, con la declarada intención de levantarla. Una expresión de deseo que por ahora choca con la realidad histórica y el momento por el que atraviesa el cuadro nacional. Chile bajó desde el Mundial pasado. Lo dicen los resultados y el juego, aunque Jorge Sampaoli mire siempre la mitad del vaso lleno y sostenga que, salvo en contadas ocasiones, el equipo siempre mereció mejor suerte.  

Los momentos de los futbolistas son vitales. Ahí radica la mayor dificultad de la selección chilena. Salvo Claudio Bravo y Alexis Sánchez, el resto de los jugadores considerados indispensables por el entrenador atraviesan estados grises o derechamente oscuros. Y otros, que elevaron sustancialmente su presente (Matías Fernández), no llenan el gusto del argentino o les cuesta entrar en su idea.

Algunos de sus estandartes no asoman. Eduardo Vargas, goleador del ciclo, no pudo consolidarse en el QPR de la Premier League ,y el descenso está cerca. En el cuadro londinense disputó 20 partidos de Liga y apenas anotó dos goles. Mauricio Isla, su compañero de club, tampoco se afirma en la franja derecha, y se nota en la selección: no hace daño cuando sube. Jorge Valdivia no juega desde diciembre, pero es una debilidad del casildense. Marcelo Díaz -su lugarteniente en la cancha- se lesionó en el Hamburgo al tercer partido de 2015 y venía con apenas 13 presencias en el Basel suizo. Felipe Gutiérrez, quien se ganó la titularidad antes del Mundial, no juega desde la eliminación en octavos en Belo Horizonte. Se extraña al zurdo del Twente holandés, como a la mejor versión de Arturo Vidal. Luego de su operación al menisco externo de su rodilla derecha, el mediocampista de la Juventus nunca ha vuelto a exhibir la presencia que ofrecía antes de su intervención. Su técnico, Massimiliano Allegri, sostuvo en febrero que  “la rodilla de Vidal está sufriendo. Está en condiciones de jugar, pero nunca se sabe cuándo se inflamará de nuevo. Era impensable que Vidal estuviera al 100% en esta temporada”.

El repaso permite entender las razones de por qué Chile hoy está lejos del Chile que venció a España en el Maracaná; o del que cayó de manera injusta frente a Alemania en Stuttgart en marzo del año pasado. Hubo atisbos de recuperar la memoria, como en el primer tiempo con Uruguay en el Monumental, pero la derrota de esa noche (2-1) fue el campanazo para iniciar la reflexión. Minutos antes del inicio del partido, Gerardo Pelusso, entrevistado por radio ADN, dejó una sentencia que con el correr de los meses cobra enorme vigencia: “Chile te puede ganar de mil maneras, pero todos sabemos cómo ganarle a Chile”, afirmó desde el plano de las ideas el ex adiestrador de la U.

En la medida que se han disputado los amistosos, con especial énfasis en el pleito ante Brasil, Sampaoli reafirmó un concepto que hoy está en boga: la posesión. Se habla de la tenencia de la pelota como un fin en sí mismo, olvidándose que este deporte se ha definido siempre en las áreas. La propia y la ajena. De nada sirve disponer del balón si no se hace daño. Ser predecible, carecer de sorpresa, es un pecado capital.

Pero más grave aún es creer que se está en la senda correcta si los hechos demuestran lo contrario. Sampaoli sostuvo en Londres que “dominábamos y nos generábamos situaciones, mientras ellos no llegaban. No nos esperábamos ese gol”. ¿De qué dominio hablamos si el equipo, salvo un tiro libre de Matías Fernández, no remató al arco?

Sonaron las alarmas. Es clave que los jugadores eleven su nivel. La experiencia nos indica que este cuerpo técnico, con los actores a su disposición, es capaz de otorgar el funcionamiento y la contundencia. Ahora, si realmente piensan que se ha jugado bien, sería inquietante.

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