Por Francisco Sagredo Marzo 19, 2015

Triunfo en el superclásico, liderato del  Clausura y expectante campaña en la Copa Libertadores. Es el auspicioso presente de Colo Colo.

Pero la estabilidad deportiva contrasta con los cambios que estarían por producirse en la correlación de fuerzas del directorio de Blanco y Negro. Movimientos que hoy, a pesar del buen desempeño y el manejo profesional que ha demostrado como presidente del club, Arturo Salah, significarían la salida del ex DT ante la arremetida de Aníbal Mosa, el nuevo accionista mayoritario de la concesionaria.

Hace algunas semanas Leonidas Vial y Hernán Levy, principales controladores de B&N, remataron parte de sus acciones. Rápidamente, Mosa, quien ha declarado públicamente que sueña con ser el mandamás de los albos, abrió la chequera, depositó cerca de mil millones de pesos y aumentó su participación en la concesionaria al 29,5%.

La operación bursátil del puertomontino debería cambiar la composición del directorio albo, dejando al bloque Vial-Levy con sólo cuatro de las nueve sillas de la mesa.

Mosa, quien con la compra pretende acceder a tres directores, tiene virtualmente amarrado el apoyo de los dos representantes de la Corporación del club en el directorio. Es decir, el empresario podría conseguir un favorable 5-4 en la votación para destituir a Salah.

Pero la asunción del hoy vicepresidente no está definida. Según las bases de B&N S.A., el porcentaje que requiere un accionista para sentarse en el directorio es del 12,5% de los papeles, ya que la ecuación que define la presencia de los directores es dividiendo el 100% de los siete directores elegibles (los otros dos son impuestos por la Corporación) más uno.

En términos numéricos la cosa es más simple: 100:7+1=12,5. Para tener tres representantes en la mesa entonces, se requiere el 37,5% de los papeles, y Mosa sólo llega al 29,5%.

Esos cálculos mantienen vivas las esperanzas de Vial y Levy en su aspiración de darle continuidad al proyecto de Salah. El otro cargo que está en juego es el del gerente deportivo Juan Gutiérrez, quien no cuenta con la venia del entrenador Héctor Tapia, alguien muy cercano a Mosa.

El empresario ya prepara dos jugadas para la próxima junta de accionistas de abril.

La primera depende absolutamente de él: comprar papeles de propietarios minoritarios y así aumentar su participación.

La otra es pura matemática: a las juntas jamás llega el 100% de los accionistas, es decir, la proporción del valor de una silla en el directorio va bajando según el porcentaje de asistencia. La historia muestra que ese número siempre bordea el 85%, es decir, 85:7+1=10,5% por director, con lo que Mosa sólo necesitaría del 31,5%.

Claramente está muy cerca del control absoluto. A pocos accionistas minoritarios de su sueño.

En este friccionado partido fuera de la cancha, la llegada de Mosa al poder significaría un cambio radical en el estilo de conducción comparado con Salah.

Sería un giro marcado por un dirigente que gusta del trato cercano con los futbolistas, con saludos de abrazo y besos incluidos. Una relación que ha transformado en una hábito la renegociación de contratos, el ofrecimiento constante de premios y una rutina permanente de actividades sociales con el plantel.

En abril se definirá todo en la junta de accionistas. Ahí se decidirá si Mosa se convierte o no en el nuevo cacique albo.

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