Por Enero 8, 2015

El año 2014 terminó por convertirse en un verdadero annus horribilis para el mercado financiero chileno.  A los coletazos del caso Cascadas se le suman la sentencia penal en el caso del corredor Serrano y la quiebra de la corredora de bolsa FIT Research. La guinda de la torta: el anuncio de la acusación del regulador norteamericano por abuso de información privilegiada  en acciones de CFR en ese país.

Sin desmerecer la gravedad de los casos anteriores, quisiera centrarme en la de este último. Porque el abuso de información privilegiada es síntoma de un mal que puede afectar mucho más negativamente a nuestro país y su economía que varias reformas tributarias, laborales e incluso, constitucionales.

Para algunos este tipo de infracciones aparenta no tener víctimas. No hay nada más lejano a la verdad. Tiene una clara víctima: el mercado de capitales. Una economía capitalista se basa en la existencia de mercados que permitan a las empresas levantar capital y a inversionistas obtener un adecuado retorno. Es un mercado que encuentra su fundamento esencial en la confianza de que se trata de un lugar de reglas claras y justas. Rota esa confianza, como resultado de este tipo de abusos, no tarda mucho en morir el mercado. Las empresas que pueden buscan financiamiento en otros lugares, seguramente a costos mayores. Los inversionistas se van a otros mercados donde la regulación castiga severamente estas conductas.

Es preocupante que la acusación  se haya producido en EE.UU., especialmente cuando diversas fuentes han advertido de comportamientos sospechosos -propios de abusos de información privilegiada- en diversos episodios similares de oferta pública de acciones. Parece que estamos frente a un caso que ilustra la denominada “teoría de las cucarachas”: cuando encuentras una, hay que vigilar porque probablemente hay más. Lamentablemente, creo que la salud de nuestro mercado no resiste muchas “cucarachas” más, aunque por ningún motivo ello es razón para no seguir buscándolas y exterminarlas.

Es cierto que es muy necesaria una discusión acerca de ajustar la regulación en nuestro país para que este tipo de episodios no vuelvan a ocurrir, dándole a las instituciones fiscalizadoras mayores atribuciones y extremando las penas. Me ha tocado participar en muchas acciones que han buscado promover a Chile como plaza financiera y estos últimos acontecimientos me producen un gran nivel de frustración. Podemos organizar cientos de “Chile Days”, en todo el mundo, pero será un esfuerzo estéril si no logramos hacer cambios que van más allá de más multas y más fiscalizadores. Me pregunto si ya no llegó la hora de hacer el Chile Day más importante: el que hagamos acá, en el mismo tono directo y sincero, para conversar de los cambios que irremediablemente debemos llevar a cabo. No hace falta invitar a ministros o superintendentes. El principal orador es mudo: un espejo al frente nuestro.

Es necesario un cambio mucho más profundo. Por un lado, la defensa de la fe pública en nuestro mercado requiere de voces cada vez más fuertes, que se atrevan a decir en público lo que muchos susurran en privado. Hasta ahora ha primado la postura del beneficio de la duda ante las acusaciones, invocando el derecho a un juicio justo que cada vez se oye más como un “hoy por ti, mañana por mí”.

Estos casos nos deben llevar a cuestionarnos seriamente cuáles son los valores que queremos fomentar. ¿Es sólo generar riqueza? ¿A toda costa? ¿Con una ética del “todo vale”?

La exigencia de más transparencia y la menor tolerancia a las malas prácticas está generando una crisis que, debemos reconocer, parte por nosotros mismos. El primer paso es reconocerlo y decir ¡basta!

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